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Aspecto de la exposición. (Foto: Télam)
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iudad Juárez, Chihuahua. 23 de juliode 2014. (RanchoNEWS).- La muestra El Ojo extendido. Huellas en el inconsciente reúne en la Colección de Arte Fortabat más de 70 obras de 34 artistas, en un arco temporal que va de 1923 a 2004 y que, con curaduría de Mercedes Casanegra, recorre diversas miradas sobre el mundo que se abren hacia sentidos simbólicos, a través del surrealismo. Una entrega de Télam:
La idea fue reunir obras que tuvieran «ingredientes del surrealismo y la pintura metafísica, aunque los artistas no necesariamente están enmarcados en esa corriente», explica Casanegra sobre el disparador de la exposición, que enlaza un conjunto deslumbrante de nombres como Roberto Aizenberg, Juan Batlle Planas, Antonio Berni, Fortunato Lacámera y tantos más.
El recorrido promete deslumbrar al espectador un entramado sublime de sueños, pesadillas, imágenes ligadas al inconsciente, lo lúdico, el misterio, lo onírico y el lenguaje de lo simbólico, de la mano de creadores de escuelas y estilos de los más disimiles.
El arco cronológico va desde Los dos de Xul Solar (1923), una pequeña acuarela sobre papel de pequeñas dimensiones hasta culminar con el Universo inventario (2004) del rosarino Leo Battistelli, una instalación cerámica vidriada que contienen hierbas psicoactivas, como una suerte de experimento de alquimia.
«Me interesaba el concepto de transformación, porque cuando se ahonda en el inconsciente de esa manera es cuando se puede hacer una transformación interior en varios sentidos, también espiritual, un término que en arte pareciera estar un poco vedado aunque ahora tiene una mayor aceptación», cuenta Casanegra en diálogo con Télam.
Un primer eje de la muestra permite aproximarse a pinturas como ese rectángulo cromático, sin título, de Roberto Aizenberg o La siesta y su sueño de Antonio Berni con la imagen de ese auto estacionado junto al mar, o la estática «Ciudad» en blanco y negro de Pompeyo Audivert, que hacen pensar en la quietud y la calma, como momentos detenidos en el tiempo.
Una mano que penetra en un cerebro, mientras gotean rojos hilos de sangre, de Charlie Squirru; la mirada insondable en los ojos verdes de la muchacha que protagoniza La indiferencia de Blonda Bugs en Mildred Burton, o la pintura de Fermín Eguía de una gallina con cara de hombre y pechos de mujer, pinchada por un tenedor, sobre un plato, son piezas que aluden a una zona más tormentosa.
«Hay una búsqueda que no siempre es feliz -asegura Casanegra-, el primer eje de la muestra es de cierta calma y este sector más pesadillesco, como de pulsión y obsesión. Cualquier búsqueda tiene sombras y tiene luces», reflexiona la curadora sobre un apartado que marca la diferencia con el resto de la sala, a través de sus paredes pintadas de un furioso rojo que dan fondo a las obras.
La zona final de la muestra «refleja un conjunto de obras mas abstractas: como si fuera un punto de llegada», y en donde reina la belleza a través de piezas como la de César Paternosto, los Fragmentos de un viaje de Liliana Porter o la impoluta pintura Blanco de Juan José Cambre.
Las fotografías de las serie de los sueños de Grete Stern, la imagen blanco y negro tomada por Marcos López de un hombre, «Flavio», con los ojos cerrados, con un «collar» de morcillas alrededor de su cuello, las esculturas de Aizenberg o los arboles dibujados en lápiz de Norberto Gómez completan un relato peculiar y deslumbrante.
Las obras fueron generosamente prestadas por el Museo Nacional de Bellas Artes, el Macba, el Malba, de la colección personal de Eduardo Costantini, galerías como Maman o Traba, de la familia de artistas como Battle Planas, herederos de Kenneth Kemble y de la Fundación Federico Klemm, entre otros, y demuestra un importante trabajo de búsqueda de la curadora.
La Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat exhibe El Ojo extendido. Huellas en el inconsciente hasta el 28 de septiembre, en Olga Cossettini 141, Puerto Madero, de martes a domingos de 12 a 20.
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