Edith Sitwell, retratada en 1962. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 30 de mayo de 2018. (RanchoNEWS).- Fotógrafo, escenógrafo, escritor, pintor... Es inútil intentar encerrar el genio de Cecil Beaton (Londres, 1904 - Salisbury, 1980) en una sola disciplina artística. Su exquisita y aguda mirada fue más allá de cualquiera de los oficios que practicó. Recibió tres oscars a lo largo de su vida por la dirección de arte y el vestuario de películas que sin él serían impensables. En la más famosa, My Fair Lady (George Cukor, 1964), dio rienda suelta a tanto conocimiento y fantasía que sus decorados y vestidos han trascendido épocas, modas y gustos. Pero por encima de todo, la fotografía fue su más constante compañera y por eso la exposición que ayer se inauguró en las salas de la Fundación Canal dentro del programa de PHotoEspaña es una oportunidad única (jamás se le había dedicado una retrospectiva en España) para conocer el trabajo de un verdadero maestro del retrato y del encuadre. Beaton comprendió como pocos el valor profundo de la belleza y la elegancia, dos palabras que de tanto regalarlas hoy han perdido su verdadero significado, que él sí supo otorgarles.
«Fue un hombre del renacimiento», señalaba ayer una de la comisarias, Oliva María Rubio, mientras Joanna Ling, también comisaria y encargada del archivo del artista depositado en Sotheby's, explicaba la naturaleza compleja de un hombre que disfrutó de toda la gloria (en 1968 la National Portrait Gallery le dedicó la primera exposición dedicada a un fotógrafo vivo en un museo nacional británico) pero que siempre vivió lastrado por cierto complejo de clase.
Elsa Fernández-Santos escribe para El País
REGRESAR A LA REVISTA