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El artista mexicano. (Foto: María Meléndrez Parada)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de julio de 2013. (RanchoNEWS).- El artista Gabriel Orozco, de quien hace unos días terminó su exposición de 46 piedras de río en la Galería Kurimanzutto y que ahora mostrará en Austria algunos de esos trabajos, reconoce con humor que está a «media carrera, a la mitad de mi vida, al suponer que voy a vivir 100 años.» Una nota de Merry MacMasters para La Jornada:
Esas piedras de río se incluyen en Natural motion, exposición del artista que mañana será inaugurada en el Museo de Arte (Kunsthaus) de Bregenz, Austria, como parte de su reciente producción escultórica.
Orozco (Xalapa, 1962), dadas las categorías de la trayectoria artística, se sitúa entre ser «artista emergente y vaca sagrada. Depende del corral donde me quieras poner, pero quisiera sentirme evidentemente al trabajar con cosas nuevas».
Echar mano de la piedra de río fue una experiencia novedosa, pues el artista se sintió como «un novato tratando de descifrar las piedras y ver qué podía hacer con ellas. Es un trabajo que lleva a una posición de humildad, porque no sólo la piedra te hace humilde en su solidez, su magnitud, su ancestralidad, sino al tratar de trabajarla porque los referentes, la historia, la antigüedad, la implicación de tallar una piedra que se va a quedar siempre allí, te hace sentir pequeñito como principiante.»
La obra de Orozco siempre ofrece innovaciones y esta vez «sorprende» por su regreso a una forma escultórica muy tradicional, tal vez lo más tradicional de su producción.
«Hay dos formas muy primitivas que han sido sorprendentes para mí, de renamorarme de ellas: el barro y las piedras de río. La identidad esencial del hombre probablemente esté formada por el barro y la piedra. La tradición no es sólo mexicana, sino universal», asevera.
Las piedras de río protagonizan la más reciente producción escultórica del artista conceptual.
Antes de trabajar las piedras de río, Gabriel Orozco vio muchos libros de escultura prehispánica. Sin embargo, señala que es «menos prehispanicosa de lo que pensaba, porque también hay mucho de las esculturas hindú en piedra y la japonesa, que me encantan. Finalmente, la piedra es de todas las culturas. No me gustaría que sea un revival de lo prehispánico, así nada más. Fui varias veces al Museo Nacional de Antropología en plan de estudiante para aprender ciertos acabados, trazos geométricos de la escultura, sobre todo la mexica».
El entrevistado también se sorprendió de no haber trabajado antes con piedras de río, «porque encierran todos los elementos de lo que me atrae del mundo: su forma orgánica y sensual, pero al mismo tiempo su banalidad. Es decir, son piedras fascinantes, pero no son heroicas, sino comunes, erosionadas por el tiempo y el agua, frágiles, vulnerables.
«La forma que tienen siempre invita a verlas y tocarlas, a lo mejor tomar una. Entonces, a la hora de molestarlas con un dibujo, con una cosa para tallar y esculpirlas, traté de ser cuidadoso, de sacar el potencial de la piedra, de hacer algo con eso que de repente es muy abstracto y parece una forma.»
Más que un «coleccionista,» Gabriel Orozco se considera un «transportador» de objetos, pues no se los queda, a un contexto diferente, y en el camino «muchas cosas suceden. A veces toman mi mano y les dibujo algo, a veces las dejo como están.»
Como todo niño después de ir de campamento, el artista de repente llevaba una piedra a su casa. Ya de grande rumbo a Puerto Escondido se paraba en «El Papagayo» para ver las piedras que vendían para obras de construcción o relleno. Los trabajadores le comentaban: «A ésta le decimos el huarache, ésta, la cabeza de perro, y ésta, la tortuga. Había formas muy lindas y me llevaba algunas. Pasó mucho tiempo antes de que me decidiera a dibujar en ellas y hacer escultura.»
Las piedras son talladas, aunque no por Orozco: «Dibujo, luego me imagino los milímetros de hundimiento necesarios para excavar y el tipo de trama que se deben llevar. Dibujo la posible trayectoria de la piedra de río para llegar a esa forma, que a veces son procesos de 5 mil años para estar erosionada y pulida.
«Me pareció interesante que la talla, las ranuras en el cuerpo de la piedra, narraran un poquito la posible trayectoria y el tiempo que llevó para adquirir esa forma, que de alguna manera ya viene en la piedra. Escojo la piedra por la forma y sólo la redibujo.»
Acabados diversos
Para el tallado de las piedras de río, Orozco acudió a un taller profesional. En un principio se quedaba con los técnicos, después «encontramos un sistema en el cual presentaba el dibujo y exponía los números de milímetros de profundidad y más o menos el tipo de acabado: boleado, espejeado, brilloso, no brilloso. Llegaba con varias piedras, las discutíamos, me iba, trabajaba otras, regresaba y las intercambiábamos. Eso me daba la oportunidad de trabajar varias esculturas a la vez.»
El trabajo en piedra, señala, «es muy polvoso y ruidoso» y «no era fácil concentrarme en el dibujo y la forma en un lugar que estaba constantemente en el bullicio del taller. Además, en México tenemos muy buenos canteros y herreros.» Sin embargo, el tallado hoy día es mecánico.
Concluida su retrospectiva itinerante organizada por el Museo de Arte Moderno, en Nueva York, Orozco dice: «Si me invitan a exponer, tiene que ser todo nuevo para estar otra vez como principiante.» Por lo pronto, el artista mexicano lleva su arte a Bregenz, Austria, del 13 de julio al 6 de octubre.
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