«Sigo considerándome trotskista y creo que una revolución socialista es posible. Un Estado no es posible», afirma Klachko. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de marzo de 2018. (RanchoNEWS).- ¿Cómo fue a parar Mario Klachko, arquitecto y escritor, a un manicomio en Francia, el lugar donde estuvieron la escultora Camille Claudel y el escritor Artonin Artaud? «Igual que Jacobo Fijman, internado a la fuerza. Y los lamentos y los aullidos, si no son los mismos, seguramente se parecían mucho a los que escuchaba Fijman. Por las noches, algunos gritaban hasta que los enfermeros venían a calmarlos, y durante el día vociferaban pero en un tono más bajo, pues si lo aumentaban los llevaban a unos reductos donde los encerraban hasta no se sabía cuándo». El «loco» que narra en primera persona –afectado por una gran depresión y con varios intentos de suicidio– está siempre con un libro en la mano; es un lector empedernido que cuando tiene que contar su pasado como militante político del PRT-ERP adopta una estrategia narrativa extrema y radical: la tercera persona, como si fuera otro, como si se desdoblara en un sujeto que toma distancia para recapitular y cuestionar ciertos aspectos de acciones en las que participó, como el secuestro y asesinato del presidente de Fiat, Oberdan Sallustro, el 21 de marzo de 1972. La novela Ville Evrard (Catalpa), de Klachko, no tiene un gramo de invención, pero usa las principales armas de la ficción y los géneros –el relato autobiográfico al mejor estilo crónica, mezclado con una especie de policial político vertiginoso– para narrar las experiencias vividas.
No es exagerado decir que a Klachko lo curó o lo salvó de la locura la cantidad de libros que leyó en Ville Evrard, el nombre del primer hospital público psiquiátrico en el que estuvo internado. «La lectura me permitía un nivel de abstracción maravilloso. Era el arma que tenía. No escribí una palabra en ninguno de los dos lugares donde estuve internado, pero leía todo el tiempo», recuerda el escritor en la entrevista con PáginaI12, con el orgullo de quien sobrevive a los bajos fondos y extravíos de la mente. «Después de haber escrito un montón de cosas cortas, empecé los primeros capítulos de la novela, donde hay vueltas al pasado, por ejemplo cuando vuelvo al servicio militar, en San Nicolás de los Arroyos. Entonces quise contar todo, desde mi militancia hasta que me vine a Francia», explica Klachko.
Silvina Friera lo entrevista para Página/12
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