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En nuestro país se encuentra una de las pocas mujeres en el mundo que tocan uno de los instrumentos básicos para la interpretación del tango. (Foto: Jorge Carballo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 21 de julio de 2013. (RanchoNEWS).- Clara Stern es la única mujer bandoneonista profesional en México. Si bien no le gusta que lo destaquen porque no cree que su condición femenina deba imponerse ante la calidad de su trabajo, acepta que es un orgullo ser parte de una tradición que hasta hace poco le pertenecía a los hombres. Una entrevista de Emiliano Balerini Casal para Milenio:
Su pasión por el instrumento surgió cuando en 1997 acudió a un concierto del músico César Olguín en la Sala Carlos Chávez, del Centro Cultural Universitario de la UNAM, y vio como este bandoneonista, que posteriormente se convertiría en su maestro, tocaba ese instrumento con tal maestría que la dejó impactada.
Un año más tarde acudió a otro recital de Olguín en la Casa del Lago. Superó la timidez que en aquella época tenía, como ella misma dice, y se acercó a Olguín —actualmente director de la Orquesta Mexicana de Tango, donde Clara toca— para pedirle que le diera clases de bandoneón. Hasta hacía poco tiempo había estudiado en el Centro de Investigación y Estudios Musicales, donde aprendió a tocar distintos instrumentos, pero ninguno le llamó tanto la atención como el que hiciera famoso a Ástor Piazzolla.
«Veía como César tocaba un instrumento que se contorsionaba, que respiraba muy fuerte cuando lo cerraba; era una cosa muy física, y el sonido me encantó. Nunca había escuchado tango. En mi casa no se escuchaba y no tengo familia argentina, pero me fascinó», dice la también traductora del Fondo de Cultura Económica.
¿Cómo fueron tus primeros encuentros con el bandoneón?
Al principio, cuando me acerqué a César, éste me dijo: «No sabes lo que decís», pero me dio su tarjeta y me invitó a un ensayo para que viera si me gustaba, porque él no le da clases a mucha gente. Las primeras lecciones fueron para que me familiara con el teclado del bandoneón. El primer tema que aprendí era mexicano, y durante varios años César me prestó un bandoneón, hasta que fui por el mío a Argentina.
¿Qué bandoneonistas llaman tu atención?
César fue el primero que vi; después me enfermé de Piazzolla. Cuando fui a Argentina, a principios de la década pasada, acudí a los conciertos que pude y vi a algunos de los bandoneonístas más importantes de ese país en la actualidad. Conocí a Dino Saluzzi, quien me llamó la atención por saber combinar y jugar con el tango, jazz y folclor; Néstor Marconi me impresionó por su virtuosismo, muy parecido a Piazzolla, y finalmente Julio Pane, a quien vi por primera vez en un restaurante y en ese momento me pareció un hombre neurótico, complicado y misógino que me daba miedo. Sin embargo, cuando lo vi tocar me impresionó. Él es un hombre robusto, tosco, pero al verlo tocar me pareció dulce.
¿Qué significa ser la única mujer profesional en México que ejecuta el bandoneón?
Este tema ha sido todo un caso con César Olguín. Cuando ingresé a la Orquesta Mexicana de Tango me pareció raro que se destacara eso, porque me preguntaba si realmente tenía importancia. Hay una razón para que me sienta así: nunca me ha gustado que ser mujer o tener una apariencia determinada sea lo que la gente reconozca de mí. Alguna vez estaba muy emocionada de que un músico me escuchara y, todo se arruinó, cuando en tono de broma dijo: «Sí puedes tocar con nosotros, pero ponte una faldita», respondí que eso no tenía nada que ver con la presentación. Una vez que conocí la historia del instrumento, de los intérpretes —que, por cierto, es machista—, me dio orgullo ser la única mujer bandoneonista.
¿A qué se debe que no haya más mujeres en México tocando el instrumento?
Lo tienes que encontrar debajo de las piedras. No es algo que te ofrecen tocar cuando eres niño o niña, no es algo que te enseñen en ninguna escuela; es pesado, es algo que se te aparece por suerte o que conoces en Argentina. También se debe a que es un instrumento violento: debes aporrear la caja sonora para hacerlo escuchar, y cuando lo cierras hace ruidos extraños; a mí lo que me gusta es que esa violencia contrasta con la dulzura de su sonido.
¿Qué opina de la relación que tiene el bandoneón con los hombres?
Trato de atribuirlo a los orígenes arrabaleros del tango; lo entiendo desde ahí. Las mujeres, en las primeras épocas del tango, no estaban vinculadas a la música ni al bandoneón. Lo que no entiendo es por qué sigue siendo así. Hay algunas mujeres que tocan el bandoneón: he visto dos en Argentina y una en Inglaterra, pero no sé por qué son tan pocas. Es verdad que es un instrumento que requiere de fuerza, y por ejemplo, cuando toco con mis compañeros de la orquesta debo hacerlo fuerte, porque ellos lo hacen así, pero no por una cuestión de competencia, sino de presencia. No crecí en un mundo donde las mujeres hacen una cosa y los hombres otra; nunca tuve un problema para relacionarme con el arpa jarocha, por ejemplo, la cual tocan los hombres.
¿Cuál es tu objetivo como música?
César Olguín formó la Orquesta Mexicana de Tango cuando yo estaba estudiando un doctorado en el extranjero, y al volver me integré. Ahora lo que queremos es tocar cada vez más y buscar lugares en otros países: los europeos, por ejemplo, están locos por el tango. Estoy por viajar a Inglaterra, y voy a ver qué contactos se pueden hacer. Por el momento estamos traduciendo al inglés la historia y los principales datos de la orquesta.
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