.
El gran compositor mexicano. (Foto: Cortesía de la familia Moncayo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de junio de 2012. (RanchoNEWS).- José Pablo Moncayo fue un compositor con un «pianismo afrancensado», pero sobre todo un hombre arriesgado, curioso y vanguardista, aspectos que contrastaban con su personalidad «gris» e «inhibida», escribe Alida Piñón para El Universal de la Ciudad de México:
El Moncayo nunca antes escuchado se revela a 100 años de su nacimiento a celebrarse el próximo 29 de junio, gracias a la Edición Conmemorativa por su Centenario, conformada por ocho discos en los que se presentan 30 obras para música de cámara, orquesta, vocal, grabaciones históricas y estrenos.
Además, nueve volúmenes de partituras con notas detalladas, escritas por Eduardo Contreras Soto, y una semblanza a cargo del pianista y crítico musical Lázaro Azar.
El catálogo completo de la obra se publicará en una edición especial –con un tiraje de mil ejemplares– que será entregada a la Presidencia de la República, mientras que otro tiraje de mil discos y mil partituras será puesto en venta por separado al público en las próximas semanas.
El proyecto fue encargado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) a Azar y al director de orquesta Enrique Bátiz, quienes reunieron a músicos e investigadores para su realización, con un presupuesto de 2 millones de pesos
La música fue grabada en la Sala Blas Galindo, explica Azar, porque el Palacio de Bellas Artes no estaba disponible debido a su programación. Además, para este proyecto se creó la Orquesta José Pablo Moncayo, integrada por algunos de los mejores atrilistas del país, así como solistas que trabajan en México y en Estados Unidos, como el violonchelista César Martínez-Bourguet.
«Trabajamos con un dream team, los músicos, los técnicos, los ingenieros, todos se pusieron la camiseta y sabían que debíamos terminar», resalta Azar en entrevista.
Las revelaciones
Azar enlista los hallazgos en la obra de Moncayo, en cuanto a lo sinfónico, dice, se pudo corroborar que supo definir una personalidad única. «Nos dimos cuenta de que más allá de ese nacionalismo exacerbado que está en el ‘Huapango', que es su obra menos original en el sentido de que fue un encargo de Chávez, en todas las demás obras hay un sello característico».
En la música de piano se devela un Moncayo que es un gran apasionado del impresionismo. «Su música de piano lo hermana a Ravel, y en algún momento fugaz también a Erik Satie; tenía un pianismo a la francesa».
Mientras que en la música de cámara habitó el compositor más propositivo y vanguardista. «Ahí descubrimos al músico más arriesgado; los compositores contemporáneos a él lo veían un poco con desprecio porque no se había comprometido con lo que según ellos era la música de su época, decían que el nacionalismo ya había pasado y que era el momento de la modernidad, y aseguraban que Moncayo estaba pasado de moda. No fue así, más bien fue un hombre pragmático, sabía que si escribía para orquesta obras muy modernas no se iban a tocar, de modo que en la música de cámara es un vanguardista, al que ignorábamos».
Las razones del olvido
El compositor José Pablo Moncayo murió en 1958, a los 46 años de edad. Su viuda, Clara Elena Rodríguez, decidió guardar para sí todos los recuerdos de su marido, incluido su acervo. Poco a poco las herederas de la pareja, sus hijas Claudia y Clara, fueron indagando en el material que iba desde ropa hasta partituras.
La siguiente generación Moncayo, los nietos, son quienes han resguardado el material. Es hasta 2008, al morir la abuela, cuando Rodrigo Sierra, hijo de Claudia, y músico de profesión, revisó aún más el material. Tres años después, en colaboración con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, se perfiló el proyecto con el que se festejaría el centenario del compositor.
La temprana muerte del compositor y el luto prolongado de su viuda no son las únicas razones por las que la obra de Moncayo, salvo Huapango, Tierra de temporal y La mulata de Córdoba, sea prácticamente desconocida en el país.
Al respecto, Iván Martínez, encargado de la edición, apunta: «No era un hombre extrovertido, no se le daban las relaciones públicas, así que cuando muere todo se fue con él».
Lázaro Azar añade: «Hay obras que sabíamos que existían, como ‘Sinfonía', que estaban a resguardo en Ediciones Mexicanas de Música. Moncayo los autorizó a editar su música, pero con el presupuesto ridículo con el que sobreviven pues no la publicaron nunca».
El reto venidero
Con este catálogo se puede tener certeza de que todo lo existente de la obra de Moncayo ha sido grabado y las partituras puestas a disposición de los músicos.
«La mesa está puesta para que los musicólogos, músicos y especialistas se pongan a trabajar, nosotros ofrecemos lo que había. Sería tan desmesurado como irresponsable que, sin formación de musicólogos, pretenderíamos hacer las enmiendas a los errores que sí encontramos en la obra. Ahora ya pueden saber que lo que había está a su disposición, pero lo más importante es que también debe tocarse. Ya nadie puede tener pretextos para no acercarse al compositor».
En total, cinco son las obras que se estrenan, incluso algunas no ha sido posible fechar con exactitud, pero sí se estimó que fue escrita entre 1951 y 1957, como Zarabanda.
Y entre las joyas de la edición está la grabación de Sinfonía, la obra monumental de Moncayo.
«Se limpió hasta restituir la partitura a su concepción original, ya no sólo era tocarla completa porque cuando se grabó por primera vez por Enrique Arturo Diemecke se le quitaron unos 200 compases, sino que también que la orquestación fuera la original, porque no sólo le habían quitado instrumentos, le doblaron algunos otros. De manera que lo se va a escuchar en este trabajo será la Sinfonía que Moncayo concibió. Ha sido una gran responsabilidad y un gran gozo ofrecer la versión correcta».
Por su parte, Martínez sostiene que no se incluyeron ni los arreglos sobre obras de otros autores ni obras de dudosa autoría ni piezas inconclusas y apenas bosquejadas, como sería el caso de Simiente o de los primeros compases de lo que sería la primera de un Concierto para piano.
«Lo interesante es que hay un Moncayo muy curioso, que parece que componía buscando su propio camino, que experimentaba, pero que siempre sabía hasta dónde quería llegar», dice Martínez.
Los críticos enfatizan que hasta el momento es lo que hay y que los acervos familiares están agotados, pero existen obras que están desaparecidas, como las tempranas.
Finalmente, Martínez y Azar coinciden en que el proyecto generará discusiones, pero, en todo caso, serán en beneficio de la música mexicana y en la revalorización del legado de José Pablo Moncayo.
REGRESAR A LA REVISTA