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Antigua Biblioteca Pública de Camden (Nueva Jersey) (Foto: Camilo José Vergara )
C iudad Juárez, Chihuahua. 10 de julio de 2013. (RanchoNEWS).- Durante más de 40 años, el fotógrafo de origen chileno Camilo José Vergara se ha dedicado a documentar con su cámara la decadencia urbana de las grandes ciudades y las capitales del cinturón industrial de Estados Unidos. De manera paulatina, Vergara ha regresado a los barrios más deprimidos de Detroit, Baltimore, Camden, Nueva York o Los Ángeles, para capturar la transformación de una fachada concreta, de la esquina de una calle, de una biblioteca y, a través de esa evolución, constatar cómo la desigualdad se muestra en los edificios tanto como en las personas. Una nota de Eva Saiz para El País:
Ese trabajo -expuesto en la Biblioteca del Congreso, el Nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York o el museo Paul Getty- le ha valido el reconocimiento de la Casa Blanca que ha otorgado a Vergara la medalla nacional a las Artes y a las Humanidades, un prestigioso galardón que se otorga cada año a 24 representantes de ambas ramas (12 y 12) que el presidente de EE UU, Barack Obama, entregará este martes al fotógrafo. En una conversación telefónica desde Nueva York, donde Vergara reside desde que llegara a la ciudad a estudiar Sociología a mediados de los 60, éste subraya la importancia del premio por habérsele concedido en la vertiente de humanidades y no artística. «Yo soy un fotógrafo distinto a los otros, a mí me dan la medalla por la especialidad de humanidades, porque mi responsabilidad es fotografiar la historia de los barrios arruinados, que se están cayendo a pedazos, donde la inversión es cero y cuyos habitantes los están abandonando», cuenta.
La fascinación por ahondar en los contrastes urbanos de Vergara nace de su experiencia personal antes que de su interés académico por la sociología, reconoce el fotógrafo. «Mi padre era de una familia muy rica que se las arregló para perder todo lo que tenía y a nosotros nos mantenían los parientes ricos, de modo que, desde pequeño, mi visión fue que las cosas siempre iban a empeorar», señala. Esa perspectiva pesimista se reafirmó en el documentalista cuando llegó a Estados Unidos. «Visité las capitales del Medio Oeste y me pregunté cómo podía ser posible que los americanos que habían construido esas ciudades tan fantásticas, con unos edificios tan perfectos, los hubieran dejado destruirse».
Esa inquietud llevó a Vergara a documentar con cámara la evolución de esa decrepitud y, también, en algunos casos, su recuperación y revitalización. «Mi trabajo no consiste en tomar imágenes de cosas bonitas. Yo no creo belleza, yo creo historias», afirma el documentalista. Como si de un Monet moderno se tratara, Vergara regresa cada año -y siempre que se lo permite su economía- con sus lentes ópticas para refotografiar desde el mismo preciso lugar, la misma explanada desierta, el mismo muro, la misma calle para contar sus historias y captar su espíritu.
Precisamente por haber recogido el «espíritu imperecedero que brilla en la decadencia» y por haber sabido «reflejar la cultura vibrante y en constante cambio de nuestras comunidades» es por lo que la Casa Blanca ha concedido a Vergara la medalla nacional. El fotógrafo se sorprende de esa visión positiva que subraya la presidencia y aunque no reniega de ella, llama la atención, fiel a ese sentimiento trágico de la vida que lo acompaña desde su niñez, en la parte oscura del sueño americano. «Es cierto que en la historia de EE UU hay un espíritu de adaptación y de superación, pero no lo es menos que hay mucha gente que se pierde, las cárceles están llenas, hay muchos que mueren antes de lo que debieran... Para mí, lo importante es mostrar el lado físico de todo esto. Los árboles, los muros, las escuelas, las carreteras también nos hablan de manera elocuente de la realidad», señala.
Con su trabajo Vergara pretende provocar un diálogo sobre el espacio urbano en las ciudades y el reflejo de la sociedad que ello supone. Sus fotografías de una biblioteca abandonada en Camden (Nueva Jersey) -una de las ciudades más pobres de EE UU- en cuyo interior han echado raíces varios árboles, empujaron a las autoridades a no derribar el edificio y a protegerlo con una valla. «Mi contribución tal vez tenga que ver con que la reja esté allí, pero el Ayuntamiento no ha hecho nada para impedir que la biblioteca se caiga a pedazos», se lamenta el fotógrafo.
De camino a Washington a recoger el premio, Vergara tiene previsto volver a parar frente al edificio y retratarlo de nuevo. «Ver qué tipo de persona se sienta allí, qué tipo de basura le echan por la reja... Esa es su historia, esa es su vida, pero si usted me pregunta a quién le sirve eso, yo no se lo puedo decir. Pero creo que es importante que la gente constate esa idea de transitoriedad de las cosas y dé más valor a lo que está viviendo ahora».
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