Vista de la exposición en el Centro Botín (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de marzo de 2018. (RanchoNEWS).- Así era su día a día: de nueve de la mañana a dos se encerraba en su taller, hora a la que salía a comer hasta las cuatro. Tras una breve siesta de 15 minutos, dedicaba toda la tarde a responder la correspondencia a mano. Después escuchaba una canción, leía algo de poesía y de siete a ocho, apilando periódicos, cartones, cartulinas, papeles y hojas, trabajaba la mano. Durante la noche dormía, claro, aunque dejaba un papel y lápices en su mesilla porque se despertaba con visiones que dibujaba en su cuaderno. Ya por la mañana los trasladaba a la tela y vuelta a empezar. Así trabajaba el poeta tridimensional del surrealismo. Su proceso creativo, desde que ideaba una escultura hasta que la enviaba a la fundición, se muestra en Joan Miró. Esculturas 1928-1982, que inaugura este martes el Centro Botín de Santander coincidiendo con la publicación de El niño que hablaba con los árboles (Galaxia Gutenberg), la primera biografía internacional del artista escrita por Josep Massot.
El recorrido, dividido en cinco secciones de manera cronológica, permite al visitante adentrarse en su mundo interior e imaginarlo enfrascado en su tarea. El paseo arranca con su primera escultura realizada en 1928, en la antesala del crac americano de 1929. Consiste en un ensamblaje «antiescultórico» en madera en un momento en el que Miró «quería asesinar todos los conceptos preconcebidos de la escultura moderna y buscar objetos desechados haciendo apología del objeto burdo, banal y olvidado aportándoles una nueva vida», explica Joan Punyet Miró, comisario de la exposición junto a María José Salazar. La última, fechada en 1982, está inspirada en un día que fue a comer a La Puñalada (restaurante de Barcelona que cerró) y «una servilleta le sirvió para hacer una escultura de un metro ochenta».
Saioa Camarzana escribe para El Cultural
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