George Yúdice
Carmen García Bermejo
En América Latina, las industrias culturales deberán ser consideradas como empresas estratégicas prioritarias debido a que no sólo generan recursos económicos sino fortalecen también la identidad de los pueblos. De ahí la necesidad de reforzar acuerdos bilaterales y multilaterales sobre la libre circulación de bienes y servicios culturales en la región.
Esto lo afirma el director del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe y profesor de la Universidad de Nueva York, George Yúdice, quien se encuentra en México con motivo de su participación en el laboratorio «Los Conflictos Culturales en el Futuro de las Ciudades». El también autor de El recurso de la cultura: usos de la cultura en la era global (Gedisa) explica que en América Latina se necesita otorgarle una gran prioridad a las industrias culturales para el desarrollo de los países, ya que no sólo las maquiladoras, el petróleo o el café proporcionan beneficios económicos a las naciones, sino también las industrias editorial, discográfica, cinematográfica y audiovisual tienen una incidencia económica y social sobre el desarrollo de las naciones.
Yúdice explica que pese a la batalla que los países latinoamericanos libran con las transnacionales, tienen una óptima producción de bienes culturales internos: "Pero el gran reto que las industrias culturales enfrentan -afirma- es la distribución. Por ejemplo, México acaba de recuperar su producción de cine. Sin embargo, poco puede hacer cuando se trata de la distribución de sus filmes. Es decir, el problema ya no está en la producción sino en contar con canales de distribución que permitan difundir sus productos culturales. Aquí el trabajo que se debe hacer es sensibilizar más a los políticos sobre los riesgos que corren sus naciones al no establecer el impulso de sus industrias culturales y dejarlas desprotegidas dentro de los mecanismos naturales del mercado global."
Para el también coautor, con Toby Miller, de Política cultural (Gedisa), México también tiene el enemigo en casa, ya que no sólo las empresas transnacionales apabullan la distribución cinematográfica sino las empresas tele- visivas se comportan como cualquier transnacional: "Si uno analiza la oferta que Televisa ofrece a la sociedad -apunta- podemos ver que en esa empresa no hay cabida para proyectar aunque sea un porcentaje de todo lo que se produce en el país en materia de cine y audiovisuales. Se necesitan tener políticas regionales y locales en los países para fortalecer las industrias culturales internas. Una de las formas de conseguir ese objetivo es que los gobiernos de las ciudades centrales promuevan la creación de canales públicos de televisión que fomenten la salida de la producción audiovisual, aunado a la labor de difusión que las cinetecas deben emprender. Es decir, encontrar otros sistemas de distribución para la producción nacional."
Yúdice explica a EL FINANCIERO que, por ejemplo, la gran maquinaria de Hollywood no se basa sólo en la distribución masiva de su producción, también invierte un enorme presupuesto en el marketing (audiencia). Lo cual consigue porque esta industria es apoyada con recursos locales; es decir, el gobierno federal impulsa la cinematografía estadounidense en las negociaciones del comercio internacional y las economías locales de muchas ciudades otorgan el subsidio para la producción. Esto es, las ciudades ayudan a sus industrias culturales para que tengan una mayor rentabilidad.
En entrevista, el especialista indica que colocar a la cultura como desarrollo de los pueblos debe entenderse de manera integral porque no significa que sólo tiene un rendimiento económico sino también mantiene un beneficio social, ya que no se trata de simples productos pues contienen, asimismo, ideo- logía y valores: "Lo que debe quedar aquí claro -añade- es que usar, por ejemplo, el patrimonio arqueológico o histórico o las fiestas tradicionales de los pueblos milenarios como mero pretexto para el comercio es riesgoso para una nación por los grados de destrucción de identidad a los que se puede llegar. Si lo que se fomenta es la ganancia, se le da entrada a cadenas industriales que ponen su maquinaria sobre las tradiciones culturales tergiversando el contexto de la región y fracturando la cohesión social que una manifestación cultural provoca entre los habitantes."
Yúdice considera que los países latinoamericanos necesitan revalorar de qué manera participan con sus industrias culturales dentro del sistema de comercio mundial. Por ejemplo, Brasil ha construido una red con China, India y África del Sur para propiciar un cambio en las negociaciones que Estados Unidos y Japón proponen en la OMC para que el régimen de propiedad intelectual sea un servicio y no un derecho. Conforme esa red vaya adquiriendo fuerza, esos países tendrán más posibilidades de negociación en los foros mundiales de comercio: "Pero como México está tan pegado a Estados Unidos -recuerda-, en esas negociaciones suele votar con los estadounidenses. Aunque no creo que los intereses de los mexicanos sea establecer sus industrias culturales como productoras de simples mercancías. Claro que México, al estar dentro de la economía de Norteamérica, tiene ciertos beneficios; pero sus industrias culturales sufren un perjuicio. Hay países latinoamericanos que van a presionar y buscar aliados para cambiar los términos de negociación en la OMC y no incluir a la cultura como mercancía."
Yúdice también es titular de la Red Interamericana de Estudios Culturales. Desde su perspectiva, México tuvo un error al no excluir de las negociaciones del TLC sus industrias culturales, como sí lo logró hacer Canadá y, recientemente, Chile: "Quizás México pueda subsanar ese desacierto en el contexto del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Ahí es donde podría renegociar la excepción para sus industrias culturales. Aquí podrían unírsele los países centroamericanos, porque en el recién firmado Acuerdo de Libre Comercio de América Central que establecieron con Estados Unidos ninguno negoció una excepción para sus industrias culturales. Por lo tanto, tendrán que darle el rango de nación más favorecida o como si fuera una empresa nacional a cualquier empresa transnacional que ingrese a la región, tal y como sucede en México."
En América Latina, las industrias culturales deberán ser consideradas como empresas estratégicas prioritarias debido a que no sólo generan recursos económicos sino fortalecen también la identidad de los pueblos. De ahí la necesidad de reforzar acuerdos bilaterales y multilaterales sobre la libre circulación de bienes y servicios culturales en la región.
Esto lo afirma el director del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe y profesor de la Universidad de Nueva York, George Yúdice, quien se encuentra en México con motivo de su participación en el laboratorio «Los Conflictos Culturales en el Futuro de las Ciudades». El también autor de El recurso de la cultura: usos de la cultura en la era global (Gedisa) explica que en América Latina se necesita otorgarle una gran prioridad a las industrias culturales para el desarrollo de los países, ya que no sólo las maquiladoras, el petróleo o el café proporcionan beneficios económicos a las naciones, sino también las industrias editorial, discográfica, cinematográfica y audiovisual tienen una incidencia económica y social sobre el desarrollo de las naciones.
Yúdice explica que pese a la batalla que los países latinoamericanos libran con las transnacionales, tienen una óptima producción de bienes culturales internos: "Pero el gran reto que las industrias culturales enfrentan -afirma- es la distribución. Por ejemplo, México acaba de recuperar su producción de cine. Sin embargo, poco puede hacer cuando se trata de la distribución de sus filmes. Es decir, el problema ya no está en la producción sino en contar con canales de distribución que permitan difundir sus productos culturales. Aquí el trabajo que se debe hacer es sensibilizar más a los políticos sobre los riesgos que corren sus naciones al no establecer el impulso de sus industrias culturales y dejarlas desprotegidas dentro de los mecanismos naturales del mercado global."
Para el también coautor, con Toby Miller, de Política cultural (Gedisa), México también tiene el enemigo en casa, ya que no sólo las empresas transnacionales apabullan la distribución cinematográfica sino las empresas tele- visivas se comportan como cualquier transnacional: "Si uno analiza la oferta que Televisa ofrece a la sociedad -apunta- podemos ver que en esa empresa no hay cabida para proyectar aunque sea un porcentaje de todo lo que se produce en el país en materia de cine y audiovisuales. Se necesitan tener políticas regionales y locales en los países para fortalecer las industrias culturales internas. Una de las formas de conseguir ese objetivo es que los gobiernos de las ciudades centrales promuevan la creación de canales públicos de televisión que fomenten la salida de la producción audiovisual, aunado a la labor de difusión que las cinetecas deben emprender. Es decir, encontrar otros sistemas de distribución para la producción nacional."
Yúdice explica a EL FINANCIERO que, por ejemplo, la gran maquinaria de Hollywood no se basa sólo en la distribución masiva de su producción, también invierte un enorme presupuesto en el marketing (audiencia). Lo cual consigue porque esta industria es apoyada con recursos locales; es decir, el gobierno federal impulsa la cinematografía estadounidense en las negociaciones del comercio internacional y las economías locales de muchas ciudades otorgan el subsidio para la producción. Esto es, las ciudades ayudan a sus industrias culturales para que tengan una mayor rentabilidad.
En entrevista, el especialista indica que colocar a la cultura como desarrollo de los pueblos debe entenderse de manera integral porque no significa que sólo tiene un rendimiento económico sino también mantiene un beneficio social, ya que no se trata de simples productos pues contienen, asimismo, ideo- logía y valores: "Lo que debe quedar aquí claro -añade- es que usar, por ejemplo, el patrimonio arqueológico o histórico o las fiestas tradicionales de los pueblos milenarios como mero pretexto para el comercio es riesgoso para una nación por los grados de destrucción de identidad a los que se puede llegar. Si lo que se fomenta es la ganancia, se le da entrada a cadenas industriales que ponen su maquinaria sobre las tradiciones culturales tergiversando el contexto de la región y fracturando la cohesión social que una manifestación cultural provoca entre los habitantes."
Yúdice considera que los países latinoamericanos necesitan revalorar de qué manera participan con sus industrias culturales dentro del sistema de comercio mundial. Por ejemplo, Brasil ha construido una red con China, India y África del Sur para propiciar un cambio en las negociaciones que Estados Unidos y Japón proponen en la OMC para que el régimen de propiedad intelectual sea un servicio y no un derecho. Conforme esa red vaya adquiriendo fuerza, esos países tendrán más posibilidades de negociación en los foros mundiales de comercio: "Pero como México está tan pegado a Estados Unidos -recuerda-, en esas negociaciones suele votar con los estadounidenses. Aunque no creo que los intereses de los mexicanos sea establecer sus industrias culturales como productoras de simples mercancías. Claro que México, al estar dentro de la economía de Norteamérica, tiene ciertos beneficios; pero sus industrias culturales sufren un perjuicio. Hay países latinoamericanos que van a presionar y buscar aliados para cambiar los términos de negociación en la OMC y no incluir a la cultura como mercancía."
Yúdice también es titular de la Red Interamericana de Estudios Culturales. Desde su perspectiva, México tuvo un error al no excluir de las negociaciones del TLC sus industrias culturales, como sí lo logró hacer Canadá y, recientemente, Chile: "Quizás México pueda subsanar ese desacierto en el contexto del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Ahí es donde podría renegociar la excepción para sus industrias culturales. Aquí podrían unírsele los países centroamericanos, porque en el recién firmado Acuerdo de Libre Comercio de América Central que establecieron con Estados Unidos ninguno negoció una excepción para sus industrias culturales. Por lo tanto, tendrán que darle el rango de nación más favorecida o como si fuera una empresa nacional a cualquier empresa transnacional que ingrese a la región, tal y como sucede en México."