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Paco de Lucía (izquierda) y su sobrino Antonio Sánchez, su segundo guitarra en el concierto de Montreux. (Foto: R. C.)
Ciudad Juárez, Chihuahua. 10 de julio 2010. (RanchoNEWS).- El joven llega con aire algo perdido a las laberínticas tripas de la sala y pide en inglés: «¿Alguien podría conseguirme una acreditación?». La rígida encargada de producción suiza pregunta al visitante: «¿Y usted quién es?». Y el joven de la camisa de leñador responde: «Soy el hijo de Paco de Lucía». Curro, de 26 años, ha llegado hasta el lago Leman para acompañar a su padre. Una nota de Rodrigo Carrizo Couto para El País:
Es la gran noche flamenca en Montreux, un nuevo capítulo en la admiración confesa que los programadores del enorme (en tamaño) festival suizo profesan hacia el duende y el quejío. Que se lo digan a viejos conocidos de Montreux como Camarón de la Isla, Tomatito, El Pele, Lole y Manuel, Farruquito o Diego El Cigala, que en el pasado supieron hacer temblar el lucero aquí, en el escenario del Auditorio Stravinsky, a orillas del lago Leman.
Se respiraba un ambiente de gran familiaridad el jueves por la noche en los camerinos que el Montreux Jazz Festival había dispuesto para Paco de Lucía y sus compañeros de ruta: Duquende, Piraña, o el bailaor Farruco. A ellos se sumó luego Antonio Sánchez, sobrino del maestro de las seis cuerdas, quien se ocupó de la gran (inmensa) responsabilidad de hacerle la segunda guitarra.
De hecho, mientras se sirve un simple arrocito en la cantina, Paco de Lucía comenta al cronista: «Mira, a mí ya no me interesa tanto hablar de mi trabajo, pero creo que estaría bien que se hable de estos jovenes, que son el futuro, y tocan tan bien». Y como es difícil decir «no» al creador de Ziryab, se impone un encuentro en el camerino del talentoso sobrino. Una charla puntuada por las vertiginosas escalas que el inmenso guitarrista practica en la soledad de su estancia, apenas dos metros al lado.
«He comenzado a acompañar a mi tío en junio», explica el joven de 26 años formado gracias a largos contratos en tablaos de Japón o Barcelona. Y es que parece que la situación de los jóvenes flamencos no es muy fácil hoy en día, a juzgar por los comentarios de Antonio. «La cosa está muy dura, y cada vez cuesta más conseguir trabajo regular con una compañía de danza o un tablado». ¿Y qué se siente al tocar junto al más grande? «Es un sueño infantil hecho realidad», explica entusiasta. «Tocar con Paco te hace sentir muy bien, es una persona que transmite una enorme seguridad». Antonio Sánchez parece libre de veleidades cuando afirma: «Para mí, lo central es apoyarle y darle lo que necesita en su música. No se trata de ponerme a mí en primer plano».
Paco de Lucía es una presencia habitual en Montreux, donde protagonizó un concierto épico en 2006 junto a Diego el Cigala y Farruquito. «¿¡¡Hace cuatro años ya!!?», pregunta pasmado el maestro momentos antes de subir a la escena del Miles Davis Hall. Allí le espera una sala abarrotada y entregada a la magia flamenca desde el momento mismo en que las botas del de Algeciras pisan las tablas.
Arranca solo, abriendo el fuego con una rondeña, Mi niño Curro, obviamente dedicada a su hijo. Al poco se le sumará El Piraña al cajón para comenzar a hacer subir la presión del respetable, entre el que abundaban acentos españoles de las dos orillas del charco. Instalado como un patriarca rodeado de discípulos, el concierto desemboca en la intervención de Duquende y la armónica de Antonio Serrano. Tras una pausa, los flamencos del lago Leman atacan La cautivaron, entrando ya en una recta final en la que es el baile de Farruco el que se lleva el gato al agua.
Y luego, en bambalinas, una sorpresa: el hombre que junto a Paco de Lucía y Al Di Meola causara sensación planetaria en 1981 con el legendario disco Friday night in San Francisco. Nada menos que John McLaughlin, llegado para abrazar a su amigo. «¡Pero si hace seis años que no nos vemos!», explica el inglés con una amplia sonrisa y envidiables pintas de buen vivir. A ellos se suma para descorchar el champán el incombustible Claude Nobs, fundador y director del Montreux Jazz Festival.
A todo esto, ¿y los demás músicos? El cronista comprueba asombrado al entrar al camerino que todos rodean a Farruco, quien se dedica a pulsar la guitarra. ¿Y la mítica juerga flamenca? «Hombre, si acaso nos tomamos un vinito... o mejor aún un güisquito», comenta risueño El Piraña. A eso de la una de la mañana, Michael Stein, el mánager alemán de Paco de Lucía, se despide avisando de que mañana, temprano, la troupe sigue ruta hacia Italia. En el camerino, tras la puerta cerrada, quedan a solas dos colosos de la guitarra: John McLaughlin y Paco de Lucía. A saber qué recuerdos comparten los viejos amigos que sedujeron y siguen seduciendo al mundo...
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