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Torso de Vishnú. (Foto: Marcel·Lí Sàenz )
B arcelona, 1 de agosto, 2007. (Catalina Serra/El País).- «La divinidad se acerca de buen grado si las imágenes son bellas», dice el Vishnu-dharmottara, antiguo texto indio dedicado a las artes. También los humanos se acercarán con gusto a ver las extraordinarias piezas que integran la exposición La escultura en los templos indios. El arte de la devoción, que hasta el 18 de noviembre puede verse en Caixafòrum Barcelona y posteriormente en la sede que la entidad financiera abrirá a finales de año en Madrid. Y la razón también es la belleza de las 188 obras, algunas de una calidad excepcional, procedentes de colecciones privadas y públicas europeas. La mitad de las piezas exhibidas procede del Victoria & Albert Museum de Londres, donde Joseph Guy, comisario de la muestra, es conservador especializado en arte asiático, y otro bloque importante, del British Museum de Londres.
La contemplación de estas esculturas, sensuales o terribles, que de todo hay, llenas de detalles decorativos y en algunos casos de una fineza en la ejecución notable, es de por sí un festín estético que se incentiva, además, por la curiosidad que despiertan sus historias. Pero la exposición, además, tiene un planteamiento temático que, pese a la escasez de elementos didácticos, permite adentrarse en el fascinante mundo de la religiosidad india, ya que todas las piezas tuvieron una función religiosa.
«Lo que da unidad y coherencia a la exposición es la devoción», explica Guy. El montaje rehúye la cronología -aunque hay obras desde el siglo II hasta el siglo XVII- para concentrarse en algunos de los elementos que definen esta religiosidad. Así, al principio se presentan imágenes relacionadas con el culto a las divinidades naturales, desde ríos a árboles, y la posterior aparición de los también múltiples dioses del panteón hinduista. Éste está presidido por tres dioses principales: Shiva (que representa la energía creativa y su posibilidad destructora); Vishnú (que protege al universo de la desintegración y restaura el orden), y Devi (que personifica el poder femenino). Pero cada uno de estos dioses tiene múltiples representaciones y personalidades por lo que la identificación resulta compleja para un profano. Aquí el interesante catálogo puede ser de gran ayuda. «La escultura india materializa un concepto abstracto y de ahí su complejidad», justifica Guy.
Hecho este primer apunte, la exposición se adentra en el templo. «No son tan antiguos como pensamos a veces, comenta el comisario, hasta el siglo V después de Cristo no aparece el primer templo con una estructura estándar y es entonces cuando las esculturas se incorporan como un elemento más del santuario». El ámbito se abre con una salita dedicada al sancta sanctorum que está presidida por una imagen de Shiva en forma de linga (falo), su representación más sagrada, aunque la más conocida en Occidente, también presente en la muestra, es aquella en la que aparece como Señor de la Danza bailando la tandava.
El grueso de la muestra se dedica al hinduismo -religión mayoritaria aún hoy en India-, pero dos ámbitos ponen el foco en el budismo y el jainismo -las dos religiones reformistas que surgieron hacia el siglo V después de Cristo- con imágenes y objetos relacionados con su culto que en ocasiones se confunden y mezclan con el de las divinidades hinduistas. El montaje se cierra con una sala dedicada a las procesiones, desfiles de dioses que se realiza fuera de los templos con copias en bronce y de menor tamaño que las esculturas en piedra del interior del templo, y que en muchos casos son también de gran belleza. La mayoría del arte indio, aunque muy reglamentado, es anónimo. «Conocemos mejor a los Medici que a los Miguel Ángel del arte indio porque hay más documentación de los donantes», comenta Guy. «En la selección de todos los objetos hemos buscado que fueran de un nivel estético muy elevado. Son piezas importantes, objetos únicos que se han visto pocas veces en público y que pueden ser consideradas obras maestras».
Los ingleses, ya se sabe, «rescataron» muchas de estas piezas, las estudiaron y guardaron celosamente en sus museos mientras India era una colonia. «Aunque son imágenes devocionales en su origen, casi todas ellas fueron encontradas en excavaciones arqueológicas de templos en ruinas, aunque algunas debieron de estar en su momento en el mercado negro», comenta Guy. «Pero no hay ninguna reclamación del Gobierno indio por lo que respecta a las obras de esta exposición».
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