Conozco el mundo de los muertos. Es frío, con tierra
por encima, restos de tablas, huesos deshechos por los inviernos.
Los muertos nos ven: desde donde están, llaman por los nombres
familiares, en un murmullo, y el viento les dispersa los alientos
–música de cipreses. Por eso, hay quien ande entre los túmulos,
al final de la tarde, con los oídos tapados; quien rece,
entre dientes, fechas estériles como las antiguas piedras;
quien persiga la propia sombra, temiendo que desaparezca
bajo la hierba fresca. Memorias vagas y finales, atormentándome
en un secreto espejo – ¿en mi lugar, absorto
y pálido, quién pronuncia mi nombre, en silencio, sin ojos,
sin labios, sin los cabellos que otrora toqué?
OUTRA IMAGEM
Conheço o mundo dos mortos. É frio, com terra
por cima, restos de tábuas, ossos desfeitos pelos invernos.
Os mortos vêem-nos: de onde estão, eles chamam pelos nomes
familiares, num murmúrio, e o vento dispersa-lhes os sopros
– música de ciprestes. Por isso, há quem ande entre as campas,
ao fim da tarde, com os ouvidos tapados; quem reze,
entre lábios, datas estéreis como as antigas pedras;
quem persiga a própria sombra, temendo que ela desapareça
sob a erva fresca. Memórias vagas e finais, atormentando-me
num secreto espelho – no canto de mim, absorto
e pálido, quem, me diz o nome, em silêncio, sem olhos,
sem lábios, sem os cabelos que outrora toquei?
Traducción de Vicente Araguas
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