Para la crítica de arte Susan L. Aberth resulta irónico "y también posmoderno" que el arte de Leonora Carrington esté siendo recibido visualmente por un público "mayoritariamente incapaz de apreciar su obra". En consecuencia, elaboró un libro fascinante, titulado Leonora Carrington. Surrealismo, alquimia y arte, con el que contribuye a que esta artista reciba un reconocimiento más profundo y extendido en el mundo del arte y entre el público en general.
En gran formato, diseño más allá del elogio, dignidad editorial y actitud creativa contundente, este libro llega a México gracias a Ediciones Turner, con cuya autorización damos a conocer, en exclusiva, para los lectores de La Jornada su fascinante contenido.
Publicado hace unos meses en Londres bajo el título Leonora Carrington. Surrealism, Alchemy and Art por la editorial Lund Humphries, este volumen aparece en nuestro país con sus dimensiones editoriales, de presentación artística y contundencia semejantes al original, que ha tenido una aceptación irrebatible en el mundo del arte europeo y también con la presentación impecable y el muy elevado nivel de calidad de los libros con los que recientemente Ediciones Turner ha enriquecido el panorama cultural de México.
Durante 158 páginas, que incluyen una vasta iconografía en reproducciones de la obra completa de Leonora Carrington así como fotografías documentales, Susan L. Aberth despliega una estrategia estilística brillante en los senderos que se bifurcan en un jardín maravilloso, con dos propósitos centrales: aportar un texto que repase la vida de la artista y los temas relacionados con su producción visual, y presentar un compendio cuidadosamente seleccionado de la magnitud de su obra como pintora, escultora, dibujante, grabadora y diseñadora de telas, escenografías y vestuarios.
Paisaje místico
Desfilan, por lo tanto, en estas páginas la alquimia, la astrología, la cábala, el budismo tibetano, el tarot, la mitología céltica, las tradiciones curativas mexicanas y otras prácticas místicas que tienen un lugar significativo en el reino visionario de Carrington.
Quienes están familiarizados con el surrealismo, hace notar Aberth, "conocen desde siempre y han degustado como platillo de gourmet la obra de la pintora y escritora inglesa Leonora Carrington. Durante muchas décadas -agrega- esta obra ha deleitado, intrigado y hechizado a un público selecto y receptivo, con sus acertijos visuales, juegos verbales y sutiles evocaciones espirituales".
Ya es hora, sin embargo, considera la autora de este libro enriquecedor, de que su obra extienda su esfera de influencia y coseche mayor reconocimiento, puesto que al igual que los procesos alquímicos de destilación y transmutación que abundan en su obra, ésta continúa trasponiendo límites y eludiendo toda fácil clasificación.
La vida de Carrington, sopesa su biógrafa, "resulta asimismo cinemática por el alcance y dramatismo de su intensidad, por su absoluta entrega a la libre expresión de su visión personal. Esta combinación dinámica de vida y obra es, en mi opinión, lo que la convierte en una artista sorprendentemente contemporánea y atractiva para nuevos análisis e investigaciones".
Argumenta la investigadora su propuesta: "el que siendo inglesa haya vivido largo tiempo en México y Estados Unidos, el que haya escrito y publicado extensamente en francés, inglés y español, y el que la iconografía que utiliza esté influida por las creencias y prácticas mágicas de diversas culturas y épocas son rasgos que la proclaman como artista global mucho antes de que estuviera en boga ese concepto. Quizá ya estamos listos para contemplarla bajo una óptica nueva, menos filtrada por el surrealismo francés, y también para presentar su obra de modo que resulte más accesible para la nueva generación".
Dueña de mundos alternativos
Abunda: "deudora del surrealismo y, sin embargo, dueña de una visión personal única, Carrington logra construir mundos alternativos fantásticos y al mismo tiempo creíbles. La perpetua tensión entre lo real y lo imaginado es lo que otorga a esta obra su fuerza, y constituye además un lenguaje común con otros surrealistas".
Además, Carrington levanta el velo de la mirada ordinaria y de esa manera "nos permite vislumbrar otra dimensión donde las relaciones espaciales tradicionales se trastocan, y donde a menudo aparecen extraños entes, detenidos en gestos evocadores de algún diálogo o ritual. Como maga verdadera que es, ha optado por no revelar ciertos aspectos de su producción, a fin de reforzar su sentido más enigmático y perdurable. Su arte lúdico y críptico, regido a veces por una delirante vitalidad en el uso del color, se ha resistido largamente a la interpretación".
Porque los mitos nunca son estáticos, sino que se expanden y contraen de forma inesperada, "ella sabe que para hacerlos resistentes deben construirse con partes iguales de omisión e inclusión. Por esta razón combina detalles minuciosos con espacios nebulosos, yuxtapone conjuntos seminarrativos y elementos icónicos independientes, creando una atmósfera pertinaz de misterio inescrutable".
En cuanto a su contexto creativo y sus desplazamientos temáticos, rituales y de fuentes nutricias, Susan L. Aberth destaca: "México considera a Carrington desde hace tiempo como parte de su patrimonio artístico. Además de ser parte integral del círculo de emigrados surrealistas a la ciudad de México desde 1943, Carrington ha participado activamente durante más de cincuenta años en la vida intelectual y cultural de este país. Ha mantenido estrechas amistades con escritores, artistas y actores, los coleccionistas han adquirido sus obras y desde 1950 ha recibido la atención y el respeto de la prensa".
No obstante, advierte la especialista, Carrington siempre ha evitado promover cualquier identidad nacional en particular, y sus ideas políticas tienden menos a lo particular que a lo universal (como la defensa de los derechos de la mujer). "De hecho, se ha pasado la vida retratando aspectos de la autoridad intelectual y espiritual femenina, y ha estado siempre intensamente comprometida con la causa del feminismo."
No es sorprendente, por lo tanto, que su obra haya atraído "a quienes se interesan por la autonomía de la mujer, más allá del mundo de las artes plásticas. Por ejemplo, la cantante de pop Madonna ha reconocido la enorme influencia que han tenido las pintoras surrealistas en la imaginería utilizada en sus videos musicales, y entre ellas ha mencionado específicamente a Leonora Carrington y a su íntima amiga, la artista española Remedios Varo".
Por eso, a Susan L. Aberth le resulta "irónico y también posmoderno" que Carrington esté siendo recibida visualmente por un público "mayoritariamente incapaz de apreciar su obra".
El gran secreto del arte de Carrington, define Aberth, "es que no hay una clave para descifrarlo fácilmente, porque no puede haberla. No es que algunos de los símbolos utilizados no tengan ningún significado; sino que estos símbolos no pretenden 'ilustrar' ideas a la manera en que estamos acostumbrados".
Al igual que los grabados alquímicos de los siglos XVI y XVII, a veces imitados en sus obra, dice Aberth, "los símbolos son interpretaciones profundamente personales de complejas ideas filosóficas y mágicas, cuyos significados han sido siempre permeables y cambiantes, invitándonos a múltiples niveles de percepción".
De manera que, concluye y advierte Susan L. Aberth, "que tengan cuidado, al entrar en el mundo pictórico de Leonora Carrington, todos aquellos que caminen sobre ideas preconcebidas".