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El escritor chileno. (Foto: Daniel Mordzinski)
C
iudad Juárez, Chihuahua. 14 de julio de 2013. (RanchoNEWS).- Parece increíble que haya pasado tanto tiempo desde su muerte, aunque al ver el éxito de su obra se podría pensar que es poco, que en el fondo todo ha ido muy rápido. Sea como sea, no hay duda de que Roberto Bolaño (1953-2003) es el autor de lengua española posterior al Boom con más impacto en la literatura mundial. En todas las culturas y lenguas ha sido una revelación y en idioma español es uno de los más influyentes, no sólo entre los lectores de hoy sino, sobre todo, entre los jóvenes escritores. Una nota de Santiago Gamboa para El País:
¿Qué es lo que hace de Bolaño un autor universal y, al mismo tiempo, sacralizado en su propia lengua? La juventud latinoamericana lo lee de rodillas y jura por él. Los escritores jóvenes encuentran en sus libros un mundo que les habla al oído. Uno de sus grandes temas tiene que ver con ellos: la épica triste de una juventud sacrificada, la juventud que quiere cambiar el mundo con gestos valerosos y con poesía. Quieren cambiarlo pero sucumben, y a pesar de saber que su lucha está perdida igual salen a dar la batalla. Bolaño narra el heroísmo de esa derrota, sí, pero también el amor por la literatura y la vida. Los últimos párrafos de su novela Amuleto son un manifiesto: «Y aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba del valor y de los espejos, del deseo y del placer».
La juventud y sus sueños, la fidelidad al rabioso amor por la literatura que hay en la juventud. El poeta joven que sale a defender su poesía con los puños. El poeta inexperto que se juega la poca vida que tiene. Al contar la épica de los jóvenes poetas latinoamericanos, las páginas de Bolaño se llenan de ternura, de idealismo, de una contagiosa y bella ingenuidad.
El poeta, no sólo joven, es por supuesto otro de sus grandes temas. Los personajes de Bolaño buscan poetas frenéticamente, se enamoran de poetas y enloquecen como poetas. Ser detective es para él una forma de ser poeta. «Soñé que era un detective latinoamericano muy viejo. Vivía en Nueva York y Mark Twain me contrataba para salvarle la vida a alguien que no tenía rostro. Va a ser un caso condenadamente difícil, señor Twain, le decía».
Bolaño solía decir, con su habitual gracia: «Yo como poeta soy más bien de los malos». La poesía y los poetas eran su tema recurrente: Nicanor Parra, Lautréamont o la prosa en endecasílabos de Gonzalo Celorio, o lo que fuera. Lo leía todo y daba la sensación de tener opiniones contundentes sobre todo. Era también su peculiar modo de ser poeta, un resplandor que dio a su prosa una temperatura especial y que la hace tan inquietante. Un modo de vivir la poesía que sus lectores de todo el mundo, hoy, han convertido en mito. ¿Cómo habría vivido Bolaño este éxito rotundo? ¿Habría elegido desaparecer, como Rimbaud o Salinger? Son preguntas que me hago con frecuencia.
El primer país en reconocer su talento fue Francia. Recuerdo que Bolaño aún vivía y pudo ver que el suplemento literario de Libération le dedicó 6 páginas. El diario Le Monde, cuando aún no usaba fotografías, lo puso como personaje del día y fue la caricatura de primera página. Su editor francés publicó simultáneamente tres libros, algo inusual para un desconocido. Francia le dio el bautizo internacional. Luego vino Alemania y Estados Unidos, donde su éxito fue arrollador. Bolaño alcanzó a ver que Susan Sontag le dedicaba una página en The New York Times elogiando su primer libro en inglés, By night in Chile (Nocturno de Chile). Solía decir que ese era el verdadero título, De noche en Chile, que los gringos lo habían encontrado, pues había tenido varios cambios de título y él nunca se sintió satisfecho (el primero que le puso fue Tormentas de mierda).
Lo que más recuerdo de él son sus largas llamadas telefónicas para hablar sobre mil temas, casi siempre literatura pero también cine o fútbol. Su voz cascada, al teléfono, regresa a mí con frecuencia. Una noche me llamó desde un hotel de Venecia y cuando le pregunté qué diablos hacía ahí, respondió: «Soy la típica imagen del poeta latinoamericano: mi esposa con tisis arrullando a la bebé recién nacida que llora, mi hijo con problemas de adolescencia y yo encerrado en el baño intentando acabar un poema». Otro día me dijo: «La verdadera obra maestra debe pasar desapercibida y esto te lo puedo demostrar, pero no ahora, tengo que salir». Bolaño salió y nunca escuché sus argumentos. Murió en la noche entre el 14 y el 15 de julio de 2003. Tenía sólo 50 años.
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