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El director Richard Linklater llega al estreno de su nueva película, Everybody Wants Some, en el teatro Paramount, en Austin el pasado viernes. (Foto: Rich Fury)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de marzo de 2016. (RanchoNEWS).- Según Ethan Hawke, las películas de Richard Linklater «son ideas que, de alguna manera, todo el mundo tiene». «Cuando vi Slacker pensé: ‘Yo he tenido esa idea’; Antes del amanecer: ‘Quiero hacer una película conmigo y una chica hablando’; Dazed and Confused: ‘Quiero hacer una película sobre graduarse en el instituto», enumera el actor, aunque sabe que al director, y buen amigo, no le gusta mucho oírlo. «Son todas cosas obvias de las que la gente habla, pero también son imposibles de convertir en una película. Y Rick lo ha hecho», concluye Hawke en Dream is destiny, el documental sobre Linkater, un recorrido cronológico y sentimental a su carrera, estrenado este fin de semana en el festival SXSW de Austin. Reporta Irene Crespo desde Austin para El País.
Ese es el secreto y el éxito de Linklater, que se ha pasado 20 años convirtiendo la vida en películas. No es tarea fácil, como vuelve a confirmar este documental que ha dirigido Louis Black, íntimo amigo del director y cofundador del SXSW, pero Linklater lo ha conseguido. Desde Slacker, cuyo acierto fue retratar a una audiencia que aún no se había visto en la pantalla, a la última, Everybody Wants Some, en la que apela con mucho humor —de sonora carcajada— a la nostalgia más pura, la que vive él, a sus 56 años, de su vida universitaria; y con la que inauguró por fin su querido festival de Austin.
A Linklater en Austin todo el mundo le llama Rick. No solo sus amigos y paisanos texanos, como Ethan Hawke, Matthew McConaughey y Louis Black, también el público. «Rick, ¿qué consejo darías a alguien que quiere triunfar en el cine, pero no salir de Austin?», le preguntó el viernes un espectador tras el pase de Everybody Wants Some. Linklater es un héroe local en la capital de Texas. Precisamente, porque a finales de los ochenta se mudó a Austin en vez de a Nueva York o Los Ángeles cuando el sueño de ser jugador de béisbol profesional se vino abajo y decidió que quería ser director de cine y no novelista. Tampoco se fue a Hollywood cuando Hollywood llamó a su puerta tras quedarse sorprendido con Slacker. Aunque sí hizo su siguiente filme, Dazed and Confused, apoyado por la industria, que le abandonó cuando vio el resultado: un retrato de la juventud sin ningún tipo de filtro, con buena música y muchas drogas.
Everybody Wants Some es «secuela espiritual» de Dazed and Confused, según Linklater. Aquella ocurría en el instituto, esta en la universidad. Pero también es una continuación lógica de Boyhood, su película más aplaudida rodada a lo largo de 12 años. En ella, el protagonista, Mason, crecía delante de nuestros ojos y en la última escena conducía hacia la universidad, hacia la vida adulta. En Everybody Wants Some, aunque situada en 1980, el personaje principal, Jake, llega en coche a la que será su residencia universitaria, compartida con su equipo de béisbol. Linklater era Mason y también es Jake. Linklater «pone un pedazo de él en todas sus películas», como dice Hawke en el documental. Y obliga al espectador a ponerlo también. A reconocerse en Mason, en Jake o en Celine y Jesse en cualquier fase de su tríptico del amor, Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes del anochecer.
Linklater decidió ser director de cine porque descubrió que era el mejor medio para encontrarse y expresarse, pero también para «contar historias reales de personas reales». Poco le ha importado lo que Hollywood piense de él porque para él no es más que una herramienta. «Lo llaman ‘industria de los sueños’, pero si te acercas no hay sueños y prefiero pasar mi tiempo soñando sobre historias», dice en el documental titulado no por casualidad Dream is destiny (El sueño es el destino). Linklater soñó que quería ser director y sus sueños fueron alcanzados por su destino.
En estas más de dos décadas de carrera, se ha dedicado a perfeccionar sus habilidades técnicas hasta ser capaz de reproducir en pantalla esas ideas universales, no simples, de las que habla Hawke. Como lo son las que hay detrás de Everybody Wants Some. «Me parece que podría ser mi película número dos por el espíritu joven, pero he podido aportar mucha más experiencia», reconoce.
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