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Una mujer palestina camina en las inmediaciones de una mezquita destruida por ataques israelíes en la aldea de Juzaa, cerca de la ciudad de Khan Younis, en el sur de la franja de Gaza. Israel ha destruido 63 templos musulmanes en Gaza, en su mes de guerra contra Hamas, pues aduce que esta organización utiliza los recintos religiosos para almacenar armas, lanzar cohetes y ocultar túneles. (Foto: Ap)
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iudad Juárez, Chihuahua. 12 agosto de 2014. (RanchoNEWS).- Además de los cerca de 2 mil muertos, el conflicto en Gaza se está cobrando como víctimas joyas del descuidado patrimonio de este territorio palestino, como la mezquita Al Omari, en Jabaliya, destruida por un misil israelí. Una entrega de AFP:
Se piensa que algunas partes se remontaban al siglo XIV. Una mezquita habría sido construida en el lugar en el siglo VII, poco después de la aparición del islam.
La mezquita Omari era uno de los edificios históricos todavía en pie en Gaza, una ciudad densa donde los bloques de viviendas de perpiaño bruto se alinean a lo largo de calles polvorientas.
La mezquita es actualmente una ruina. Sólo queda el minarete. El almuédano fue alcanzado por el misil cuando llamaba a la oración, dicen los vecinos.
La franja de Gaza ha tenido asentamientos humanos sedentarios desde hace 5 mil 300 años, pero los siglos de guerras y el crecimiento galopante de la población desde la creación del Estado de Israel en 1948 han borrado cualquier vestigio de esta lengua de territorio mediterráneo encajonado entre Egipto e Israel con riquezas históricas considerables.
Hammam histórico
La ministra palestina de Turismo y Antigüedades, Rula Maayah, pidió el jueves a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) que denuncie la destrucción «intencionada», según ella, del patrimonio palestino por el ejército israelí, y lo equipare a un «crimen de guerra».
Pero en la propia Gaza «no es una prioridad para nadie», dice Yasmine al Judari, quien ayuda a su padre a mantener el pequeño museo que ha creado.
«Cuando se piensa en Gaza, no se piensa en su historia, en la Gaza antigua o en la arqueología, se piensa en emergencia alimentaria o médica, en campos de refugiados, en Hamas», sostiene.
Para paliar la falta de museo público, su padre, Jawdat al Judary empezó a coleccionar objetos que iba descubriendo cuando se revolvía la tierra para la construcción que datan desde la época de los cananeos hasta la Primera Guerra Mundial.
El museo privado que abrió en 2008 frente al mar en Gaza expone vestigios de cerámica antigua, piezas de monedas, objetos de bronce y armas.
Ha asociado al museo un restaurante y un hotel en los que ha integrado algunos hallazgos: los pilares del balcón eran parte de los raíles del tren que en otros tiempos cruzaba Gaza.
Los Judary pensaban aumentar su colección y renovar el museo y en abril recibieron la visita de dos arqueólogos franceses, dice Yasmine.
Uno de los arqueólogos regresó en julio pero se fue cuando estalló la guerra.
Los bombardeos han causado daños directos aunque también indirectos, al patrimonio gazetí, dice Ahmed al Barsh, del Ministerio de Turismo.
«Indirectos, porque los visitantes no pueden entrar, ya sean extranjeros, estudiantes o investigadores».
Antes incluso de la guerra actual, el bloqueo que impuso Israel a la franja de Gaza hacía el trabajo imposible, dice.
«Israel ha prohibido la importación de materiales de construcción por lo que las fundaciones y organizaciones internacionales que trabajan en este sector han dejado de apoyarnos», dice.
La mezquita Al Mahkamah, que data del siglo XV, también ha sido destruida en Chajaya, uno de los barrios de Gaza más afectados por los bombardeos.
En un caos de escombros, cables eléctricos y metal sólo se erige el minarete de la era de los mamelucos con una mampostería complicada.
El hamman al Samara, último baño turco de Gaza, tuvo que cerrar con la guerra. Los gazatíes han acudido a ellos durante más de mil años. Era una de las últimas atracciones todavía intactas para los escasos turistas.
Mohamed al Uazir, cuya familia dirige el hamman desde hace casi un siglo, trata de proyectarse en el futuro, más bien gris, y habla de volver a abrirlo. Va a reducir el precio de la entrada a la mitad 10 shekels (unos dos euros), «por solidaridad con las personas y por lo que han tenido que pasar».
Podría no esperar a que se instaure un alto el fuego duradero, simplemente porque los gazatíes no tienen agua y no tienen dónde lavarse.
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