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viernes, agosto 08, 2014

Cine / España: El enigma Binoche

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Juliette Binoche en Camille Claudel 1915. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 7 de agosto de 2014. (RanchoNEWS).- La guapa Juliette, de andrógina belleza, puede ser tan vulnerable como fuerte, tan frágil como tenaz. Hablamos de alguien capaz de ser la viva imagen de la tristeza, dejándose los nudillos en carne viva contra una pared en Azul, y de ser la viva imagen de la alegría, revolucionando un pequeño pueblo con sus dulces recetas en Chocolat. Pero por muy esquiva y multifacética que a veces sea, por muchos y muy distintos papeles que haya interpretado, a través de sus roles se puede intentar atisbar la verdadera personalidad de «la Binoche», como se la conoce en Francia. Una nota de Ismael Marinero para El Mundo:

En una carrera de largo recorrido no hay azar ni casualidad que valga. No se puede explicar de otra manera que Juliette Binoche vuelva una y otra vez a meterse en la piel de mujeres golpeadas por la vida (y la muerte). Mujeres como Camille Claudel, la famosa escultora y amante de Rodin encerrada por sus familiares en un psiquiátrico estando cuerda. Mujeres como las de Código desconocido y Caché, sus películas a las órdenes de Michael Haneke, incapaces de comunicarse y hundidas en la tristeza, propia y ajena. Mujeres como Rebecca, la fotoperiodista adicta al peligro de las zonas de guerra que protagoniza Mil veces buenas noches, de estreno este viernes en las salas españolas. Una cinta demasiado preciosista para los hechos demasiado terribles que narra, pero muy reveladora de los resortes que llevan a la actriz a aceptar ciertos papeles y declinar otros.

Juliette Binoche «no tiene piel, así que las lágrimas y la risa nunca están lejos». Eso decía de ella Anthony Minghella, director de El paciente inglés, la película que la consagró definitivamente en el panorama internacional. Y en Mil veces buenas noches la vemos reír, pero sobre todo llorar, por la imposibilidad de compaginar su pasión por denunciar con sus fotografías las atrocidades de la guerra en cualquier rincón del mundo, ya sea Afganistán o Kenia, y su vida familiar junto a su marido y sus dos hijas. Una situación que la propia actriz ha vivido en primera persona, una culpa con la que ha tenido que cargar todo este tiempo: el de ser una madre ausente, siempre en movimiento de un proyecto al siguiente en lugares tan distantes como China o Irán. Rebuscando en varios detalles de su biografía y en distintas entrevistas, hemos encontrado las claves que pueden ayudarnos a desentrañar el enigma Binoche.

Un método peligroso. Desde sus inicios en el cine se mostró dispuesta a casi cualquier cosa con tal de meterse en sus personajes. Para Los amantes del Pont-Neuf, en la que interpretaba a una pintora sin hogar a punto de quedarse ciega, durmió varias noches en la calle e incluso llegó a sufrir el ataque de un vagabundo. Durante el rodaje estuvo a punto de morir ahogada en una secuencia en la que tenía que sumergirse en el Sena cargada con 20 kilos de peso. Se negó a que una doble hiciera la escena y cuando falló la bombona de oxígeno que llevaba, a punto estuvo de no poder contarlo.

Pasando de Hollywood. Binoche se permitió el lujo de decirle «no» al mismísimo Steven Spielberg. Él le había ofrecido el papel principal de Parque Jurásico, pero ella ya se había comprometido con Krysztof Kieslowski para rodar Tres colores: Azul. No fue la única vez que rechazó un papel ofrecido por el entonces Rey Midas de Hollywood; también lo hizo con La lista de Schindler e Indiana Jones y la Última Cruzada. Otras negativa sonada fue la de Misión imposible, en la que fue sustituida por su compatriota Emmanuelle Béart. Uno de los pocos que la ha convencido para aparecer en un blockbuster ha sido Gareth Evans con su reciente Godzilla, pero fue gracias a una carta que ella encontró «conmovedora» y, sobre todo, por lo mucho que le gustan a su hijo de 14 años las películas del monstruo de origen japonés.

Tomando la inciativa. Según cuenta en varias entrevistas, ella no es de las que esperan sentadas en casa la llamada de su agente o que lleguen estupendos guiones a su buzón. Si le apetece trabajar con algún director en particular, se pone en contacto con él y le convence para que le dé un papel. También ha hecho otras locuras, como presentarse sin avisar en casa de Joanne Harris, la autora del libro en el que se basó Chocolat, para discutir sobre las motivaciones de su personaje. Al final, Binoche acabó pasando un fin de semana entero en casa de Harris, durmiendo en la habitación de la hija pequeña de la escritora. Para recompensar su amabilidad, invitó a madre e hija a la ceremonia de los Oscar en la que estaba nominada como Mejor Actriz.

Rechazando presidentes. En 1993, François Miterrand, por entonces presidente de la República francesa, la invitó a cenar en el palacio presidencial de París. «Una noche soñé que la besaba, ahora espero que se convierta en mi amante», dijo Miterrand medio en broma medio en serio a los periodistas. Ella, que nada tiene que ver con Carla Bruni-Sarkozy ni con Julie Gallet-Hollande, declinó la invitación. Bill Clinton también intentó convencerla de que acudiera a la Casa Blanca mientras él era presidente y ella estaba de gira por EEUU con una obra de teatro de Harold Pinter. Fue él quien se tuvo que acercar a Broadway con su esposa Hillary para conocerla en persona.

Rebeldía y determinación. «El actor tiene que desobedecer. Si obedeces, estás perdido» es una de sus frases de cabecera. Y lo ha llevado a rajatabla a lo largo de su carrera, intentando siempre ir un paso más allá de la simple interpretación, discutiendo con los cineastas sobre cómo y qué decir o hacer en cada toma. Según Erik Poppe, el director noruego de Mil veces buenas noches, «ella es el tipo de actriz que adoro, porque se entrega por completo a la historia. Pero es difícil trabajar con ella. En otras películas he tenido mucho más control. Esta vez he tenido que dejarme llevar... y ha salido bien».



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