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El escritor, retratado esta semana en Barcelona. (Foto: Consuelo Batutista)
C iudad Juárez, Chihuahua. 10 de mayo de 2013. (RanchoNEWS).- Una de las más bellas obras de Edouard Manet (1832-1883) muestra a la que fue su única alumna oficial, la pintora española Eva González (1849-1883) sentada frente al lienzo, con vestido blanco y melena negra. El artista la retrató en 40 ocasiones. No fue la única en posar para Manet, hombre de numerosas amantes, pero una sola esposa: Suzanne Leenhoff. De su romance con González nació un hijo del que el artista nunca llegó a tener noticia. Un nieto de aquella relación, Eduardo Manet (Santiago de Cuba, 1930), resucita ahora la historia en la novela La amante del pintor (Plataforma), «verídica en sus tres cuartas partes». Una nota de Ángeles García para El País:
El libro descubre una desgarradora historia de adoración sin límites, pero, ay, en una sola dirección: de Eva hacia Manet. Una entrega tan profunda que sirve al escritor para cuestionar que su abuela muriese a consecuencia de una embolia provocada por el parto de una hija nacida de su matrimonio con Henri Guérar. En la novela se sugiere que Eva no quiso sobrevivir a la desaparición de Manet, ocurrida solo cinco días antes de la de ella.
Cineasta, dramaturgo y novelista, Eduardo Manet recuerda que, siendo niño antes de la revolución cubana, su padre le dijo que descendía del gran artista francés. Pasarían muchos años hasta que, ya instalado en París, le diera por investigar sus orígenes. Pero lo hizo a conciencia. «Mi principal fuente de documentación fueron las cartas de la época. Cartas entre Eva y su hermana Juana y el resto de la familia, cartas de Manet a Eva... Incluso, las cartas de Eva a la mujer holandesa de Manet, cuando Manet ya no escribía a Eva».
Hay un pasaje en la novela en el que la hermana menor de la protagonista, también pintora, descubre que Manet nunca ha sido informado de la existencia del hijo. «Eva está dispuesta a sacrificarse para que su maestro la mantenga siempre cerca de él, en calidad de alumna, de modelo, de dama de compañía, de criada. Eva podría aceptarlo todo».
Esa pasión, en opinión del escritor, no era correspondida. «Eva es absolutamente la más implicada en la relación. Escribí el libro porque sentía algo especial por Eva: era guapa, con carácter, talento, pero adoraba a Manet. Y Manet pasaba de las mujeres, porque su único amor era la pintura».
Los diarios de Jeanne Gonzàlez le sirven a Eduardo Manet para vertebrar la narración. ¿Son auténticos?. «Lo son, aunque nunca llegaron a mis manos. Mi padre me dijo que era descendiente de Manet antes de morir y me habló de los cuadernos. Yo le pregunté a mi madre sobre estos y ella me dijo que desconocía su existencia. Pero más tarde me confesó que los había encontrado y los había tirado. Se imaginó que eran de una amante de mi padre, pues estaban en francés y no los entendía, y por eso de deshizo de ellos.»
No cree el escritor que Manet fuera especialmente machista o cínico pese a su doble vida familiar. «Manet era un genio. Es un personaje muy complejo. Políticamente era un hombre de izquierdas y muy fiel a sus ideas. Todo el grupo estaba en contra del emperador Napoleón, pero en el momento de la guerra Manet y Degas fueron de los pocos que se quedaron en París, no se fueron de la ciudad como otros. En su vida íntima, en cambio, era muy burgués. Viéndolo desde hoy puede parecer cínico. Fue amante de Berthe Morisot, de Eva… y las iba casando con gente de su entorno, incluso fue su testigo de bodas. Esa parte de él, solo esa parte, era algo cínica vista con ojos de hoy.»
¿Cree que la historia del arte acabará siendo justa con su abuela? «Cuando salió mi libro en Francia, despertó interés en Bernard Pivot, que quería hacer un encuentro de artistas para poner de manifiesto el talento de Eva, aunque finalmente la propuesta no se llevó a cabo. Hubo otra exposición en la que hubo cuadros de Eva y se generó el interés del público. Con el tiempo, quiero organizar una muestra de las mujeres en la pintura, en la que habrá cuadros de Eva, Berthe [Morissot] y muchas más».
Y como descendiente no reconocido... ¿no choca que haga uso del apellido? El escritor aclara que ya lo llevaba su padre. «Él era director de un periódico en Cuba y se llamaba Eduardo González Manet, como yo. Cuando yo empecé a escribir me sentía muy antiimperialista y no quería firmar como Eduardo González Manet Junior (lo habitual en la época) y por eso me salté el González. Ya no lo recuperé. Cuando más adelante quise retomarlo, mis editores me lo desaconsejaron. Ya era conocido en Francia como Eduardo Manet», explica.
Y medio en broma, medio en serio, añade que posee un gen manet indiscutible. Venera a las mujeres hasta el punto de que ya suma cinco esposas y un solo hijo.
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