Portada de uno de sus discos. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de agosto de 2014. (RanchoNEWS).- Asistimos a un mundo en el que Occidente pretende abarcarlo todo y los sistemas de relaciones parecen depender del mercado global y las exigencias organizacionales democráticas. Pero a la vez, emerge una revoltura que parece transitar mediante una red que encuentra en cada individuo un nodo comunicacional que lanza noticias de cabeza en cabeza y, por añadidura, de emoción en emoción y de interpretación en interpretación.
Estaba yo sentado cuando alguien a quien amo demasiado se acercó y me dijo por primera vez un nombre: Sixto Rodríguez.
Nunca antes había escuchado esa combinación fonética. El primer nombre me llevó a la antigua época de los romanos, el segundo a Latinoamérica. Luego, aquella persona, me dijo que se trataba de un estadounidense, mi universo latinoamericano se redujo a México. Pensé que sin duda era un hijo de mexicanos emigrantes, así era.
Se trataba de un México/americano, trovador blusero que se acompañaba de instrumento austero y simple de seis cuerdas que combinaba con su voz suave, casi platicada, como si quisiera ponerle música a su poesía. Una especie de Bob Dylan pero de aspecto mexicano (un ancestro identificable para la línea del rock rupestre que desarrolló Rockdrigo González en México).
El nombre Sixto, informa Wikipedia, se lo pusieron sus padres porque era el sexto hijo. Lo cierto es que su marginal fama proviene sólo del apellido Rodríguez, su nombre artístico después de intentarlo con Rod Riguez, cuyo nombre indica la autoría de su primer sencillo, según informa Wikipedia.
Nacido el 10 de julio de 1942 le toca vivir en la convulsionada época de la guerra de Estados Unidos contra Vietnam, en esa escalada alucinante que provocaron las congeladas relaciones derivadas del debate entre las dos alternativas del mundo moderno que se circunscribían al capitalismo confrontado con el socialismo. Pero si bien puede ser afortunado por haber vivido en ese tiempo, también es cierto que se encuentra al margen del centro productor de la música estadounidense y de las estrellas del rock: California.
Rodríguez nació en Detroit, esta circunstancia lo margina del lugar dónde se produce el movimiento juvenil en los Estados Unidos llamado hipismo, suma así a su marginalidad basada por el origen mexicano en los Estados Unidos una nueva, la de estar relativamente alejado de California. De esta manera, Rodríguez es como un fantasma que ronda los márgenes de su tiempo y deambula por las periferias.
El fantasma invisible compone melodías que siempre dicen algo contra sistémico, después de todo sus presentaciones son pocas (comparadas con las de otros músicos de la época tales como Dylan, Joplin o Morrison) y la venta de sus escasos tres álbumes (1967, 1970 y 1971) mínimas. Ante tal situación, la firma de sus discos decide cerrar contrato con el poeta musical y éste, recluirse en el silencio del anonimato, considerando con resignación su fracaso musical.
Pero serán los países del margen occidental moderno quienes lo recuperen. El margen llama al margen. Si las metrópolis del rock moderno (Estados Unidos e Inglaterra) marginaron a Rodríguez, serán países como Sudáfrica, Rodesia, Nueva Zelanda y Australia en donde la música del fantasma resurgirá.
Es interesante notar que países en los que la injusticia era muy palpable y los procesos marginales entre los segmentos de su sociedad muy visibles (sobre todo Sudáfrica y Rodesia), sean los lugares en los que la palabra musical de Rodríguez germina.
Se trata de los países de la modernidad marginal los que valoran la música del poeta. El margen será la marca de este músico marginal. Las discretas giras volverán a ser la cotidianidad de su vida. Australia y Sudáfrica se convertirán en los países que más escuchas de su música tendrán. El fantasma que siempre habló de la injusticia y de los jóvenes adictos de las esquinas y las mujeres abandonadas, el hombre de azúcar (sugarman), resucita cuando el margen se convierte en un clamor mundial, es decir, cuando la injusticia parece ser el pan nuestro de cada día en un mundo donde la matriz fascista parece emerger construyendo justificaciones.
Rodríguez es sin duda el músico de los márgenes que deambula en la conciencia callada de los habitantes marginados de un mundo que produce más, marginados, cada día.
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