Rancho Las Voces: "Para escribir, el escritor tiene que sentirse el centro del universo"
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jueves, junio 16, 2005

"Para escribir, el escritor tiene que sentirse el centro del universo"


Portada del libro Posted by Hello
Óscar Enrique Ornelas

Una novela-río. Así define Carmen Boullosa a La otra mano de Lepanto (FCE), su libro más reciente donde una bailarina (y pintora), gitana o mora, muestra con sus andanzas las tensiones que vivía España en el siglo XVI. Eran tiempos de purificar la sangre y había que mandar muy lejos a moros y judíos.

La Gitanilla de Miguel de Cervantes Saavedra se funde con María la bailaora, personaje legendario que, según cuentan, armado de un arcabuz se llevó a varios turcos por delante en la batalla de Lepanto. En su novela, Carmen Boullosa (México, 1954) mueve a la Gitanilla por todas partes. La mujer carga incluso uno de los Evangelios llamados apócrifos que los moros presentaron como prueba de que fue la virgen María en persona quien envió a san Cirilo, un morisco, a divulgar la verdad de Je- sús en las tierras ibéricas.

-¿La otra mano de Lepanto es una especie de caos, Carmen?

-Yo la llamaría una novela-río. Tiene varios hilos narrativos, pero no es una novela caótica; hay un camino, aunque no es recto. El ritmo de la novela lo va dando la danza de la Gitanilla. La novela tiene más bien la forma de un cuerpo humano. En realidad parodia a la novela clásica: tiene un principio, un intermedio y un final. La protagonista muere en la batalla de Lepanto.

-En la novela nos enteramos que Cervantes no perdió la mano en Lepanto...

-La novela retoma una versión muy conocida de que, en realidad, Cervantes perdió la mano por una orden judicial, cuando era muy joven, motivo por el cual tiene que dejar España. Esto aparece en un documento encontrado hace muchos años y se le ha dado diversas interpretaciones. Se ha manejado que perdió la mano por pertenecer a un círculo homosexual.

-En aquella época los poetas se odiaban bastante.

-Cada escritor es el centro del mundo. Lope de Vega, Quevedo, Góngora hacían sus alianzas temporales pero terminaban detestándose. Ahora nos parece que iban en la misma corriente, pero entre ellos se detestaban.

-¿Y eso sigue sucediendo?

-Sí, por suerte. Cada autor tiene que tener la convicción de que es el centro del universo para poder escribir su novela. Si no, no escribiría novelas; escribiría sobre los otros escritores. También es cierto que cuando un escritor pierde totalmente la capacidad de admirar a otros, esa soberbia lo empobrece.

-¿Su novela se monta en las celebraciones cervantinas?

-No era mi propósito. Yo la entregué en 2003 pero los editores [Siruela en España; FCE en México] pensaron que convenía sacarla hasta 2005 para aprovechar las celebraciones cervantinas. Es una novela difícil, larga, con muchas líneas narrativas. Pero no es una novela de ocasión. La escribí como un desahogo luego de ver caer las Torres Gemelas. Yo llegué a vivir a Nueva York unos días antes del 11 de septiembre de 2001 y me tocó presenciar la caída de una de las torres sin haber visto antes a los aviones. Luego vi a miles de gentes huyendo de Manhattan por el puente de Brooklyn... La invasión de Afganistán, la guerra de Irak. Yo no esperaba que fuera así el siglo XXI. No me había fijado en los fundamentalismos, tenía puesta la vista en otras cosas,... No entendía nada. Y cuando no entiendo nada me pongo a leer a Lope de Vega. Me brinqué a la batalla de Lepanto y me encontré con María la bailaora.

-Los moros son muy actuales...

-No es un artificio literario de mi parte. España estaba peleando, externamente, contra los herejes y los turcos, e internamente contra los herejes y los moros. Querían limpiar la sangre bajo la idea detestable de "una sola nación, una sola religión, una sola raza". Sobre todo para España, que era multicultural.

-Algunos historiadores afirman que ese espacio multicultural era un mito.

-Todo espacio multicultural tiene tensiones. Hay espacios de diálogo y de confrontación. En España no vivían todos comiendo del mismo plato. Mi novela habla del momento de confrontación, cuando echan fuera a los moriscos y a los gitanos. Los judíos no aparecen porque mi personaje, María la bailaora, no anda con marranos, digamos.

-Pero no es una novela histórica...

-No. Es un juego literario. Varios de los personajes provienen del propio Cervantes y yo, con una mirada de mujer moderna, los inserto en un tablero que es la España del siglo XVI. El protagonista principal, creo, es el lenguaje. Escribí esta novela porque no lo podía evitar.

-¿Interesará su novela más en España que en México?

-Soy escritora, no comerciante. No sé qué vaya a pasar. La crítica en España fue favorable y las ventas han sido espléndidas. No sé qué vaya a pasar en México. Si la ven como tú, como una novela-caos, creo que le va a ir muy bien porque México es un caos.

-¿Después de escribir La otra mano de Lepanto le quedó claro lo del 11 de septiembre, su preocupación inicial, según nos ha dicho?

-Entiendo todavía menos. Me han surgido familias de preguntas. No entiendo por qué la España del siglo XVI se metió en eso de la limpieza étnica; no entiendo por qué siguen habiendo ese tipo de cosas. Por otro lado, sí entiendo que un imperio en expansión necesita eliminar al otro. Pero es una explicación demasiado pobre.

Carmen Boullosa vive en Brooklyn, donde es distinguished lecturer en la Universidad de la ciudad de Nueva York (CUNY-City College). Se relaciona ahora con historiadores y sociólogos urbanos como Mike Wallace (autor de una serie sobre Nueva York) y Mike Davis (quien ha puesto al descubierto el auténtico Los Angeles). Boullosa misma ha escrito sobre mujeres despechadas caminando por Nueva York. "Las ciudades están llenas de gente despechada", dice.

-Nueva York no es la Gran Manzana sino sucia y sórdida, dice un fotógrafo...

-Manhattan es un pedacito de Nueva York. A mí no me gusta para vivir. Por eso vivo en Brooklyn. Vivo a cuadra y media de la mezquita más grande de América.

-¿La del imán ciego?

-Esa. Siempre está rodeada de policías. Estoy entre el barrio árabe fuerte, ortodoxo, el barrio haitiano y el dominicano. Son como las turbulencias de mi novela.