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El hotel Carlton, convertido en escaparate promocional de superproducciones. (Foto: Andreas Rentz)
C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de mayo de 2012. (RanchoNEWS).- El domingo, el cineasta danés Thomas Vinterberg, que concursa con The hunt, definía como «único» el festival de Cannes: «Es el único que aún defiende en su corazón el cine, aunque esté envuelto en todo el glamour que vemos». Efectivamente, durante décadas Cannes ha sido también el centro del cine de autor, y secciones como la Quincena de Realizadores o la Semana de la Crítica nacieron cuando el certamen parecía derivar hacia líneas más comerciales. Pero la semilla siempre ha estado ahí, aunque los sótanos del Palacio de los Festivales alberguen el mercado de cine más grande del mundo, y La Croisette reviente a anuncios de miles de proyectos, películas en rodaje o filmes acabados. Una nota de Gregorio Belinchón para El País:
Hasta ahora pareció que existían ciertos límites que no se traspasaban: en las proyecciones no hay anuncios, los ciclos no están patrocinados, y más allá del café gratis en la sala de prensa o de wi-fi à volonté gracias a multinacionales de esos productos, las marcas buscaban otros vericuetos para tener visibilidad relacionadas con el festival de cine más importante del planeta. Hasta ahora.
Anoche, en una proyección que se mantuvo en secreto hasta el último segundo, por primera vez se vio un anuncio en una gran pantalla en Cannes. Más que un anuncio, un cortometraje patrocinado. La firma italiana Prada –ropa y complementos de alta gama– le preguntó hace medio año a Roman Polanski si estaba con algún proyecto, si aceptaba rodar para ellos un cortometraje con total libertad creativa. El resultado son los tres minutos y 29 segundos de Una terapia, protagonizados por Ben Kingsley y Helena Bonham Carter, filmados en París en dos días en enero, y con cinco ganadores del Oscar en su equipo, además de la música del gran compositor Alexandre Desplat.
El «cortometraje», como oficialmente ha sido vendido en Cannes este anuncio publicitario, es 100% Polanski, pero Prada está claramente presente en pantalla. Cuando Bonham Carter, una paciente rica del psiquiatra Kingsley, llega a la consulta, se descalza para tumbarse en el diván y su zapato rueda hasta acabar su suela –y el logo de la marca impreso en él– pegada el objetivo. Por supuesto, el vestuario procede de la marca italiana, incluido un abrigo lila fundamental en la historia, y la película acaba con este lema impreso en blanco sobre fondo negro: Prada suits everyone (Prada siente bien a todo el mundo). El corto acompañaba la proyección de una copia restaurada de Tess, el drama de Polanski que forma parte del ciclo Cannes Classics, y que presentó el equipo artístico al completo. Y se vio en Cannes porque Thierry Frémaux, delegado general del certamen, le pidió a Polanski si tenía nuevo«material creativo» para estrenar. Y sí, lo tenía. Un anuncio. Pero a Frémaux le gustó y lo proyectó. Gol del departamento de márketing de la mencionada marca de ropa.
Puede que la crisis o los nuevos tiempos en la mercadotecnia hayan cambiando las mentes de los organizadores. Porque en el certamen ha habido más guiños a la publicidad… encubierta. Gucci está presente sibilinamente en varios rincones, incluidos los internáuticos de Twitter a través de cuentas asociadas al certamen. El viernes, también por primera vez en la historia, la sala de las ruedas de prensa oficiales albergó un acto que nada tenía que ver con el cine: la presentación de la cena-concierto que tenía como anfitriones a Sean Penn, Giorgio Armani, el cineasta Paul Haggis, la supermodelo Petra Nemcova y los dos cabezas visibles del certamen, Gilles Jacob y Thierry Frémaux. Esa noche recaudaron un millón de euros para la reconstrucción de Haití, y en esa rueda de prensa, Penn admitió muy de mala gana preguntas sobre cine. La cuestión ya es carne de debate en La Croisette. Hasta ahora, el certamen no se relacionaba con este tipo de eventos. Otro ejemplo llegó ese mismo viernes, con un concierto de Cindy Lauper patrocinado por un vodka para recaudar dinero para la Fundación Red que lucha contra el sida infantil en África.
Otra cosa son las proyecciones de parte del metraje de películas aún sin finalizar. Eso se hace en el mercado, para los vendedores, y eso se hace a bombo y platillo para la prensa internacional, con promoción incluida de actores. En anteriores ediciones en Cannes ocurrió con World Trade Center o La amenaza fantasma. Ayer por la tarde, ante 50 periodistas de todo el mundo, Harvey Weinstein presentó los avances de The master, de Paul Thomas Anderson; The silver linings playbook, de David O. Russell, y, sobre todo, 10 vibrantes minutos de Django unchained, de Quentin Tarantino, al que aún le faltan tres semanas de rodaje, y que estará lista para estrenar en Navidades. El nuevo trabajo de Tarantino pertenece al género de ultraviolento western socarrón, en parecida línea a la revisión del cine bélico que facturó con Malditos bastardos. Christoph Waltz, como dentista cazarrecompensas, y Jamie Foxx, como el Django del título, un esclavo liberado con ansias de venganza, se zambullen, para rescatar a la esposa de Django, en el Misisipí más racista, en el que reina Leonardo DiCaprio. Al menos la proyección era en un salón del hotel Majestic... y la única publicidad, la de The Weinstein Company.
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