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Manos de un trabajador, 1934, trabajo de Ferenc Haar, incluido en la exhibición madrileña Una luz dura y sin compasión. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 6 de abril 2011. (RanchoNEWS).- Una luz dura y sin compasión es el título y la «descripción más certera» de la primera exposición que dedica un gran museo del mundo al Movimiento de la Fotografía Obrera, que nació en la segunda década del siglo pasado en Rusia y Alemania. Una nota de Armando G. Tejeda para La Jornada:
Sin embargo, tuvo también una honda presencia en países como México, donde caminó junto al muralismo y al pensamiento crítico de vanguardia.
Con un millar de piezas –fotografías, libros, revistas, documentales y películas– el Museo Centro de Arte Reina Sofía de Madrid propone «otra historia de la fotografía», en la que se muestra «la belleza del trabajo y el horror de la injusticia social y la miseria», que adquiere una especial relevancia en una época, la nuestra, asfixiada por las crisis económicas, las desigualdades y por lo que los marxistas llamarían el «ideal pequeñoburgués de belleza almibarada».
Al Movimiento de la Fotografía Obrera, que se situó entre 1926 y 1939, se sumaron algunos de los fotógrafos más relevantes del siglo XX, pero también numerosos trabajadores, proletarios o ciudadanos deseosos de captar con sus cámaras la vida cotidiana proletaria y las condiciones objetivas del trabajo industrial.
El binomio arte-política
La idea nació de una revista alemana, Arbeiter Illustrierte Zeitung, cuando lanzó una convocatoria pública que de manera paulatina generó uno de los movimientos fotográficos «más vigorosos e interesantes» del siglo XX, según el comisario de la muestra, Jorte Ribalta.
Figuraron fotógrafos como Eugen Heilig, John Heartfield, Erich Rinka, Ernst Thormann, Walter Ballhause, Kata Kálmán, Kata Sugár, Irena Bluhova, Karel Hajek, Eva Besnyö, Edith Tudor-Hart, la Photo League americana –con nombres como Siskind, Corsini, Engel, Grossman, Paul Strand y Tina Modotti.
Esta última fue una de las autoras que obtuvo mayor visibilidad en las publicaciones del movimiento en Alemania, al menos antes de su exilio involuntario en México, donde continuó con esa escuela fotográfica.
Desde que asumió el cargo, Manuel Borja-Viller, director de la pinacoteca madrileña, se ha empeñado en alterar, con lecturas más actuales, sobre todo vinculadas a la «crisis sistémica que vivimos en el mundo y de la que el arte, y mucho más el arte contemporáneo, no puede permanece ajena», según explicó tras su llegada al museo.
Ahora se presenta esta gran exposición de arte fotográfico obrero como una muestra de que «es a partir de 1926 cuando la clase trabajadora empieza a representarse a sí misma, de nuevo el binomio del arte (toma por primera vez el control de los medios de producción) y política».
A juicio de Borja-Villel había «un agujero en la historia del arte», que en parte se produjo porque al final venció una visión más «socialdemócrata o burguesa» del arte, en la que se apartó mucha veces las obras que contenían una estética como la de ese movimiento.
Ribalta es el responsable de seleccionar y dar sentido a la exposición, con la finalidad de «mostrar la belleza del trabajo y el horror de la injusticia social y la miseria», pues la realidad de entonces –la de entreguerras y previa a la irrupción en Europa del nazismo y la Segunda Guerra Mundial– muestra también un periodo de depresión económica que condenó a centenares de miles de personas a la miseria, el hambre y la desesperación.
La exposición, como vivimos ahora, documenta una «nueva visión de las retóricas de representación social en la que se apuesta por una cierta resistencia a la banalización del mal», según Ribalta.
Una mirada alternativa
Una luz dura y sin compasión se divide en tres partes: la dialéctica entre Alemania y la Unión Soviética, entre 1926 y 1932; el recorrido del movimiento por el centro y norte de Europa, entre 1930 y 1935, y las vicisitudes de la Guerra Civil española, con obras de fotógrafos como Gerda Taro, Robert Capa, Chim, Andre Papillon, Henri Cartier-Bresson, Agustí Centelles, Eli Lotar, Margaret Michaelis, José Suárez, Josep Renau, Pere Català Pic e integrantes de las Misiones Pedagógicas –entre los cuales figura José Val del Omar.
El director del recinto insistió: «frente a la hegemonía historiográfica de la nueva visión, proponemos una mirada alternativa al panorama fotográfico que empaña los años centrales de la primera mitad del siglo pasado partiendo de la exhortación, por parte del crítico Edwin Hoernle, al uso de una luz dura, sin compasión; una proclama que devela un fuerte componente político y una firme conciencia de clase frente a la visión humanista, clásica, burguesa, del artista compasivo (y, por tanto, superior) con su modelo».
La presencia de Modotti en la muestra ocurre porque estuvo en España durante la Guerra Civil y participó como representante del Socorro Rojo Internacional en el segundo Congreso de Escritores Antifascistas efectuado en Valencia, en 1937, organizado como continuación del Congreso de París de 1935; además de Paul Strand y Leo Hurwitz.
Aunque no existió un movimiento de fotografía obrera en España, la presencia de integrantes de ese hito durante la Guerra Civil enlazaba con algunas actividades afines, estética y políticamente. Sin embargo, la mayoría de las más de 25 imágenes que se exponen pertenecen al exilio de Tina en México, así como muchas de Strand.
Mayor información: Museo Centro de Arte Reina Sofía
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