Hirokazu Kore-eda recoge la Palma de Oro de manos de la presidenta del Jurado, Cate Blanchett. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de mayo de 2018. (RanchoNEWS).- El año en que el cine asiático ha entregado varias obras de gran calado en la sección a concurso, hay cierta justicia en que la Palma de Oro haya recaído en una de ellas. Shoplifters del japonés Hirokazu Kore-eda no es quizá la que proponga los mejores argumentos cinematográficos (esa sería Burning del coreano Lee Chang-dong), pero el premio está justificado y su relevancia no es estrictamente fílmica, también de carácter social. En la línea de los mejores trabajos del japonés dedicados a las crónicas de familia (de Nadie sabe a Tal padre, tal hijo), Shoplifters es su mejor filme en años. Narra una historia de subsistencia familiar en la marginación social con la pensión de la abuela y robando en supermercados. La familia acoge en su populoso hogar (abuela, padres, tía, varios hijos) a una niña maltratada por sus padres que ha huido de casa. Kore-eda contiene esta vez el énfasis melodramático de otras propuestas, aunque el relato da para ello, y arma una conmovedora crónica de supervivencia prestando atención al desarrollo de los personajes y las relaciones que establecen entre ellos por encima de los giros de guion o los golpes bajos. Shoplifters, cuyo título en francés es Une affaire de famille, propone una lúcida mirada sobre el concepto mutante de la organización familiar, que se resquebraja para dar paso a otras formas de relación. No falta el deseo de despertar el ternurismo, pero Kore-eda sabe cuándo poner el freno y conoce el valor de una imagen justa.
Precisamente el teórico de la «image juste», Jean-Luc Godard, no se ha marchado de vacío (aunque solo estuvo aquí vía Face Time, en una de las ruedas de prensa más delirantes que se recuerdan del festival) y el jurado ha tenido a bien otorgarle, de forma insólita, una Palma de Oro Especial. También se salda con justicia este premio extraordinario si tenemos en cuenta que Godard compite realmente en una dimensión paralela a la del resto de cineastas. Su nuevo ensayo Le livre d'image es otro capítulo que añade más gloria, lucidez y complejidad al proyecto magno que arrancó en sus Histoire(s) du cinema hace treinta años. El premio a Mejor Dirección para el polaco Pawel Pawlikowski es más que merecido, pues el romance en blanco y negro de Cold War está narrado con la maestría de un esteta que no entiende la belleza de las imágenes como anexos a la historia, sino que determinan su esencia y energía. El autor de Ida emociona con una historia de amor entre dos músicos que recorre quince años y diversos países europeos, contrapunteando las turbulencias románticas con las transformaciones políticas y sociales de un continente dividido. Lo hace además apelando a unas formas cinematográficas que se contagian sutilmente de las cinematografías del tiempo y lugar que retratan, sea el cine soviético de propaganda, Fassbinder, la Nouvelle Vague o Tarkovsky. Tres grandes temas han recorrido la 71 edición del festival: el amor constante, las crónicas de supervivencia y las películas-compendio, y Cold War de Pawlikowski parecía reunir los tres sin ponerlos nunca en colisión.
Carlos Reviriego escribe la crónica para El Cultural
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