Daína Chaviano.
José David Cano
Cuando la gente y la crítica ya se habían acostumbrado a que la obra de Daína Chaviano hablara de hadas, unicornios y dragones, la escritora cubana dio un giro de 180 grados y sorprendió entonces con un nuevo libro, llamado El hombre, la hembra y el hambre. Una novela muy cercana a la realidad de su país, Cuba, pero vista desde el exilio.
Sin embargo, se le «fue» a la globalización y el libro en cuestión nunca llegó a México ni a Latinoamérica. Circuló por parte de Europa y en España, donde ganó el premio Azorín de Novela. Ahora ya ha sido editado, y corregido por su pro- pia autora, y se encuentra en circulación en nuestro país ba- jo el sello de Nueva Imagen.
En esta novela, Daína Chaviano presenta un mundo pleno de erotismo y magia: una Cuba mística y desconocida pero a la vez drásticamente actual, donde la política se opone a la pasión, al instinto. Y donde el tema central, en el que confluyen personajes y acción, es un hambre de tres rostros: el hambre física, el hambre espiritual y una profunda hambre de amor.
-Entiendo que el libro pertenece además a una serie llamada «La Habana oculta». ¿Qué le llevó a escribir esta serie, y en particular esta novela?
-Desde que tengo uso de razón, siempre había escrito ciencia ficción y fantasía. Empecé a escribir mis primeros cuentos cuando tenía nueve o diez años, y eran de estos géneros. Sin embargo, conforme fui creciendo, y todavía estando en Cuba, comencé a sentir esa necesidad de decir ciertas cosas, cosas que veía, que me estaban afectando, que me dolían, y que, por las razones que conocemos, no podía decir en mi país. Cuando dejé Cuba ya sentía la necesidad de dejarle a mi generación una memoria de esto que hemos vivido, de los dolores, de las tristezas, de las frustraciones, de las esperanzas que tuvimos un día y que, por lo menos yo, sentí que habían desaparecido, que las habíamos perdido. Así que inicié esta serie, que titulé «La Habana oculta»; en un principio tenía la intención de que fueran nueve novelas, aunque las dejé en cuatro, finalmente.
-¿Quería mostrar esa Cuba que a veces ocultan las agencias de viajes?
-Sí. En primer lugar, como te decía, quería abordar una serie de historias que reflejaran cuestiones que había visto a mi alrededor, que había vivido. Sin embargo, no quería hacer, de ninguna manera, un panfleto político. Para mí, la literatura es literatura. Así que odio los panfletos, ya que no pretendo hacer ninguna crítica a ningún sistema ni nada de eso. Simplemente quería reflejar dolores, frustraciones, tristezas y, claro, esperanzas. Por eso mismo, al escribir estas diferentes historias, quise abordar cuestiones que tuvieran que ver con la espiritualidad del ser humano. Siempre he trabajado mucho con esos aspectos que llaman parapsicológico, pero también religiosos e históricos de la humanidad. En este caso quise que cada personaje tuviera, digámoslo así, una vida pública dentro de la novela; y, a la vez, que su mundo interior reflejara diferentes aspectos de la espiritualidad humana.
-Supongo que, en este caso, el fenómeno parapsicológico es la medio- unidad de Claudia.
-Así es. Claudia es una mujer que tiene guías espirituales que son muertos, que habla con ellos, y le indican diferentes cosas. Pero, además, son muertos que representan diversos símbolos, que son significativos. Uno de ellos es el espíritu de una negra (que fue esclava). El otro es el espíritu de un indio (como se sabe, la raza indígena cubana fue exterminada por los españoles). El otro es un chino mulato, que es un personaje casi satánico. Estos tres personajes, que representan etnias diferentes de la nacionalidad cubana, no están por gusto ahí, representan diferentes aspectos de mi país...
-¿Se vale de estos recursos -magia y espiritismo- porque le inspiran o porque detesta la realidad?
-Por las dos razones. Por un lado, a mí no me gusta la realidad tal y como la vemos, tal y como está. Lo debo de confesar: la realidad me parece muy sórdida, muy violenta, muy mala. No me gusta lo que veo. Al mismo tiempo, siempre he tratado de explorar ese tipo de fenómenos parapsicológicos. Desde niña he tenido estas experiencias que aparecen en el libro, como tener contacto con vidas anteriores mías. Incluso he hecho experimentos de diferentes tipos (relacionados sobre todo con aspectos parapsicológicos) con psicólogos en laboratorios. Así que he tenido vivencias que, al menos a mí, me han demostrado que la realidad es mucho más que lo que vemos a primera instancia. Hoy me he dado cuenta que no veo al mundo como lo ven otros seres humanos. Cuando miro algo, por ejemplo, busco inmediatamente relacionarlo con la prehistoria, con lo que sucedió ahí años atrás, con lo que hay en el entorno y no vemos. Mi mundo se parece mucho al de mis personajes: así como ellos tienen esa dualidad, yo también la tengo: están inmersos en esa realidad que los puede aplastar, pero, al mismo tiempo, también pueden encontrar la luz.
-Sin embargo, la gente tiende a confundir el espiritismo con la santería. Consideran que ambos términos son lo mismo.
-Tienes razón. A veces me canso de explicarle a la gente que el espiritismo no tiene nada que ver con la santería. La santería es una forma de religiosidad muy particular de una porción de la población cubana. Yo creo en la existencia de otras dimensiones, que están ahora mismo aquí, alrededor nuestro. Eso me reconcilia con la realidad. Porque creo que hay, pese a todo, magia en la realidad. Ha existido desde que el ser humano comenzó a vivir en las cavernas. La magia nunca se ha desligado del desarrollo de la humanidad. A través de la historia ha adoptado múltiples variantes para su proyección, pese a que el camino racional, lógico y materialista que adoptó la evolución del hombre ha hecho que esta modalidad de lo espiritual sea despreciada o subvalorada. Por eso, desde mi punto de vista, creo que la magia es mucho más interesante que la realidad.
Cuando la gente y la crítica ya se habían acostumbrado a que la obra de Daína Chaviano hablara de hadas, unicornios y dragones, la escritora cubana dio un giro de 180 grados y sorprendió entonces con un nuevo libro, llamado El hombre, la hembra y el hambre. Una novela muy cercana a la realidad de su país, Cuba, pero vista desde el exilio.
Sin embargo, se le «fue» a la globalización y el libro en cuestión nunca llegó a México ni a Latinoamérica. Circuló por parte de Europa y en España, donde ganó el premio Azorín de Novela. Ahora ya ha sido editado, y corregido por su pro- pia autora, y se encuentra en circulación en nuestro país ba- jo el sello de Nueva Imagen.
En esta novela, Daína Chaviano presenta un mundo pleno de erotismo y magia: una Cuba mística y desconocida pero a la vez drásticamente actual, donde la política se opone a la pasión, al instinto. Y donde el tema central, en el que confluyen personajes y acción, es un hambre de tres rostros: el hambre física, el hambre espiritual y una profunda hambre de amor.
-Entiendo que el libro pertenece además a una serie llamada «La Habana oculta». ¿Qué le llevó a escribir esta serie, y en particular esta novela?
-Desde que tengo uso de razón, siempre había escrito ciencia ficción y fantasía. Empecé a escribir mis primeros cuentos cuando tenía nueve o diez años, y eran de estos géneros. Sin embargo, conforme fui creciendo, y todavía estando en Cuba, comencé a sentir esa necesidad de decir ciertas cosas, cosas que veía, que me estaban afectando, que me dolían, y que, por las razones que conocemos, no podía decir en mi país. Cuando dejé Cuba ya sentía la necesidad de dejarle a mi generación una memoria de esto que hemos vivido, de los dolores, de las tristezas, de las frustraciones, de las esperanzas que tuvimos un día y que, por lo menos yo, sentí que habían desaparecido, que las habíamos perdido. Así que inicié esta serie, que titulé «La Habana oculta»; en un principio tenía la intención de que fueran nueve novelas, aunque las dejé en cuatro, finalmente.
-¿Quería mostrar esa Cuba que a veces ocultan las agencias de viajes?
-Sí. En primer lugar, como te decía, quería abordar una serie de historias que reflejaran cuestiones que había visto a mi alrededor, que había vivido. Sin embargo, no quería hacer, de ninguna manera, un panfleto político. Para mí, la literatura es literatura. Así que odio los panfletos, ya que no pretendo hacer ninguna crítica a ningún sistema ni nada de eso. Simplemente quería reflejar dolores, frustraciones, tristezas y, claro, esperanzas. Por eso mismo, al escribir estas diferentes historias, quise abordar cuestiones que tuvieran que ver con la espiritualidad del ser humano. Siempre he trabajado mucho con esos aspectos que llaman parapsicológico, pero también religiosos e históricos de la humanidad. En este caso quise que cada personaje tuviera, digámoslo así, una vida pública dentro de la novela; y, a la vez, que su mundo interior reflejara diferentes aspectos de la espiritualidad humana.
-Supongo que, en este caso, el fenómeno parapsicológico es la medio- unidad de Claudia.
-Así es. Claudia es una mujer que tiene guías espirituales que son muertos, que habla con ellos, y le indican diferentes cosas. Pero, además, son muertos que representan diversos símbolos, que son significativos. Uno de ellos es el espíritu de una negra (que fue esclava). El otro es el espíritu de un indio (como se sabe, la raza indígena cubana fue exterminada por los españoles). El otro es un chino mulato, que es un personaje casi satánico. Estos tres personajes, que representan etnias diferentes de la nacionalidad cubana, no están por gusto ahí, representan diferentes aspectos de mi país...
-¿Se vale de estos recursos -magia y espiritismo- porque le inspiran o porque detesta la realidad?
-Por las dos razones. Por un lado, a mí no me gusta la realidad tal y como la vemos, tal y como está. Lo debo de confesar: la realidad me parece muy sórdida, muy violenta, muy mala. No me gusta lo que veo. Al mismo tiempo, siempre he tratado de explorar ese tipo de fenómenos parapsicológicos. Desde niña he tenido estas experiencias que aparecen en el libro, como tener contacto con vidas anteriores mías. Incluso he hecho experimentos de diferentes tipos (relacionados sobre todo con aspectos parapsicológicos) con psicólogos en laboratorios. Así que he tenido vivencias que, al menos a mí, me han demostrado que la realidad es mucho más que lo que vemos a primera instancia. Hoy me he dado cuenta que no veo al mundo como lo ven otros seres humanos. Cuando miro algo, por ejemplo, busco inmediatamente relacionarlo con la prehistoria, con lo que sucedió ahí años atrás, con lo que hay en el entorno y no vemos. Mi mundo se parece mucho al de mis personajes: así como ellos tienen esa dualidad, yo también la tengo: están inmersos en esa realidad que los puede aplastar, pero, al mismo tiempo, también pueden encontrar la luz.
-Sin embargo, la gente tiende a confundir el espiritismo con la santería. Consideran que ambos términos son lo mismo.
-Tienes razón. A veces me canso de explicarle a la gente que el espiritismo no tiene nada que ver con la santería. La santería es una forma de religiosidad muy particular de una porción de la población cubana. Yo creo en la existencia de otras dimensiones, que están ahora mismo aquí, alrededor nuestro. Eso me reconcilia con la realidad. Porque creo que hay, pese a todo, magia en la realidad. Ha existido desde que el ser humano comenzó a vivir en las cavernas. La magia nunca se ha desligado del desarrollo de la humanidad. A través de la historia ha adoptado múltiples variantes para su proyección, pese a que el camino racional, lógico y materialista que adoptó la evolución del hombre ha hecho que esta modalidad de lo espiritual sea despreciada o subvalorada. Por eso, desde mi punto de vista, creo que la magia es mucho más interesante que la realidad.