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La modelo de Supervisora de beneficios sociales de Lucian Freud presenta su primera exposición de cuadros. (Foto: Carl Court)
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iudad Juárez, Chihuahua. 8 de julio de 2014. (RanchoNEWS).- Sue Tilley sigue trabajando, al cabo de tres décadas, en el oficina de empleo del Soho y pesa más o menos lo mismo (127 kilos) que cuando la inmortalizó Lucien Freud en Supervisora de beneficios sociales durmiendo. El cuerpo glorioso de Big Sue ha hecho historia, y ella misma se sigue preguntando cómo hay gente dispuesta a pagar una millonada por verla dormitar en cueros, desparramada en aquel sofá (el cuadro lo adquirió el oligarca Roman Abramovich por 22 millones de euros). Una nota del corresponsal Carlos Fresneda en Londres para El Mundo:
«Recuerdo que las dos o tres primeras veces que posé desnuda para él fue un poco embarazoso», relata. «Pero luego acabó siendo algo de lo más natural. Pasaba sábados y domingos enteros en su estudio. Y él mismo esperaba muchas veces a que me quedara dormida para poder pintarme».
Del gran maestro, fallecido en el 2011, recuerda sobre todo su buen humor -«tenía fama de áspero, pero a mí me parecía el tipo más divertido del mundo»- y sus escapadas nocturnas: «Luego me llevaba a cenar a restaurantes caros, me presentaba a gente interesantísima, y me regalaba dibujos que me hacía y que a mí misma me han servido como inspiración». Y también su predilección por la carne pálida: «Una vez volví morena después de un viaje a India y me mandó de vuelta a casa. Tuve que esperar tres meses hasta perder el bronceado para volver a posar».
Big Sue se consagró en fin como la musa oronda de Lucien Freud, viva y carnosa antítesis de Kate Moss. Sin dejar nunca su trabajo como supervisora (aunque hace tres años estuvo a punto de perderlo por los recortes sociales), se ganó la reputación como biógrafa de Leigh Bowery, el legendario 'performer' que le presentó a Freud y más tarde a Boy George. Bowery: vida y milagros de icono fue su primera incursión en el mundillo cultural de Londres en el que siempre se consideró como una 'outsider'. Y ahora resulta que también pinta, que lo lleva haciendo toda la vida, aunque casi siempre a escondidas. A Freud nunca llegó a enseñarle sus dibujos, pero sí a su profesor, Rui Ferreira, el mismo que ahora la apadrina en su vertiente de artista.
«La verdad es que estudié para ser profesora de arte, pero nunca estuve satisfecha con lo que pintaba», confiesa. Empezó haciendo retratos y caricaturas, al estilo Toulouse- Lautrec, y ahora ha debutado como ilustradora, en una exposición que acompaña al musical 'Fashion victim...'. Con Big Sue coincidimos en la gran retrospectiva a Freud en la National Portrait Gallery en el 2012, cuando accedió a posar sin rubor ante el cuadro que le hizo famosa: «El arte bueno es el que perdura, y es curioso cómo ahora soy capaz de reconocerme en este cuadro. En aquel momento no estaba tan convencida».
La musa de Freud guarda aún media docena de retratos al carboncillo que le regaló el maestro, en justo precio por las horas compartidas. En el 2005 decidió sacar a subasta uno de ellos. Era el único en el que el pintor la retrató con uno de sus tres tatuajes bien visible. Se vendió por 30.000 euros, el doble de lo estimado.
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