Desde siempre Lourdes Grobet (DF, 1940) ha cargado con el estigma en México de ser considerada una ''mala fotógrafa'', algo que le tiene sin cuidado porque nunca ha sido una retratista ortodoxa y tradicional. Más bien se ha preocupado por vivir su momento histórico.
Educada dentro del ámbito de las artes plásticas, pero inmersa en la explosión tecnológica de los medios de comunicación masiva, el quehacer artístico de Grobet ha tomado -y lo sigue haciendo- diferentes direcciones.
Ahora su producción de 35 años se ha reunido en el grueso libro bilingüe español/inglés, Lourdes Grobet: al filo del ojo (Editorial Turner, 2005), que será presentado con baile y performance el martes 17 a las 19:30 horas en el Museo Universitario del Chopo (Dr. Enrique González Martínez 10, colonia Santa María la Ribera).
Encuentro con Mathias Goeritz
Gracias a que su mamá no quiso que se inscribiera en San Carlos, Grobet tuvo la fortuna de que su familia la mandara ''a la Ibero, con los padrecitos''.
La Universidad Iberoamericana resultó ser el ''mero lugar'', porque estaba allí Mathias Goe-ritz, quien trataba de hacer ''una antiacademia y acabar con los procesos anquilosados y viejos del estudio académico griego''.
Fue fundamental el encuentro de Grobet con Goeritz, como después lo fue con Gilberto Aceves Navarro y El Santo. ''Teníamos los mejores maestros de México. Kati Horna impartía la clase de fotografía que, por vez primera, se ubicaba dentro de las artes plásticas'', expresa Grobet.
Luego, los procesos vitales del crecimiento, que siempre son dolorosos, la llevaron a París en 1970, donde se encontró con el esplendor del arte kinético.
Allí fue donde Grobet advirtió que la tecnología ya formaba parte de la expresión artística: ''Leía a Marcuse, a McLuhan, y estaba metida en el momento histórico en que la obra única ya no tenía el sentido que tenía una expresión masiva. En efecto, supe que debía recurrir a un medio masivo del momento''.
De regreso a México, la artista quemó todo su trabajo anterior. La única pintura que se salvó cuelga en la pared del departamento de su hijo Xavier Pérez Grobet, lugar de la entrevista. Entonces, empezó a hacer fotografía, pero como tenía la mentalidad del artista plástico, pasó esos conocimientos a la foto.
La idea de hacer el libro nació de unos cursos que Grobet impartió en Inglaterra: ''Al hablar sobre lo que es la historia de la fotografía en México, dije que en los años 70 la gente estaba instalada en el volcán y el indio. Me negué siempre a hacer este tipo de imágenes. Entonces, uno de los chavos de la escuela me preguntó: '¿oye, y tú trabajo? 'Dije, deveras, sería bueno reunirlo''.
En 1996 Grobet montó la exposición La Filomena, en el Centro de la Imagen, donde ''contextualicé todo el trabajo, lo que me cerró esta parte de la pintora, porque dije, ya di por muerta a la fotografía en el sentido tradicional de la palabra y como mi medio de expresión. Eso me da la oportunidad de buscar otros campos''.
De hecho, en la actualidad Grobet está dedicada al video experimental y la digitalización en espacios virtuales. La galería neoyorquina Bruce Silverstein se ha interesado por promover su trabajo y le organiza una exposición para septiembre.