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Instant City. Cala Sant Miquel, Ibiza 1971. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de junio de 2012. (RanchoNEWS).- Para los organizadores, aquello era el International Council of the Societies of Industrial Design (ICSID); para la tribu de jóvenes peludos que acudió a la Cala Sant Miquel, en Ibiza, siguiendo el reclamo del tam-tam generacional, fue el Instant City. En cualquier caso, para unos y otros fue un acontecimiento seminal que marcaría el futuro reforzando lo que todavía eran intuiciones. Una nota de J. M. Martí Font para El País:
Corría el otoño de 1971 y los miembros de la Agrupación de Diseño Industrial del Fomento de las Artes Decorativas (ADI/FAD) habían conseguido que, pese a las reticencias contra la España franquista que tenían los europeos democráticos, el ICSID aceptara organizar su congreso en España, concretamente en Ibiza. Entre los impulsores de aquella aventura se encontraban los diseñadores Ives Zimmermann, André Ricard y América Sánchez; el filósofo Xavier Rubert de Ventós; el artista Albert Ràfols-Casamada; el arquitecto Antoni de Moragas, y el joven crítico Daniel Giralt-Miracle.
Para acoger a los estudiantes que acudieran al congreso se decidió recurrir a un sistema experimental de cúpulas hinchables diseñado por el arquitecto José Miguel de Prada Poole, que fue bautizado con el nombre de Instant City. Mientras los grandes nombres del diseño se instalaban en el único hotel que en aquellos años había en la cala y se sumergían en todo tipo de vibrantes debates sobre la base de cómo «rediseñar el concepto del diseño», en palabras de Giralt-Miracle, en la playa una tribu de jóvenes de todos los colores, desde hippies a artistas, dirigidos por los entonces estudiantes de arquitectura Fernando Bendito y Carlos Ferrater, cosían, siguiendo los patrones de Prada Pool, los rollos de plástico de colores regalados por una importante empresa, que, una vez hinchados gracias a una serie de ventiladores conectados a un generador, iban configurando una sorprendente ciudad a rayas donde albergarse.
Fue una experiencia breve, pero intensa, que ha perdurado en la memoria de sus protagonistas. Ahora, el propio Giralt-Miracle y Teresa Grandas han comisariado en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) la exposición Ibiza, 1971, cuando la utopía fue posible, la primera que organiza el museo solo a partir de fondos documentales, que podrá verse hasta el 20 de enero de 2013. Es una lástima que el extraordinario fondo que han conseguido reunir no haya acabado en un catálogo. Problemas de los tiempos de crisis. Aunque el director del Macba, Bartomeu Marí, ha prometido encontrar patrocinadores para sacarlo adelante.
Con la perspectiva de más de cuatro décadas, la exposición deja muy clara la importancia de aquel evento, que por una parte colocó el diseño catalán y español –hasta entonces relativamente autárquico– en el mapa internacional, algo que ahora se da por sentado, y por otra sirvió de catalizador a una generación que de pronto descubrió que existía como tal frente a la opresiva grisura del tardofranquismo. Porque a Cala Sant Miquel no solo acudieron españoles, sino también gente de todo el mundo, no sólo europeos, que crearon un sorprendente microcosmos.
En el campo de las artes plásticas supuso la puesta de largo de una generación de artistas como Jaume Xifrà, Antoni Miralda y Dorothée Selz, que organizaron el espectacular ceremonial de colores; Antoni Muntadas, que realizó una escultura móvil de 150 metros de largo, y Josep Ponsatí, con su gigantesca escultura hinchable, la más espectacular. Como señalaba ayer Marí, el congreso acabó convertido en una especie de festival multimedia en el que las intervenciones artísticas se solapaban con los conciertos y las conferencias sobre arquitectura, urbanismo y filosofía.
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