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«Sospecho que será una aventura llena de sorpresas creativas. Las reuniones son estimulantes.» (Foto: Sandra Cartasso)
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iudad Juárez, Chihuahua. 6 de junio de 2014. (RanchoNEWS).- Es el primer escritor latinoamericano en pasar a formar parte del grupo fundado por Raymond Queneau y François Le Lionnais y que busca innovar en el lenguaje con ejercicios de amplios horizontes. Desde Francia, Berti dice estar ganado por «una inmensa alegría». Una nota de Silvina Friera para Página/12:
«Juego, luego escribo.» Aunque no sea el lema de OuLiPo –Ouvroir de Littérature Potentielle, Taller de Literatura Potencial–, creado por Raymond Queneau y François Le Lionnais en 1960, el uso libre y arbitrario de esta frase podría trazar el itinerario de una primera aproximación al grupo, heredero a su manera de los formalistas rusos y del Colegio de Patafísica de Alfred Jarry. Es posible escribir jugando, con reglas y restricciones. Nunca se postuló como una escuela literaria, sino como una suerte de laboratorio al servicio de la literatura. Desde entonces ha aglutinado a célebres integrantes: Georges Perec, Marcel Duchamp e Italo Calvino. Y la familia oulipiana se agranda. Eduardo Berti es el primer escritor argentino y latinoamericano que ha sido elegido por unanimidad –junto con el español Pablo Martín Sánchez– como nuevo miembro del OuLiPo. El autor de La mujer de Wakefield, Todos los Funes y El país imaginado, entre otros, no podrá renunciar a esta condición de por vida. Incluso se lo considerará parte del grupo aun después de muerto.
El escritor francés Hervé Le Tellier, integrante desde 1992, anunció las incorporaciones en Twitter: «OuLiPo tiene dos nuevos integrantes: el argentino Eduardo Berti y el español Pablo Martín Sánchez. Cuarenta, como los ladrones de Alí Babá». Ser miembro de OuLiPo implica «una inmensa alegría» para Berti. «Sospecho que será una aventura llena de sorpresas creativas porque cada vez que me he visto con Marcel Bénabou, con Le Tellier, con Paul Fournel o con otros oulipianos ha sido sorprendente y estimulante. Como nuevo miembro tendré responsabilidades para toda la vida... y más. Los miembros de OuLiPo no pueden renunciar ni dejan de ser oulipianos cuando mueren. En realidad, hay una forma de escapar: Queneau dejó estipulado que la única manera de no ser más oulipiano es suicidarse en presencia de un escribano público, siempre que este último compruebe fehacientemente que la única causa del suicidio fue el deseo de abandonar la comunidad oulipiana. Por ahora descarto este método», bromea el escritor. Tenía 18 o 19 años cuando leyó los Ejercicios de estilo, «ese libro que Queneau escribió y publicó antes incluso de haber fundado OuLiPo y en el que cuenta una misma situación, una misma escena, a partir de perspectivas y formas diferentes». Por entonces también leía a Calvino con gran pasión. Poco después llegarían la novela Zazie dans le metro, también de Queneau, y el descubrimiento de Perec.
«Conseguí los primeros libros colectivos de OuLiPo –La literatura potencial, en su edición de bolsillo de la colección Folio–, en la vieja librería francesa de avenida Córdoba. Recuerdo haber pasado más de una tarde jugando al S+7, tomando un párrafo de un texto y reemplazando cada uno de sus sustantivos por el séptimo sustantivo consecutivo en el diccionario. Mi pasión por estos juegos me llevó a proponer, en la vieja radio pirata que integraba siendo muy joven –El bulo de Merlín–, un sketch insólito que se llamaba «Los vocales», donde cinco tipos, desde un tal Abraham Kaplan hasta un cierto Ulf Schultz, conversaban de los temas más insólitos, cada uno empleando una única vocal. Hablaban de tenis, por ejemplo. ‘El revés de Becker es endeble, el revés de Clerc es excelente’, decía uno. Y el otro respondía: ‘Para nada. Batata la manda hasta las gradas’. Cosas así”, repasa. «Años más tarde, viviendo en Francia, conocí a los miembros actuales de OuLiPo y hubo una innegable simpatía mutua, a primera vista. Hace unos tres años fui invitado de honor a una de sus reuniones mensuales, en las que se detienen en una serie de ítem puntuales, entre ellos la reflexión en torno de nuevas formas. Para mí eso fue como tocar el cielo con las manos», confiesa el nuevo integrante. «Perec y Calvino son dos de los máximos escritores de la segunda mitad del siglo XX, como Borges, Beckett o Nabokov. Escritores tan ineludibles que, tras ellos, no se puede leer ni escribir de la misma manera», afirma Berti. «Lo que me fascina de ambos es que su obra posee una enorme coherencia, pero al mismo tiempo se compone de libros que, a simple vista, parecen muy diferentes. Pienso en la trilogía fabulosa de Calvino, El barón rampante, El vizconde demediado y El caballero inexistente, al lado de las pesadillas cotidianas de Palomar, uno de mis libros favoritos de Calvino, o al lado de la tan macedoniana Si una noche de invierno un viajero. Lo mismo puede decirse del Perec de W o el recuerdo de la infancia, del delicioso Je me souviens o de la monumental Vida, instrucciones de uso, por citar algunos títulos.»
En un artículo que Berti publicó en Radar en agosto de 2007, revelaba que Julio Cortázar recibió una invitación formal de OuLiPo. Aunque el autor de Rayuela la aceptó, no acudió a la reunión. Resulta raro que uno de los escritores más lúdicos de la literatura argentina, «naturalmente» próximo a la propuesta oulipiana, no haya asistido. «La verdad es que no deja de ser una especie de ‘justicia poética’ que OuLiPo sume a un argentino el año en que se celebra el centenario del nacimiento de Cortázar», plantea Berti. «Jacques Jouet escribió una falsa carta de Cortázar en la que, veinte años después de muerto, trata de explicar por qué nunca aceptó la invitación o por qué dijo que iba a ir a la reunión a la que lo invitaron pero nunca acudió o, incluso, por qué no puede recordar que lo hubieran invitado. Para muchos oulipianos fue una gran pena que Cortázar no se sumara. Me consta porque he llegado a hablarlo con ellos. Pero los motivos nunca quedaron del todo claros. Como sea, no hay dudas de que Cortázar era un oulipiano en potencia, si se permite la redundancia. Lo mismo que Max Aub o Walter Abish.»
Berti concibió La mujer de Wakefield (1999) como un ejercicio de reescritura con restricciones. «Se trataba de volver a contar desde otro punto de vista y con una mirada amplificada un cuento ya escrito por otro autor: ‘Wakefield’, de Nathaniel Hawthorne. La restricción fue que no podía cambiar ninguno de los hechos fundamentales del cuento. Pero esto no me impidió escribir un texto diferente, que se toma grandes libertades frente al texto fuente. Esto es algo que aprendí gracias a OuLiPo: que una restricción –una contrainte, como le dicen ellos– suele ser liberadora e inspiradora. Que una invención o un hallazgo formal suelen ser determinante.» ¿Habrá un discurso de ingreso, una charla, algo lúdico, oulipiano?, pregunta Página/12. «No hay ninguna ceremonia ni ningún rito pagano que yo sepa. Salvo que me estén reservando alguna clase de sorpresa para la próxima reunión mensual, a la que asistiré en calidad de nuevo miembro. Como es bien sabido, uno de los objetivos centrales de OuLiPo consiste en pensar y proponer formas creativas, estructuras nuevas para que sean utilizadas por los escritores como les plazca. Todo esto siempre me ha interesado. Pero la perspectiva de debatir estas cuestiones en el marco de un grupo, con compañeros de tamaño calibre, es como mínimo apasionante», subraya Berti desde Burdeos, al sur de Francia, donde está instalado después de seis años de vivir en España, principalmente en Madrid. «Por ahora me quedo en Francia. No sé si mis nuevos compañeros me dejarán escapar... Tal vez esta sea su próxima contrainte.»
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