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Un estepario en la RAE. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 19 de junio de 2015. (RanchoNEWS).-Félix de Azúa es un intelectual. Uno de esos hombres que piensan y hacen desde el lado de una vastísima cultura bien conectada con una inteligencia de banda ancha que tiene en sus afectos y desafectos la artillería de un modo de mirar dotado de enorme audacia. El escritor (poeta, novelista, ensayista, columnista, bloguero...) ocupará el sillón H de la Real Academia Española (RAE), vacante desde el 17 de septiembre de 2013, cuando falleció su ocupante: Martín de Riquer. Reporta desde Madrid Antonio Lucas para El Mundo.
La instutición amplía con Azúa su escudería de creadores, a la que también sumó hace unas semanas a la poeta Clara Janés. La candidatura del escritor catalán «exiliado en Madrid», la presentaron Javier Marías, Carmen Iglesias y Santiago Muñoz Machado. Y se impuso a la propuesta de Mario Vargas Llosa, Luis María Anson y Álvaro Pombo, que avalaban al escritor canario Juan Jesús Armas Marcelo.
Azúa se instala así en la RAE, sin perder esa condición elegantemente cimarrona de quien lucha por su independencia incluso a pedradas. Se instaló en Madrid en 2011, cansado del monólogo del independentismo. «Son muchos los catalanes que estarían deseando poder salir...», dijo en una ocasión a este periódico. Está harto de ese plateresco de patria chica, tan autocompasivo, tan centrifugador de diferencias, tan escaso.
Empezó en las letras por la orilla de la poesía. Formó parte de la mítica antología de Josep Maria Castellet, Nueve novísimos poetas españoles, donde estaban también Pere Gimferrer, Ana María Moix, Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, Leopoldo María Panero, Vicente Molina Foix y José María Álvarez. Pero aquella micebrina de juventud desapareció de su organismo en los 90 y hoy es una suerte de ex poeta cargado de ironía hacia aquellos años. Es más, en uno de sus libros más sagaces Autobiografía de papel (Mondadori) pone en duda que hoy exista la poesía. «No quiero decir que no haya poetas. Y algunos encantadores. Pero la poesía es otra cosa a lo que se hace hoy. Es posible que ahora se esté haciendo una gran poesía en lenguas que son poco asequibles. Pero en inglés, francés, italiano y español no creo que haya nada nuevo. Quizá muy buenos poetas de segunda fila. Nada comparable a los grandes del siglo XX. Cuando yo empecé a escribir estaban vivos Eliot, Pound, Auden, Larkin, Aragon, Char... El siglo XX fue poéticamente tan expansivo que aún no lo hemos agotado». Él reunió sus poemas en el volumen Última sangre (1968-2007).
La narrativa está también en su punto de mira, aunque es autor de algunos títulos significativos: Mansura, Historia de un idiota contada por él mismo o Diario de un hombre humillado. De la novela también se desencantó. Y es que el territorio de acción más favorable a su talento es el ensayo. Ahí encuentra su ectoplasma, allí donde se reúnen el poeta y el narrador. Allí donde crece el tipo incómodo que limita al norte con Diderot y al sur con Sánchez Ferlosio.
Incluso el punto de intersección en que el ensayo lo es todo sin dejar de alumbrar. Mejor, de iluminar. Hablar con Félix de Azúa tiene algo de fabulosa aventura. Pero mejor aún es leerlo, aunque no desde la literalidad, sino en lo que tiene de literario y de radical.
Y al fondo o a un lado está también el periodismo. El nuevo miembro de la RAE es un activo colaborador de diarios que habla con solvencia del oficio. «El periodismo es un fenómeno ampliado de la democracia entendida como sistema técnico de control de masas. Otra cosa es el periodismo literario. Hubo unos años, los 70, en que eso parecía ornamento frente a lo urgente e inmediato de la realidad. Una vez pasado, volvió la normalidad y nos dimos cuenta otra vez de que lo interesante del periódico es el análisis, el reportaje, las colaboraciones literarias. Más que las noticias. Éstas se inventaron para justificar los periódicos. Sólo los artículos de opinión bien escritos otorgan interés a un diario». Y así va surcando los días. Con ideas propias. Desde hoy en el sillón H.
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