Rancho Las Voces: Caricatura / Argentina: «Death Note», para los fanáticos del Manga
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

viernes, junio 22, 2012

Caricatura / Argentina: «Death Note», para los fanáticos del Manga

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Viñeta del cómic. (Foto: Página/12)

C iudad Juárez, Chihuahua. X de mayo de 2012. (RanchoNEWS).- ¿Y si matar fuera tan fácil como escribirlo en un cuaderno? Desde esa premisa parte Death Note, un manga japonés cuya conclusión acaba de publicar el sello local Larp Editores. La historia, guionada por Tsugumi Ohba e ilustrada por Takeshi Obata, acompaña durante doce tomos –unas 2400 páginas– los esfuerzos del joven Light Yagami para reformar el mundo según su propia idea de la justicia. Una concepción más bien chata que consiste en reventar como sapos a «las personas malvadas». Para ello usa un cuaderno sobrenatural arrojado al mundo por un «shinigami» (un dios de la muerte) en el que basta con escribir un nombre y visualizar un rostro para que la persona muera. Con este planteo inicial fantástico, Ohba construye un thriller absorbente. Una nota de Andrés Valenzuela para Página/12:

La dupla de mangakas no ahorra méritos en este trabajo. El dibujo de Obata es soberbio, con un grado de detalle impecable en los fondos y planos, pero a la vez presenta una sólida galería de personajes. Pese a la solidez de la faz gráfica de la serie, la narrativa se sostiene en los diálogos y no en las secuencias de viñetas. El punto fuerte de Death Note es claramente su guión.

No es sencillo mantener atractivo un juego de gatos y ratones intenso durante tanto tiempo. Light desea construir un mundo a su gusto bajo el alter ego de Kira y un detective eximio (llamado sencillamente L) busca detenerlo. Mutuamente se tienden celadas y se prueban para ver quién es el mejor. Este intrincado duelo de ingenio exige atención al lector y una construcción extremadamente cuidada de la trama. De modo que Ohba refuerza constantemente los datos relevantes a sus seguidores y está siempre un paso delante de éstos: no hay tomo en el que no haya al menos una o dos vueltas de tuerca importantes en la historia. No es poca cosa considerando el volumen de producción de la dupla y que la serie se publicó originalmente en capítulos semanales (108 en total) en la revista Shonen Jump, y que recién más tarde se recopiló en los volúmenes publicados en Argentina.

Un poco como en los relatos de Arthur Conan Doyle, parte del atractivo reside en cómo los protagonistas deducen detalles de la trama que a veces el lector conoce, pero otras ignora cabalmente. Sin embargo, el grueso del atractivo es el morbo que genera el sociópata de Yamani («un genocida», señalan sus contrincantes). Aquí sucede algo similar a lo que Hitchcock generaba con La soga: el lector se debate entre el deseo de verlo atrapado y las ganas de saber cómo se escapará.

La saga tiene dos partes bien definidas. En los primeros seis tomos las disquisiciones morales sobre las acciones de Light/Kira dejan rápidamente paso al duelo de inteligencia con el detective L. A partir del séptimo tomo, Ohba vuelve a dar más fuerza a la discusión moral y ética (¿hasta dónde está dispuesto a ir cada nuevo investigador con tal de capturar a Kira?), cuestión que avanza en paralelo a la intriga.

En general, crítica y fanáticos de la serie reconocen que el primer tramo es el mejor. Quizá porque el segundo tiene cierto sabor a éxito estirado. De cualquier modo, la solidez de la narración hace avanzar la historia sin pausa. El último tomo, cuya portada ilustra esta reseña, es más profuso en texto que sus predecesores, pero aun así no pierde ritmo. Y cumple con lo que se le debe exigir a un thriller: mantener en vilo al lector hasta que se escriba la última línea del cuaderno.

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