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Un visitante contempla las obras de la Fundación Barnes. (Foto: AP)
C iudad Juárez, Chihuahua. 4 de agosto 2009. (RanchoNEWS).- Un museo con una de las colecciones más misteriosas e intensas de EE UU. Perteneció a un excéntrico millonario. En su testamento dispuso que nada cambiara aquí con el paso del tiempo. Una nota de Andrea Aguilar para El País:
Excéntrica y algo misteriosa, la Barnes Foundation es un tesoro que ha conseguido mantener en gran medida su carácter secreto. Muchos han oído hablar de ella, pero muy pocos la han visitado. A su fundador, Albert C. Barnes, nunca le preocuparon mucho las visitas así que es probable que esto llenara de una cierta satisfacción a este peculiar millonario.
Estamos a las afueras de Filadelfia, en Merion, un tranquilo suburbio de la antaño próspera ciudad. Aquí se encuentra la Fundación, en un edificio de piedra con aire afrancesado diseñado en 1922 por Paul Cret, el mismo arquitecto del Museo Rodin, en medio de un espectacular parque ajardinado. Nada de esto prepara, sin embargo, al visitante para la sorprendente y excepcional colección de arte que alberga en su interior. En total hay más de 1.100 piezas entre las que se incluyen 181 cuadros de Renoir, 46 de Picasso y 59 de Matisse. Si el MOMA tiene 39 lienzos de Cézanne, aquí hay 69 rodeados de mantas navajas, esculturas africanas y muebles de madera tallados por los colonos.
Hijo de un cartero, Albert C. Barnes, nació en 1872 y creció en el seno de una familia de clase trabajadora. Estudió medicina en la Universidad de Pensilvania y viajó a Berlín para completar su formación. Desarrolló una fórmula para un antiséptico derivado de la plata, fundó sus propias fábricas y fue uno de los pioneros en el marketing directo a hospitales y médicos. Su interés por el arte, la filosofía y la educación le llevó a comprar los primeros cuadros a su compañero de escuela Albert C. Barnes, a Maurice Prendergast y a Ernest Lawson. Barnes decidió colgarlos en la fábrica para que los obreros pudieron contemplarlos y discutir sobre ellos. El arte, sostenía Barnes, debía ser accesible a las clases trabajadoras, ajeno al esnobismo de los ricos y los intelectuales.
En 1912, el millonario envió a su amigo Glackens a París para que comprara más cuadros. Mujer con cigarrillo de Picasso y El cartero de Van Gogh fueron adquiridos en aquel viaje. Ese mismo verano, el propio Barnes cruzó el Atlántico, conoció a Gertrude Stein y a su hermano Leo y se trajo de vuelta varias obras de Cézanne y Modigliani. Su agresivo estilo de compra fue legendario.
Diez años después puso en marcha su fundación. Un proyecto con un marcado carácter educativo. Justo antes de la debacle del 29, Barnes vendió sus fábricas y dedicó el resto de su vida a ampliar su colección y desarrollar sus peculiares teorías del arte. El resultado de las mismas es abrumador. Los cuadros siguen hoy en día dispuestos tal y como él los colocó: unos sobre otros, sin cartelas que indiquen la autoría o el título, sin orden cronológico y con un número indeterminado de cerraduras sobre los lienzos.
Obras clásicas de Rembrandt, El Greco y Goya se mezclan con cuadros de Chirico, Renoir, Gauguin, Monet y Toulouse-Lautrec. Una visita a la fundación ofrece una idea de la revolución artística del siglo XX e inevitablemente, también del fuerte carácter del hombre que reunió estos lienzos. La experiencia es intensa. Barnes murió en 1951 en un accidente de tráfico. En su testamento dejó claramente estipulado que nada debía cambiar. Los cuadros no podían prestarse ni moverse.
Pionero en la defensa de los derechos de los negros, Barnes frecuentó iglesias de la comunidad negra y organizó conciertos de gospel en su fundación. La extensa colección de arte africano desperdigada por las salas es fruto de ello.
El tiempo no hizo mella en la característica visión social y artística de Barnes, y así este hombre hecho a sí mismo se pasó media vida negando la entrada a su colección a quienes consideraba privilegiados. Entre otros, al poeta T. S. Eliot o el potentado Walter P. Chrysler Jr. Einstein y Thomas Mann sí pudieron visitarla.
El público ajeno a los programas didácticos fue casi inexistente hasta los años sesenta. En los noventa, los problemas financieros forzaron un tour mundial de las obras más importantes para recaudar fondos. Pero los problemas continuaron. En 2002 se propuso el traslado de la colección al centro de Filadelfia. ¿Traición o supervivencia? El debate sobre el futuro del legado de Barnes llegó a los tribunales y en 2004 se falló a favor del traslado. Las obras en el número 2.000 de Benjamin Franklin Parkway empezarán este otoño. El edificio estará terminado en 2011. Los cuadros serán expuestos tal y como él dispuso.
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