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El escritor mexicano. (Foto: Marco Ugarte)
C iudad Juárez, Chihuahua. 2 de mayo de 2011. (RanchoNEWS).- Agustín Monsreal (Mérida, Yuc. 1941) Actualmente vive en Las Águilas, México, D.F. Inició su carrera literaria publicando en el volumen colectivo 22 Cuentos 4 Autores (Punto de Partida, UNAM, 1970) y obteniendo ese mismo año el Premio Nacional de Cuento patrocinado por el INJM. Años más tarde, en 1978, se le otorgó el Premio Nacional de Cuento de San Luis Potosí con el volumen Los ángeles enfermos. En 1987 obtuvo el Premio Antonio Mediz Bolio con el libro La banda de los enanos calvos. Por su trayectoria literaria se le otorgó el Premio Antonio Mediz Bolio en 1996. En 1999 fue galardonado con La medalla Yucatán que otorga el Ejecutivo del Estado. En 2008, la ciudad de Mérida le rindió homenaje dedicándole La Feria Municipal del Libro. En 2009, el H. Congreso del Estado de Yucatán le entregó la medalla Héctor Victoria Aguilar, máxima presea que se otorga a nombre del pueblo yucateco, escribe Martín Gardella en la introducción a la entrevista al escritor mexicano que publica la revista Internacional Microcuentista:
Monsreal ha editado los libros de poesía Punto de fuga (1979), Canción de amor al revés (1980), Cantar sin designio (1995), Perseverancias de amor (2008); los libros de cuento Los ángeles enfermos (1979), Cazadores de fantasmas (1982), Sueños de segunda mano (1983), Pájaros de la misma sombra (1987), La banda de los enanos calvos (1987), Lugares en el abismo (1993), Infierno para dos (1995, 1996), Las terrazas del purgatorio (1998), Tercia de ases (1998), Cuentos para no dormir esta noche (1998), Cuentos de fugitivas y solitarios (2004); y libros de Varia Invención Diccionario de juguetería (2003), y Los hermanos menores de los pigmeos (2004), que recoge toda su minificción.
Publicado en las revistas y los suplementos literarios más importantes del país, ha sido incluido en más de 35 antologías tanto de poesía como de cuento y ha sido traducido a varios idiomas. Formó parte del Consejo de Redacción de las revistas El Cuento, Tierra Adentro, Fronteras y Camino Blanco. Ha sido miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte en las emisiones: 1994, 1997, 2003 y 2006. De 1996 a 2000 fue tutor de becarios del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, FONCA. En la ciudad de Mérida se instituyó, desde 1995, el Premio de Cuento Agustín Monsreal. Será invitado de honor en la Tercer jornada ferial de minificción en la 37a Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en 2011.
Fuiste parte, junto a Juan Rulfo y otros autores mexicanos, del Consejo de Redacción de la mítica revista El Cuento, considerada pionera en la difusión del género. ¿Cómo y cuando fue tu primer contacto con el género brevísimo?
Lo primero fue conocer a Augusto Monterroso, luego a Edmundo Valadés y más luego a la revista El Cuento, junto con las minificciones de Julio Torri y de Juan José Arreola, así como los cuentos de Juan Rulfo, Efrén Hernández y Jorge Luis Borges. Algún día llegó a mis manos Ambrose Bierce y ya con todos juntos vino la resignificación de mi vida, pues entonces me di cuenta de que si quería trabajar en corto tendría que trabajar largo y tendido.
Los expertos consideran que El Cuento fue fundamental para la definición del género. ¿Qué denominación prefieres utilizar para referirte a ese tipo de textos y por qué?
En efecto, coincido plenamente en que sin la revista El Cuento, el género de la brevedad no estaría entre nosotros, o al menos habría tardado mucho en hacérsenos presente en toda su magnitud. Prefiero el término MINIFICCIÓN que es más incluyente, más englobador, más generoso, más libre, más abierto, y a la vez más exigente sin atarse a la camisa de fuerza que, desde mi punto de vista, puede llegar a ser el de: miniCUENTO, microRRELATO, o CUENTO brevísimo.
Como escritor, ¿qué diferencias fundamentales encuentras entre escribir un cuento, un microrrelato y una poesía?
En los tres casos, creo que hay que trabajar a profundidad y no en extensión. Inventar la realidad, no copiarla ni calcarla, esto es, hacer posibles los órdenes evanescentes de la imaginación y del sueño, volverlos creíbles y accesibles. Las diferencias sustantivas son meramente formales, cuestiones de estructura, técnica, tonos, ritmos, cadencias, giros de vocabulario, pero en lo esencial encuentro lazos estrechos entre los tres géneros; la emoción estética, por ejemplo: se trata, creo, de darle una nueva dignidad a lo cotidiano mediante el embellecimiento de lo insustancial y lo trágico; de envolver con una mirada de eternidad a las personas, las circunstancias y las cosas. En mi caso, el contenido siempre me dicta la forma; primero encuentro, tengo la revelación interior de lo que quiero decir y luego aparece el cómo decirlo; a veces surge un cuento, a veces una minificción, a veces un poema. Las cosas, que no son tan simples, en ocasiones son así de sencillas, de naturales.
Como antólogo, ¿qué elementos consideras que debe tener un microrrelato para ser eficaz?
Tres elementos:
1.- Matrimonio indisoluble entre el título y el cuerpo del texto.
2.- Verosimilitud, aun cuando lo que se trate sea lo más insólito, sobre o infrahumano, inaudito, imposible, ilógico, fantástico, absurdo, asombroso, etc.
3.- Crueldad o humor y, definitivamente, sorpresa. Si no perturba, si no mueve algo de su sitio (mental, emocional o espiritualmente), no es eficaz.
¿Por qué crees que se ha producido el auge reciente de la microficción?
Porque tiene una larga cola que le pisen, esto es porque todos de una manera o de otra somos minificcioneros, pero apenas hasta hace poco se nos ocurrió identificarlo, aceptarlo y ponerlo en práctica. Refranes, dichos, sucedidos, leyendas, chismes, ocurrencias, adivinanzas y muchos otros etcéteras han encontrado en las minificcionaduras su válvula de expresión más plena y la carta de naturalización que les permite hacer y deshacer impunemente, lo que convierte a las minificciones en una de las formas más ciertas y grandiosas de la felicidad.
Como lector, ¿qué autores y/o libros de microrrelatos nos recomendarías?
Todos, principalmente los ya probados por el tiempo. Aprender a leer es aprender a escribir. Con el tiempo, aprende uno también a pensar por cuenta propia, y a elegir, a decidir, a depurar la inteligencia, la sensibilidad, la imaginación, a caminar a hombros de gigantes.
¿Qué consejo le darías a los microrrelatistas que recién comienzan?
Que recuerden que los gigantes también empezaron siendo pequeños. O mejor: que no oigan consejos, que lean y lean y lean, para que aprendan a distinguir a los autores de largo, de corto y de mal aliento.
Un libro: Microminiaturas (y otras herejías).
Una película: Nunca debieron amarse.
Una canción: Usted es la culpable.
Un equipo de fútbol: Pumas (de la Universidad de México).
Una frase: Ser escritor no es un oficio ni una profesión ni un negocio: es un destino.
Una ciudad: Si estoy en Mérida, Mérida; si estoy en D.F, D.F.; si estoy en Barcelona, Barcelona; si estoy en Buenos Aires, Buenos Aires…
Una comida: Idéntico que con las ciudades.
Un deseo: Depende de la mujer que tenga enfrente, o de la sirena de mi sueño de anoche, qué bárbara...
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