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Uno de los presuntos autorretratos de la pintora mexicana. (Foto: Princeton Architectural Press)
C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de agosto 2009. (RanchoNEWS).- Polémica hasta en la tumba. Frida Kahlo, muerta en 1954, sigue, más de medio siglo después, instalada en el centro del escándalo. La mecha en esta ocasión la han encendido Carlos Noyola y Leticia Fernández, anticuarios con tiendas en las localidades mexicanas de Monterrey y San Miguel de Allende. Aseguran disponer de hasta 1.200 objetos que presuntamente pertenecieron a Kahlo. Una colección que incluye pinturas, dibujos, cartas, diarios, boletos de lotería, facturas de hoteles y blusas bordadas. Hasta maletas y cofres lacados con los nombres de Kahlo y Diego Rivera, marido de Frida. Una historia suculenta (y ahora puesta en entredicho) que Barbara Levine, ex directora de exposiciones del San Francisco Museum of Modern Art, decidió proponer a la editorial Princeton Architectural Press. El próximo 1 de noviembre se publica en EE UU el libro Finding Frida Kahlo, ilustrado con imágenes del material supuestamente inédito. Una nota de El País:
Un grupo de galeristas, historiadores del arte, directores de museos e investigadores acaba de denunciar que todo esto no es sino burdo fraude. Y no es la primera vez, dicen. Hay un catálogo editado en 2008 por el Centro de Estudios del Arte Mexicano de Guanajuato con el título El laberinto de Frida Kahlo, que reproducía unos 75 objetos de la colección de los Noyola: «Toda la documentación y obras reproducidas en dicha publicación ha sido determinada por los más experimentados investigadores [...] como falsa», acusan los expertos en una carta. El texto de la carta de denuncia no se anda con rodeos. Pide la intervención de las autoridades culturales del país norteamericano. Kahlo, como Rivera, es Patrimonio Artístico de la Nación Mexicana y determinar la autoría de las obras del matrimonio de artistas es competencia exclusiva del Fideicomiso Museos Diego Rivera y Frida Kahlo del Banco de México. El director, Carlos Philips Olmedo, ha anunciado que se van a tomar medidas.
La carta la firman, entre otros, Salomón Grimberg, coautor del primer catálogo razonado de Kahlo; Mary-Anne Martin, experta en la pintora; el nieto de Rivera, Pedro Diego Alvarado; Teresa del Conde, ex directora del Museo de Arte Moderno de México; además de veteranas galeristas, catedráticos de historia del arte y la biógrafa de Kahlo, Hayden Herrera.
La historia de la colección Noyola, explica desde México el propio anticuario, empieza hace cinco años, cuando empezó a adquirir de su anterior propietario, un abogado, partidas de material. Al investigar la procedencia original llegó a Abraham Jiménez López, «cercano amigo de los Rivera-Kahlo y tallista de madera». Éste conservó celosamente íntegro el archivo durante un cuarto de siglo, hasta que pasó a manos del letrado. «El libro Finding Frida Kahlo narra la historia del descubrimiento y catalogación de la obra, las pruebas técnicas y científicas que comprueban con hechos su antigüedad, los análisis grafoscópicos que demuestran que se trata de la mano de la maestra Kahlo, además de testimonios de varios contemporáneos de Frida Kahlo, quienes reconocen el material como original».
Entre éstos, Noyola cita a la fallecida Ruth Alvarado Rivera, nieta de Diego Rivera y hermana del pintor Pedro Diego Alvarado –uno de los denunciantes–, Arturo García Bustos y Arturo Estrada, alumnos de Frida, y Rina Lazo, «a quien Rivera llamó su brazo derecho». Pero aclara: «Nos atrevemos a decir que este material es atribuido a Frida Kahlo sabiendo plenamente que en los casos de autenticidad nunca hay un 100% de seguridad ni de un lado ni del otro. Sin embargo, queremos reiterar que en el libro la cuestión de autenticidad no se resuelve, se deja que el lector forme su propia opinión».
En defensa de la autora del libro, la editorial Princeton Architectural Press reconoce que ella no es una experta en la artista mexicana y que, «consciente de la naturaleza explosiva del hallazgo», tiene un extremado cuidado en dejar abierta la cuestión de la autoría: «No tengo autoridad para respaldar las opiniones que pudiera haber vertido sobre la autenticidad o importancia del material de esas maletas», dice Levine en el libro.
Pero a Mary-Anne Martin, que fue responsable del departamento de arte latinoamericano de Sotheby's, le ha bastado con revisar el catálogo y el libro: «Los autores han fabricado las cartas, los poemas, dibujos y recetas usando la biografía de Frida y sus misivas publicadas como referencia. Los dibujos están muy mal hechos; la escritura es infantil, el contenido, burdo. La anatomía de los dibujos parece sacada de un manual de instrucciones para carniceros. Las pinturas son pastiches, composiciones basadas en obras publicadas. La procedencia declarada es inverificable y sin sentido...». Hilda Trujillo, directora adjunta de los museos Diego Rivera-Anacahualli y Frida Kahlo, tampoco necesita más pruebas: «Son obras tan grotescas que yo no iría a verlas. No es de Frida: es una mala copia».
El catedrático de Historia del Arte James Oles recuerda que la artista tuvo tanto éxito en vida que marchantes y coleccionistas le pedían obra constantemente, pero ella producía lentamente: «Es imposible creer que se guardó docenas de obras y se las dio a su carpintero o a su enmarcador. Que alguien pueda poseer pinturas que no estén documentadas en exposiciones o libros es, sencillamente, imposible. No estamos hablando de alguien que vivió hace 400 años, sino de una artista internacionalmente famosa, rodeada de amigos y coleccionistas, tan sólo hace 60 años».
De hecho, el catálogo razonado publicado en 1988 por Helga Prignitz-Poda, Salomón Grimberg y Andrea Kettenmann contó 271 obras. Desde entonces, indica Prignitz-Poda, se han añadido unos 20 dibujos y tan sólo dos óleos, que sus propietarios olvidaron aportar en su momento: «Lo admito, no he visto las obras, pero como cada mes salen más y más Fridas con dos cabezas, o como una vela ardiendo o como una rana, o como cualquier otra cosa, no podemos buscar explicaciones a mentes enfermas».
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