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La artista juarense. (Foto: Patricia Benítez)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de junio de 2014. (RanchoNEWS).- Un caballete llega a la colonia Melchor Ocampo y despierta la curiosidad de los vecinos. Es instalado en una finca de la calle Paraguay que ha rentado una amable y bella joven dama. Tras el caballete llegan pinceles, pintura, lienzos, herramientas y demás enseres que conforman el estudio de una artista.
Llega también una galería. Una colección muy representativa del arte fronterizo de ese momento, la última década del siglo pasado.
Ella acude todas las tardes después de cumplir con su trabajo matutino y de comer en casa de sus padres, ubicada en la calle Mejía.
Y ahí va tomando forma una serie de piezas al óleo, donde ella deja reflejado un sueño fantástico.
Los vecinos también verán desfilar a una pandilla de pintores, escritores, músicos y otros dichosos iluminados, que convertirían las noches en tertulias; eso sí, sin perturbar la paz del barrio.
Así transcurrieron meses.
Un día, Adriana hacía fila para pagar el cobro de la energía eléctrica cuando escuchó que una señora le decía a otra, mientras la señalaba a ella:
–Mira, ella es nuestra pintora, es la pintora de la Melchor Ocampo.
–Y es que de eso se trata, Rubencito –me diría después–. Yo pinto para las personas de mi colonia, de mi ciudad. Son mi público.
Ésa fue una gran lección para mí.
Desde entonces intento –no sé con cuánta fortuna– escribir para los lectores juarenses y ese hecho –creo– ha producido que mi literatura cambie.
Esa lección me remitió a Jorge Amado:
«Mi creación novelesca deriva de la intimidad, de la complicidad con el pueblo. Aprendí del pueblo y de la vida, soy un escritor y no un literato. Realmente soy un obà, en lengua yoruba de Bahia, obà significa ministro, anciano, sabio: sabio con la sabiduría del pueblo».
«No hay otra ciudad como ésta por más que se busque por los caminos del mundo entero. Ninguna posee su lirismo, su atractivo, su honda poesía. Incluso entre la más espantosa miseria de las clases pobres, nace la flor de la poesía, porque la resistencia de la gente está más allá de toda imaginación. De esa gente bahiana viene el lírico misterio de la ciudad, el misterio que completa su belleza».
Y ese misterio lo contemplo cada vez que uso el transporte público de esta ciudad, cuando veo a los trabajadores de la industria maquiladora y observo su felicidad por la vida a pesar de los pinches 600 pesos que obtienen semanalmente por rentar su fuerza de trabajo.
Pero concluyo y regreso con Adriana: que sirvan estas palabra, que son el vehículo de mi amor por ella, como una oración.
Adriana, necesitamos que despiertes y que tu luz nos siga irradiando.
(Texto leído en el Salón de Usos Múltiples del Centro Cultural Paso del Norte el 14 de junio de 2014, durante el evento Redes y Pinceles para Adriana Peña)
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