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jueves, octubre 19, 2006

Literatura / España: Abre Yuri Andrujovich, la tercera edición de la fiesta de la literatura Kosmópolis.

Yuri Andrujovich, retratado en Barcelona. (Foto:GIANLUCCA BATTISTA)

B arcelona, España 19 de Octubre 2006. (JACINTO ANTÓN /EL PAÍS).-Un escritor que lee el pasado en el palimpsesto de las ruinas, un escritor que cree que la de su nación es "la multiculturalidad de los cementerios", un escritor que considera que no le queda otra opción que defender los parajes que se desmoronan ante sus ojos. Ése es el ucranio Yuri Andrujovich (Ivano Frankivska, 1960), una poderosísima voz, conmovedora e irónica, que llega de un confín de Europa. Andrujovich, novelista y poeta cuya obra se ha convertido en referencia en la transición de su país y del que acaba de publicarse su colección de ensayos El último territorio (Acantilado), abrió ayer la tercera edición de la fiesta de la literatura Kosmópolis en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.

La bellísima literatura de Yuri Andrujovich habla de cosas antiguas y nuevas, de fortalezas de los caballeros teutónicos y de pillos reventadores de pisos; de Lviv, la ciudad del león, con su perdida mezquita tártara, y de Chernóbil -que significa "ajenjo"-, donde ocurrió la "catástrofe con amargo sabor de Apocalipsis", a 100 kilómetros de su casa. Habla Andrujovich de su abuela, que vio pasar al archiduque Francisco Fernando camino de Sarajevo, y de la pesadilla del metro de Kiev. Habla de fieros atamanes de hachas relucientes, de la momia extraviada del voivoda conde Potocki y de los cabezas rapadas con chándal que pululan por su ciudad. Del poeta Taras Shevchenko, cuyos bigotes fueron bautizados como "los sollozos de Ucrania", del vodka, de la emigración y de la mafia ucrania, de lo bizantino y de Celan. Una europeidad, la suya, fascinantemente distinta y a la vez tan ceñida a la nuestra.

Una relación de amor y odio con ese espacio "en ninguna parte entre dos mundos" que es Ucrania atraviesa los ensayos de El último territorio.

"Quizá lo que domina es la desesperación y el desencanto", señala Andrujovich, un hombre de aspecto fieramente romántico, a lo Lermontov.

"Siento decepción por todo aquello que no se llevó a cabo, porque no se consumara la esperanza que teníamos en 1991".

Y es que pese a que Andrujovich plasma en El último territorio una maravillosa "geopoética", una poética bachelardiana de los lugares de su región instalada "en la frontera casi de la No Europa", la política es una referencia ineludible al hablar con él. La revolución naranja, el proceso de implantación democrática en Ucrania en 2004, ha supuesto, explica, grandes conquistas, como la de la libertad de prensa, en un país en el que no era raro que un periodista opositor apareciera desollado y sin cabeza en un bosque. Pero muchos cambios se han quedado en el tintero. "Creíamos que los viejos esquemas se romperían con la revolución naranja y que se haría verdad el grito de '¡los bandidos a la cárcel!', pero no ha sido así".

Sorprende en los textos de Andrujovich hallar una nostalgia del pasado austrohúngaro, del imperio en el que se ubicó su Galitzia natal.

"Es una región con un paisaje cultural muy diverso del que puedes seguir los estratos, un verdadero palimpsesto. Lo triste es que todo ese pasado se va a perder en el mundo de hoy. Hoy, cuando hablamos de esa multiculturalidad, hablamos ya del pasado. Es la multiculturalidad de los cementerios".

Andrujovich continúa: "Como escritor, creo que puedo hacer algo porque eso no se pierda, dar un nuevo futuro a ese antiguo mundo".

De la ironía que contrapuntea sus escritos dice que es una vía "para recobrar nueva esperanza", una forma de "ser positivo". Y de su manera de escribir, hecha de percepciones fugaces, cotidianidad y poesía, con pinceladas oníricas y fantásticas, dice que es para él "la única manera de entender" su país.

Se dice que si rascas a un ruso aparece un tártaro. ¿Si se rasca a un ucranio surge el cosaco? Andrujovich ríe. "Es un asunto peligroso; nuestro pasado cosaco es importante, pero hemos hecho de eso un tema kitsch. Los cosacos son la encarnación de la anarquía ucrania. La palabra cosaco viene del turco quzzaq, 'hombre libre".