Philip Roth y su segunda esposa, la actriz Claire Bloom, cerca de su casa en marzo de 1990. (Foto: Ian Cook)
C iudad Juárez, Chihuahua. 24 de mayo de 2018. (RanchoNEWS).- Philip Roth era un escritor tan inteligente, tan dotado para el conocimiento de la vida y las sociedades humanas que parecía estar por encima de la ordinariez de la muerte. Había en él una altitud moral, una energía apolínea capaz de enfrentar la sordidez de la vida. El autor de El lamento de Portnoy (1969) había dejado claro que iba a hacer de la literatura un sanatorio en donde exhibir la condición humana a las alturas de la segunda mitad del siglo XX. Ese ha sido su teatro de operaciones: la deriva existencial y colectiva de los seres humanos a partir de 1970 hasta la primera década del siglo XXI.
Todas las perturbaciones políticas, sexuales, laborales, religiosas, de estos últimos cincuenta años iban a pasar por la mirada de Roth. Una mirada que siempre me pareció dura y a la vez serena. Por eso, la muerte de Roth tiene algo de debilidad incomprensible. Por una razón: Roth fue la gran inteligencia literaria americana, el número uno a la hora de explicarnos qué es la vida o qué ha sido la vida en estas última décadas. Sin duda, ha servido bien a los EE UU. Ha sido un gran intérprete de la sociedad americana. Y ha hecho algo trascendental: ha convertido la odisea de ser ciudadano estadounidense en un asunto universal.
El texto de Manuel Vilas es publicado por El País
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