«La gráfica muestra un aspecto del Departamento de los "Reyes y las Condesas, de los Héroes y los Caudillos" del Hospital Civil Libertad. Para poder tomar esta interesante gráfica nuestro fotógrafo tuvo que convertirse en "empleado de Migración" para ofrecerles pasaportes a todas las reclusas que aquí aparecen y que desean hacer viajes de placer por las principales ciudades del mundo. La mujer del centro se llama Ángela Hernández M. de Chávez, quien dijo "soy artista de cine, pero quiero mi pasaporte para irme a Rusia, quiero trabajar"». Pie de grabado original publicado el jueves 7 de octubre 1953. (Foto: RanchoNEWS)
C iudad Juárez, Chihuahua. 31 de marzo de 2011. (RanchoNEWS).- El lunes 4 de junio de 2001 el periódico vespertino policial El Mexicano comenzó a publicar una sección histórica denominada «El Fronterizo: episodios históricos juarenses» a cargo del escritor Rubén Moreno Valenzuela, que reproducía en una página completa eventos de nuestro pasado tomados de la hemeroteca de El Fronterizo, el diario más importante de Ciudad Juárez del siglo XX. La sección, patrocinada por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, fue publicada durante cinco años.
El episodio, que presentamos a continuación, tenía la siguiente cabeza:
Reportero conversa con enfermos mentales
Urge instalar un manicomio
Urge instalar un manicomio
El jueves 7 de octubre de 1954, El Fronterizo publicó un interesante reportaje de Raúl C. Basurto, encabezado «Es imprescindible un manicomio en Juárez», y el cual sin mayor preámbulo transcribimos:
Improvisado manicomio
Más de 36 orates pasan sus días en el interior de un improvisado manicomio que constituye uno de los departamentos más importantes del Hospital Civil Libertad que dirige el Dr. Rosendo Escobedo A.
En 3 departamentos que no reúnen los requisitos que un manicomio exige, han sido colocados, según su sexo y estado de enfermedad, los pacientes mentales, que son en su mayoría gente humilde.
En un recorrido hecho por el reportero de El Fronterizo, pudo observar la vida íntima de los enfermos con quienes la Dirección, Administración y el médico especialista en enfermedades mentales hacen por arrancar de las garras de la muerte a los enfermos mentales y reintegrarlos a la sociedad.
El doctor Daniel Cortez Montoya, especialista en enfermedades mentales, se sirvió manifestarnos que el enorme número de enfermos que tiene a su cuidado y la ignorancia que tiene de sus datos esenciales hace que muchos no reciben atención médica debido a que se ignora de ellos lo más indispensable para iniciar su tratamiento.
Una enfermera
El joven profesionista, siguió explicando, que los tratamientos a que son sometidos los enfermos, son diversos según requiere su enfermedad, contando para las consultas con un aparato llamado «electroshock» que es de su propiedad y que presta para el servicio de su hospital.
Una de las causas por las que es materialmente imposible atender a todos los recluidos, aseveró el psiquiatra, es la falta de personal, pues únicamente cuentan con la ayuda de una eficiente enfermera llamada Guadalupe Carranza, quien no puede dedicarse exclusivamente al departamento, en virtud de que tiene a su cargo los de la medicina de mujeres, los infecciosos y locos, atendiendo a más de 70 enfermos y con la del empleado Manuel Muriel Prieto quien tiene más de 8 años de atender a los orates y que a la vez está dedicado diversos trabajos del hospital.
Sin embargo, manifestó el médico, si sólo contáramos con unas 2 celdas de aislamiento para los enfermos agitados, como lo que sufren ataques de «delirium tremens», etc., podría hacerse mejor labor, pues actualmente todos están revueltos.
A pregunta especial el doctor explicó que sí existe el peligro que un enfermo agitado o furioso pelee con otro, pero que hay vigilancia al respecto, además que la agitación de los enfermos no es permanente sino pasajera.
Visita a las celdas
El Administrador del Hospital, Gilberto Contreras, al hacer la visita a las celdas para hombres y mujeres, nos explicó que los asilados en esos departamentos son atendidos hasta donde las posibilidades económicas del Hospital lo permiten, dándoles las 3 comidas al día.
En la mañana, menudo, avena, café y pan; al mediodía, caldo, sopa, carne y frijoles; y por la noche atole blanco, frijoles y café, todos en abundancia.
A las internas se les permiten la visita de sus familiares, cuando los tienen, y se les evita cualquier castigo físico.
El Mocho
Después de recorrer los limpios pasillos del hospital acompañados del Administrador, penetramos al departamento de hombres, encontrándonos de inmediato con un enfermo de cerca de 50 años, estatura baja, medio calvo, y que cubría su cabeza con una gorra rota, vestía un sweater verde olivo, grande de mangas, con el que cubría su mano derecha mutilada. Le llaman «El Mocho».
Al ser llamado por el señor Administrador; grita furioso y se suelta en insultos con el empleado que los cuida, el señor Moriel.
Se acerca hasta nosotros y le preguntamos: ¿Quién eres?
–¡Yo! –contesta gritando–. Soy el dios que todo lo puede y todo lo manda...
Mientras se retiraba de nosotros vuelve a ser llamado e inquirimos: ¿Cómo te llamas?
–¡Qué te importa!
–¿Cómo te pusieron?
–¡Nadie me puso, yo me puse! –grita y corre pro un bote de agua que le habían ordenado trajera.
El Administrador mientras nos explica es uno de los locos de más edad y que seguido riña a gritos con todo el mundo, se llama Lauro Rubio Rivera y habla inglés perfectamente.
De mi mamá
Con nosotros se acercan los demás enfermos pidiéndonos cigarrillos; mientras el administrador del Hospital les obsequiaba, nos acercamos a Jesús Leyva otro enfermo, sin duda el más pintoresco, aparenta tener unos 55 años y fue recluido, según nos platicaron, desde que tenía 27 años, por padecer ataques.
Nos informan a la vez que médicos que lo han atendido diagnostican su enfermedad como producto de u ataque sufrido por su madre en estado gravidez.
–¿Cómo te llamas?
–Neto –contesta violentamente.
–¿De dónde eres?
–¡De mi mamá! ¿Y tú?
–¡También! –le contestamos.
–Canta una canción –le dice el Administrador.
Se ríe y tararea unas notas imaginarias, pega un saltito y corre alejándose de nosotros.
El juego del Higo
Antes de retirarnos entrevistamos a otro enfermo de ojos azules, pelo corto y rubio, cacarizo.
–¿Cómo te llamas?
–Soy Francisco Ramírez –contesta–, soy de Nebraska, de donde me trajeron unos individuos, a los que les pagaron mil 500 pesos por traerme y matarme.
–¿Estás enfermo?
–¡No! –contesta– Estuve en un lugar llamado manicomio, donde había una higuera muy alta y todos los días amanecían muertos los locos, al pie del árbol. Sí, los locos. Hasta que un día vi que se subían a la higuera, y cuando amanecía se tiraban de lo más alto gritando «¡Estoy maduro! ¡Estoy maduro!» Al caer, se estrellaban contra el piso y morían. Jugaban al Higo –termina y se sienta cubriéndose la cabeza mientras nos alejamos.
La condesa de Concomicas
En el Departamento de Mujeres nos encontramos con una señora gorda y bajita, que aparece en nuestro grabado. Nos pide los pasaportes pues dice que la retrataron para eso. Antes de dirigirle la palabra nos dice:
–Soy Carmen Medelline, reina de Eagle Pass... Mis padres Fernando Medelline y Cruz Canchola, me trajeron por que mi padre tenía una reina de «Concomicas» (una ciudad imaginaria), y él era masón y ella condesa... Soy de sangre azul, de la nobleza.
Se sube el vestido y deja ver en sus piernas gordas unas venas varicosas.
–¡Soy condesa! –grita– y trabajé en la CTM de Francisco Camacho Martínez; fui empleada del restaurante Chapultepec, el Regis, el Metropolitan, Flores Cortés de la Ciudad de México.
Nos dice adiós y nos pide cigarrillos. Nos despedimos y abandonamos aquel lugar de los reyes y las condesas, de los grandes hombres que nos juzgan locos.
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