Antoni Pitxot en su casa estudio de Cadaqués, en una imagen de archivo. (Foto: Consuelo Bautista)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de junio de 2015. (RanchoNEWS).- Salvador Dalí solo permitía a dos personas que estuvieran presentes mientras trabajaba: a Gala, su inseparable musa, y a Antoni Pitxot, persona de confianza y amigo desde que el surrealista visitó su taller en 1972. «No conozco a nadie más a quien Dalí aguantase, porque el acto de pintar es muy íntimo. Conmigo tenía una confianza total y absoluta, en todo, en mi discreción, en todas las cosas… », escribió Pitxot. El pintor y amigo de Dalí, nacido también en Figueres en 1934, falleció ayer a la edad de 81 años. Como si se tratase de un acto surrealista, de los que tanto le gustaba protagonizar a Dalí, la muerte de Pitxot se produjo el mismo día y a la misma hora, las 16, en la que debía abrir sus puertas por primera vez una exposición en Cadaqués con 68 obras; 37 de Pitxot realizadas entre 1963 y 1989 que nunca se habían visto en España, ya que pertenecen a la colección italiana Dalle Molle, y el resto de Dalí. Una muestra homenaje «a la larga amistad y colaboración entre ambos, pero también al arte, la pintura y un paisaje mineral y único de Cadaqués que a la vez les inspira y condiciona», explicó ayer, Montse Aguer, directora del Centro de Estudios Dalinianos y comisaria de la exposición, un par de horas antes de conocerse el fallecimiento del artista. Reporta desde Barcelona J. Á. Montañés Bermúdez para El País.
Sin duda hubo un antes y un después de la visita de 1972. Ese día, Dalí le invitó a exponer en su museo de Figueres en una muestra que abrió sus puertas dos años más tarde, en septiembre de 1974. Pitxot jamás se movió de este espacio mágico que es el Teatro Museo de Figueres. «Me llamó al día siguiente para invitarme a exponer de forma permanente en el Museo que estaba construyendo y pedirme que le ayudara a terminarlo. Nuestra colaboración fue lógica y natural», recordaba hace poco. Su obra, y en eso es también único, puede verse hoy mismo en la galería del segundo piso del museo del genio ampurdanés. Dalí, además, lo nombró personalmente ese mismo año patrón vitalicio de su fundación, además de director de los museos de Figueres, Cadaqués y Port Lligat, los tres espacios que marcan el universo daliniano, cargos que ha ostentado hasta el día de ayer.
En 2014, coincidiendo con los 25 años del pintor surrealista, Pitxot publicó Sobre Dalí, en el que hablaba de su amigo más allá de los «disfraces que utilizaba en sus apariciones públicas. Dalí siempre se disfrazaba de Dalí», aseguró en su presentación.
Nacido dentro de una familia de tradición artística, en la que no faltaban los poetas, músicos y pintores, Pitxot, que ya había expuesto en San Sebastián, Madrid o Barcelona sus obras realistas de raíz expresionista, se instala definitivamente en Cadaqués en 1966 en la península del Sortell, un pedazo de tierra junto al mar que había adquirido su abuela años antes. En este entorno, como algo lógico, vuelve su mirada hacia lo que le envuelve, sobre todo, las piedras que conforman el paisaje del Cap de Creus, y de playas como la de Sa Conca, y comienza a desarrollar una pintura personal en la que estas rocas acaban adoptando visiones anamórficas y antropomorfas; unas pinturas llenas de personajes pétreos que se asemejan a héroes y dioses o al propio pintor en más de un autorretrato. Este microcosmos multicolor, inundado del azul mediterráneo, del mar y del cielo, de esa parte de la costa catalana, pudo verse en La memoria del tiempo, su última exposición en Barcelona abierta en mayo de 2014. Allí se pudo ver cómo antes de pintar, Pitxot creaba una especie de esculturas pétreas que luego llevaba al lienzo. «Nunca tuvieron misión de esculturas. Las concebí como objetos para la contemplación, como maniquí para mi inspiración. No hay nada tan sólido y permanente como las piedras… a veces incluso me asombra la manera en que estas acumulaciones aguantan sólo con pequeños trozos de alambre», aseguró.
Pitxot, delante de Muchacha en la ventana señalando todos los elementos reconocibles de la obra.
Muchacha en la ventana
Activo e incansable admirador de su íntimo amigo no se perdía ninguna exposición en el museo de Figueres para contar sus experiencias y vivencias pasadas. Fue el maestro de ceremonias en septiembre de 2014 durante la presentación del regreso de Ana María, la hermana de Dalí. Fue cuando el Reina Sofía de Madrid cedió la famosa obra Muchacha en la ventana al museo gerundense para celebrar los 40 años de su inauguración. «La obra es una vieja conocida, ya que fue un regalo de bodas de Dalí a su amigo Eduard Marquina Pitxot, mi tío. He comido muchos años junto a ella en la casa donde vivían de la calle Barquillo esquina plaza del Rey de Madrid», contó. Cuando en 1988 su familia la vendió al Museo de Arte Contemporáneo, recordó: «Mi primo Lluís le preguntó a Dalí qué le parecía y dijo que no se preocupara porque los regalos se hacen para que sean útiles». Delante de la obra, Pitxot identificó los rincones que aparecen en la pintura: «No puede ser más Cadaqués de lo que es. La casa está en la playa de Es Llaner, donde los Dalí veraneaban, y en frente se puede ver la playa de Les Oliveres», enumeró, tras confesar que, sin embargo, lo que más le gustaba era contemplarlo «por las formas exuberantes, tan redondas y pictóricas de Ana Maria».
La exposición de Cadaqués, será por el enloquecedor viento de Tramontana, o por considerarse un último homenaje a su reciente hijo predilecto, ha cumplido con la agenda marcada y ha abierto sus puertas con total normalidad. Sus piedras, sus mares y cielos azules seguían ayer brillando pese a ser un día triste.
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