Rancho Las Voces: Cine / Francia: Festival de Cannes: «Le Havre» de Aki Kaurismäki
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

martes, mayo 17, 2011

Cine / Francia: Festival de Cannes: «Le Havre» de Aki Kaurismäki

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El director finlandés. (Foto: Reuters)

C iudad Juárez, Chihuahua. 17 de mayo de 2011. (RanchoNEWS).- Cannes sigue sacando músculo. Un día los Dardenne, al siguiente la de Malick, esta mañana Aki Kaurismäki, y por la tarde, Alain Cavalier y Naomi Kawase. Y fuera de concurso, la estupenda The beaver, la resurrección europea de la carrera de Mel Gibson... porque en EE UU no ha querido verla nadie. Tercera película como realizadora de Jodie Foster, que confirma su mano para los matices, la humanidad y la dirección de actores, y que en Cannes ha gustado mucho. Lógico, porque su inmersión en la vida del presidente de una compañía juguetera completamente hundido en la depresión y que resurge gracias a una marioneta de mano en forma de castor, un muñeco con el que podrá expresar todo lo que esconde, reporta Gregorio Belinchón desde la ciudad francesa para El País:

Buena película, y aún mejor, y a concurso, La Havre, el nuevo trabajo de Aki Kaurismäki, gloria bendita del cine finlandés. El título se refiere a la ciudad de Normandía donde se desarrolla, y el humor frío de Aki estalla en su esplendor. Habla del amor, de la amistad, de la humanidad y de la inmigración gracias a Marcel Marx, el personaje que protagonizó La vida bohemia (en ambas lo ha interpretado André Wilms). Marx se ha casado –obligado que este personaje lo interpretara su musa, Kati Outinen– y ahora es feliz en su matrimonio y trabajando de limpiabotas. «Es un guiño de una película que no vio nadie a ésta, que tampoco la verá nadie».

Con Kaurismäki las ruedas de prensa se convierten en un espectáculo de payasadas, ironías y respuestas delirantes... aunque siempre con un poso de verdad. Por ejemplo, cuando se le habla de inmigración: «La inmigración es un problema demasiado grande como para dar respuestas. Todo viene de la colonización, de la situación que Europa dejó a África tras la Segunda Guerra Mundial, y es un poco tarde para arreglar eso. Pero si los políticos salieran de sus habitaciones de hotel y de sus Mercedes a lo mejor las cosas empezaban a cambiar un poco». Para encontrar ese puerto comercial, en el que pudieran coexistir contenedores, policías de los años sesenta y dos tenaces limpiabotas, Kaurismäki recorrió toda la costa Atlántica, desde Portugal hasta Alemania: «La ciudad de Le Havre era mi última esperanza y, la verdad, es un sitio triste aunque no lo suficiente como para lo que yo quería hacer. Pero era lo más lejos que mi cabeza podía estar de Finlandia. Finlandia y Suecia son los únicos países que no podrían haber sido escenario de esta película, porque nadie está tan desesperado como para ir allí. Por otro lado, es perfecta en su arquitectura, porque mi director de fotografía la odia».

El reparto charló sobre la importancia de los objetos en las películas de Kaurismäki. El francés Jean-Pierre Darrousin, recién llegado a esta trouppe, contó: «Formas parte de una coreografía, y tú eres uno con todo lo que te rodea, no eres un simple busto parlante. Todo está conectado. La posición es fundamental, y más te vale llevar el guión aprendido, porque luego Aki hace una o dos tomas y salta a otra cosa». Y Kaurismäki dio rienda suelta a su locura. Por ejemplo al inicio, cuando fue reprendido por el moderador por encender un cigarrillo y luego al encender otro, pero esta vez eléctrico: «No puedo apagarlo, necesitaría un cenicero eléctrico». O cuando un periodista ha empezado a preguntar «¿Le parece irónico...», él ha cortado para responder: «Todo». Y cuando acabó esa pregunta con un «...que la esperanza exista solo en las películas y no en la vida?», le remató: «Si la vida le parece decepcionante tendrá que preguntarle a ella, no a mí». Al final, sobre Cannes, se confesó: «Ahora os habla Kaurismäki el productor. El director y el guionista se han ido a pescar. Estoy muy contento de estar en Cannes».

Son momentos de buen cine, tan mágicos como el que anoche se vivió al ver la versión restaurada de Viaje a la luna, que tras casi 20 años de trabajo, ha devuelto a la vida la película de George Méliès, 16 minutos que en 1902 fueron el inicio del cine fantástico y de efectos especiales. En su momento Méliès pintó uno a uno los fotogramas. La versión en color se perdió, siempre hemos visto la de blanco y negro, hasta que en la Filmoteca de Catalunya se encontró la película coloreada en muy mal estado. Se ha restaurado, y allí donde faltaban fotogramas se han recuperado los de blanco y negro y coloreado como Méliès dejó indicado. De banda sonora, una partitura especial de Air, el dúo francés. Un disfrute que pudimos ver ayer por la tarde. Hoy, otra leyenda del cine, Jean-Paul Belmondo, recibirá su homenaje. Cannes no descansa.

Mayor información: Festival de Cannes


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