Rancho Las Voces: Libros / España: «Memorial de disidencias. Vida y obra de Caballero Bonald» de Julio Neira
LA QUINCENA RETORNARÁ CON LA EDICIÓN 21 EL 19 DE ENERO DEL 2025 Las cinco ediciones más leídas del 2024 / 20

viernes, junio 20, 2014

Libros / España: «Memorial de disidencias. Vida y obra de Caballero Bonald» de Julio Neira

.
El poeta jerezano y su biógrafo.  (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 18 de junio de 2014. (RanchoNEWS).- Un retrato completo, desde la infancia hasta el «arrabal de la senectud», pero con parada lenta en los años de maduración literaria, de gestación de un nombre y de una personalidad poética. Eso quiere ser este Memorial de disidencias (Fundación José Manuel Lara), la primera biografía de José Manuel Caballero Bonald, escrita por el profesor Julio Neira. Lo primero que llama la atención es el momento. ¿Por qué ahora? ¿Por qué biografiar al poeta en vida, y además después de la publicación de sus memorias y de tantas páginas autobiográficas que ha ido dejando él mismo durante los últimos sesenta años? Dice Julio Neira que va con la biografía el interés de hacer un recorrido minucioso por la poesía española del XX, piscina en la que nadan, cruzándose, aunque a veces sin mirarse, Ángel González y José Ángel Valente, Gil de Biedma, Antonio Gamoneda o el propio Caballero Bonald. Es también, por tanto, un repaso a aquella Generación del 50, a lo que fue y a lo que quedará de todos ellos. «Mi objetivo fue dar respuesta, o abordar el conjunto de la vida de un autor todavía vivo, pero muy significativo de la evolución de la poesía española en los últimos cincuenta años. Caballero Bonald hace el viaje de su siglo: pasa de los poemas más existencialistas de los años cincuenta a la poesía social de los sesenta y luego ya, a partir de entonces, a un interés mayor por la experimentación con el lenguaje». Una nota de Alberto Gordo para El Cultural:

La biografía, que se ha hecho con el Premio Antonio Domínguez Ortiz del género, es rica en interesantes datos de interior, digamos, de las entretelas del grupo. Cuenta, por ejemplo, que con Gil de Biedma rompió a raíz de una reseña que el autor de Entreguerras escribió, estando en Colombia, sobre un libro del poeta ya fallecido. «Como poeta, siempre estimó poco a Gil de Biedma -comenta el biógrafo-. Nunca le gustó su actitud ante el lenguaje poético, que se inclinaba más hacia lo cotidiano». Esta brecha lo separaba al mismo tiempo, aunque no de un modo radical y siempre entre los márgenes de la literatura, de su amigo Ángel González, compañero de sobremesas etílicas allá por la década de los cincuenta. «Caballero Bonald siempre ha sabido separar al poeta del hombre, y, aunque como escritor nunca le interesó demasiado, Ángel González y él siempre fueron estupendos amigos», puntualiza.

Prolijo en datos, estamos ante un estudio de corte académico, riguroso de la peripecia de un poeta al que el autor se ha acercado, pese a la cercanía, como si de un personaje del Siglo de Oro se tratara. Por eso prefirió, dice, no hacerle ninguna entrevista en profundidad; si bien su voz, la del poeta, está presente en cada página, casi siempre pasada por el tamiz de sus memorias. «Me propuse acreditar cada episodio y contar con su testimonio solo para cubrir determinadas lagunas», explica Neira. Había una ventaja, o mejor, una particularidad a la hora de abordar la biografía de Caballero Bonald: lo que pudiera decirse ya estaba (en gran medida) dicho. Faltaba cubrir blancos, posibles confusiones de un texto escrito a fogonazos de memoria, con fallos cronológicos en la sucesión de los episodios. «Para escribir sus memorias -continúa Neira-, él no utilizó multitud de documentos que, en cambio, a mí sí me han servido para esta biografía». ¿Dónde buscó?, le preguntamos. En archivos, como el Histórico Nacional, el de Jerez o el de la fundación que lleva su nombre. Allí se encuentra casi toda la correspondencia de un poeta cuya obra no se detuvo, ni mucho menos, en la poesía. Ha trabajado mucho Caballero Bonald, y por eso su hemeroteca es inmensa. «Solo hay que ver su actividad pública en los últimos treinta años para hacerse una idea de lo que fue cuando era joven».

Podemos decir que el autor de Ágata ojo de gato nunca abandonó la palestra. Que siempre estuvo en el epicentro poético de esta España. Por aquí desfilan todos los que protagonizaron su tiempo, y también los del anterior, que daban paso a los más jóvenes. En las fotos centrales del libro, se ve a un Caballero Bonald atildado, pose de dandi y bigote bien perfilado, junto a figuras de altura, como Aleixandre, Dámaso Alonso o Jorge Guillén, y luego ya los Goytisolo, Barral, Claudio Rodríguez y el resto de su generación. Da la impresión de que Pepe estuvo en todas partes. Mesas redondas, actos, conferencias. Donde estuvo, y se quedó un buen rato, fue en la gran revista mallorquina de Cela, Papeles de Son Armadans, de la que hubo de salir pitando cuando rompió con el autor de La Colmena, líos de faldas mediante. Caballero Bonald pecó con la mismísima Rosario Conde, esposa del Nobel, y esta lo confesaría después. «De aquel lío con Rosario Conde no se enorgullece en absoluto, aunque habla de ello con naturalidad», confiesa Neira, quien no cuenta, al menos aquí, nada que no sea ya sabido.

Fueron años duros, aquellos cincuenta. Caballero Bonald gustaba de la bebida («es la marca de toda una generación, el modo que tenían todos ellos de desafiar lo establecido») y coronó la década con una depresión de la que tuvo que tratarse. A Barral le describe por carta su lamentable estado psicológico, mezcla de deterioro físico y remordimientos por el feo asunto con la señora de Cela. «Él nunca me ha ocultado ni pedido que elimine ningún episodio por poco edificante que fuera -comenta Neira, sobre estos capítulos-. Por ejemplo, era asiduo a los prostíbulos, y él lo dice. Y ha sido pendenciero, y lo dice. Y con el alcohol tenía una irritabilidad tremenda, una irracionalidad que le dominaba y se apoderaba de él, y lo dice». Incluso, cuentan estas páginas, atesora cierta herida por arma blanca como recuerdo imborrable de una de aquellas reyertas nocturnas. De la depresión postrera lo curó, o le ayudó a curarse un médico de Barcelona, el mismo que había tratado ya, como si estuviera especializado en poetas tristes, a Blas de Otero; pero sobre todo, vino a salvarle la vida Pepa Ramis, con la que se casó y marchó a Colombia tras perder aquí el empleo. Pepa Ramis, bellísima en sus fotos de juventud, también ha participado en esta biografía, «a veces con esos datos que parecen retener mejor las mujeres; ya sabes, si esto o aquello fue antes o después de que naciera tal o cual hijo». Ramis fue luz y guía del poeta, y este, probablemente, sin ella no hubiera escrito todo lo que le quedaba por escribir.

Una obra grande, importante que le valdría, por último, pero no aún definitivo, el Premio Cervantes en 2013. Entonces andaba despachando su última disidencia, ahora con una sociedad que «tiende cada vez más a la desconexión y a la insolidaridad». Con una de las entrevistas de entonces, que son de hace bien poco, termina el libro, y Bonald diciendo: «Ochenta y siete años son demasiado tiempo. La vida de un hombre debe ser limitada; la cabeza me funciona bien, aunque tengo algunas confusiones de la memoria. Escribo algún que otro poema, claro, pero no más. La vejez es una putada. Además, ya he escrito suficiente». Quién dice que no habrá un próximo libro.


REGRESAR A LA REVISTA