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El poeta mexicano en su juventud. (Foto: Conaculta)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de junio de 2014. (RanchoNEWS).- Sea en su poesía contenida en libros como Los hombres del alba, o en sus mordaces poemínimos, como «Pueblo», en el que escribió: «Quiubo tú / ¿Todavía / Víboras? / Yo creía / Que ya / Morongas», o en su prosa periodística, como ocurre en «Ciudades del aire», publicado en 1937, donde dice: «Sería delicioso cantarle con amor a la ciudad; lo haríamos con el mayor gusto y entusiasmo. Estamos seguros, además, de que algún día tendremos que hacerlo. Pero la hora no ha llegado», Efraín Huerta recuperó el habla popular de la ciudad de México y el sentir de sus personajes, escribe Yanet Aguilar Sosa para El Universal.
Fue un poeta adelantado a su tiempo e incomprendido en su tiempo. Raquel Huerta-Nava, su hija con la poeta Thelma Nava, asegura que cuando Los hombres del alba vio la luz fue calificado de un libro con poesía desagradable porque hablaba de lo que la gente no quería ver: «de los hombres que viven en la calle, de los asesinos, de lo más bajo a lo que puede llegar un ser humano».
David Huerta, poeta él mismo y el tercero de los hijos que tuvo con su primera esposa, Mireya Bravo, reconoce que la recuperación del habla popular en la poesía de su padre es sólo una parte de su obra, «una zona interesantísima pero perfectamente localizable»; sin embargo, hay muchas otras zonas, porque es un poeta de registros muy variados. «Si fuera pintor tendría una paleta muy amplia: sería dibujante, grabador, muralista, pintor de caballete».
David dice que Efraín fue un poeta que escribió una poesía muy delicada y «exquisita» en su juventud en libros como Absoluto amor y Línea del alba, pero también una poesía más «tosca» en su extraordinario libro Los hombres del alba, en el que «no recupera precisamente el habla popular, pero sí registra la vida de la gente de la ciudad de una manera implacable».
Asegura David que Efraín tenía una visión muy ácida y llena de piedad, «pero que no cierra los ojos ante la violencia, la miseria, la descomposición que empieza a estar presente en la ciudad moderna que es la ciudad de México de los años cuarenta. Los hombres del alba es un registro poético de esa ciudad que unos años más tarde también iba a registrar Carlos Fuentes en su novela La región más transparente».
Incomprendido en su tiempo, Efraín Huerta es hoy uno de los poetas más valorados por las generaciones jóvenes y sus imágenes poéticas suenan muy contemporáneas. Huerta-Nava asegura que la incorporación que su padre del habla popular y de los personajes del pueblo responde a una búsqueda formal: «es una búsqueda técnica de innovación. Pertenecía a una generación de jóvenes revolucionarios que estaban buscando un cambio en un país en el que también se estaba buscando un sentido».
Cita a Diego Rivera, por ejemplo, quien puso a la gente de la calle, a las personas comunes y corrientes como protagonistas del arte. «Igualmente José Revueltas y Efraín Huerta, en sus respectivas producciones literarias, ponen a las personas más humildes como protagonistas; entonces, es una búsqueda formal totalmente consciente; ninguno de ellos fue humilde ni tuvo una infancia menesterosa; al contrario, todos ellos eran de familias pequeñoburguesas con acceso a la cultura».
Efraín Huerta fue y es un poeta de registros amplios. Abarcó un sinnúmero de asuntos a lo largo de su vida: las mujeres, las flores, el antifascismo, la política, la literatura, los poetas mexicanos, los poetas de otros países, el cine, la política combativa, la ciudad, la lluvia, los trabajadores, los pordioseros, los choferes, los hombres del alba.
Están en sus versos homenajes a amigos, a poetas, a la gente de a pie, a las calles, avenidas, monumentos y circuitos de la ciudad de México. «Durante una larga época sí recrea el habla popular, lo que Octavio Paz llamaba ‘la afición o el gusto de Efraín Huerta por el lenguaje fuerte’; no nada más el de las malas palabras, el de las groserías, sino el lenguaje a veces tosco de la gente de la calle», afirma David Huerta.
Raquel Huerta-Nava tiene muy claro que Efraín, su padre, siempre hacía una especie de crónica de sus pasos, la crónica urbana. Lo hizo en Irapuato, luego en la ciudad de México, en el Centro Histórico y en Paseo de la Reforma, en el Circuito Interior y en Polanco, la colonia donde vivió los últimos años de su vida.
«Le gustaba jugar mucho con los propios nombres de las calles como si fueran un adjetivo más, adjetivizar… ‘rubendarianamente’. Se divertía bastante con la geografía literaria de esta colonia. Él desde Los hombres del alba incorpora a los seres marginados de la sociedad en la poesía, los hace protagonistas de la literatura y entre estas innovaciones en la poética también incorpora el habla popular, sobre todo en los poemínimos esto es muy común», dice Huerta-Nava.
Emiliano Delgadillo Martínez, quien realizó la investigación iconográfica, el prólogo, la cronología y la selección de textos de Efraín Huerta. Iconografía, que acaba de publicar el Fondo de Cultura Económica, reconoce que la incorporación de esos personajes y de la vida de la ciudad no es posterior, sino es muy temprano: «de hecho nace con el Efraín Huerta escritor».
El estudioso de Efraín Huerta dice que el poeta nacido en 1914 se volvió escritor de la mano de estos personajes y de la mano de esta estética. «El primer texto que le conocemos publicado, hasta el momento, es una columna en prosa que lleva por título ‘Estética de la calle’ y trata de las calles de Irapuato, por un lado para acendrar la parte bella, pero por otro lado para burlarse de algunos elementos de la ciudad».
Delgadillo Martínez señala que desde un principio la poesía de Efraín estuvo atravesada por lo que se ha venido a llamar los personajes del subsuelo. «Carlos Monsiváis los llama ´los jodidos’ y ‘los proscritos sociales’, son los hombres del alba precisamente, todos aquellos que de una u otra forma viven y sufren el crecimiento de esta ciudad, la movilización que inicio en la década de 1930 y terminó en 1940, y desde un principio están presentes en su obra, quizá al principio más como símbolos y después esos símbolos se fueron particularizando, con nombres y apellidos».
El autor de Absoluto amor vivió el crecimiento de la ciudad, fue testigo de su transformación y desarrollo, de cómo se fue complicando. David Huerta puntualiza: «Efraín Huerta asiste, a veces un poco extrañado, a esa evolución de la ciudad de México y también escribe sobre estas transformaciones, sobre los camiones, las rutas del metro, sobre el Circuito Interior; toma la frase circuito interior para referirse en realidad al amor; circuito interior porque habla de la vida interior de los seres humanos, habla de sí, ‘del circuito interior en el que ardemos’, dice».
Raquel Huerta-Nava asegura que la incorporación que hizo Efraín del habla popular y los personajes de la ciudad en su poesía no se ha estudiado lo suficiente. «Hay muy pocas tesis antiguas. Ahora en años recientes hay más jóvenes que se interesan por trabajarlo, pero desde el punto de vista formal de su poesía, de su primer libro Los hombres del alba. Sobre el habla popular y sus poemínimos no he visto trabajos académicos realmente. Creo que falta esa parte porque no le han dado la importancia o no se han fijado en él».
Efraín Huerta declaró su amor y su odio por la ciudad de México; fue un cronista de la ciudad muy al estilo de Carlos Monsiváis, un poeta que recuperó a los personajes más miserables de esta gran urbe de hierro. En su «Declaración de amor», se lee: «Ciudad que llevas dentro / mi corazón, mi pena, / la desgracia verdosa / de los hombres del alba, / mil voces descompuestas / por el frío y el hambre. / Ciudad que lloras, mía, / maternal, dolorosa, / bella como camelia / y triste como lágrima, / mírame con tus ojos / de tezontle y granito, / caminar por tus calles / como sombra o neblina. / Soy el llanto invisible / de millares de hombres».
David Huerta asegura que, en ese sentido, «Efraín es un poeta extraordinario que fue capaz de cambiar, que aprendió muchas cosas, que las puso en ejercicio, que se convirtió en un poeta muy atractivo y muy interesante para la gente; es maravilloso que lo sigan leyendo gente de todas las edades y condiciones».
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