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Oliver Hardy. (Foto: Archivo)
M éxico, 6 de agosto, 2007. (Xavier Quirarte/Milenio).- En una de las lápidas del cementerio Pierce Brothers Valhalla Memorial Park de North Hollywood se lee: «Oliver Hardy. Esposo amado. 1892-1957». No hay ninguna referencia a su genio cinematográfico. Pero ni hace falta porque, medio siglo después de su muerte, que hoy conmemoramos, su nombre –indisociable del de Stan Laurel– evoca, en prácticamente todos los rincones del planeta, el placer de reír con candidez.
Originario de Georgia, Estados Unidos, Norvell Hardy –a los 18 adoptaría el nombre de Oliver en homenaje a su padre– nació para hacer disfrutar al mundo. Poseedor de una hermosa voz, desde los ocho años cantaba en espectáculos callejeros, y aunque pretendía estudiar Derecho, como su padre, terminó por ceder al embrujo del creciente fenómeno del cine. Empezó por abrir una sala cinematográfica en 1910 y luego se unió a la compañía Lubin con la que empezó a desempeñar pequeños papeles en películas de comedia, curiosamente casi siempre como villano.
Pero su destino, y sus desatinos, estarían en la comedia y en su encuentro con Stan Laurel, con quien coincidió por primera vez en 1919, cuando ambos trabajaron en la cinta Perro con suerte. En 1927 trabajaron otra vez juntos hasta que hicieron pareja hacia fines de año y comenzaron por rodar algunos cortometrajes y luego largometrajes. Al contrario de otros actores cómicos que desaparecieron con el advenimiento del cine sonoro, el Gordo y el Flaco no sólo sobrevivieron sino que hicieron muchas películas memorables.
«Basaron su comicidad en el contraste físico y psicológico, desempeñando Hardy el papel de ‘listo’ y Laurel el de ‘tonto’» escribiría Roman Gubern sobre este par de actores que supieron aprovechar al máximo su apariencia física. «Nunca nos vemos a nosotros mismos como nos ven otros”, diría Hardy, quien solía ser el receptor, aunque no en exclusiva, de inimaginables desgracias físicas: pastelazos al por mayor, atropellamientos –por autos, por personas y hasta por animales–, caídas de edificios, muros, sillas, camas y otros muebles que ceden a su peso, explosiones –que incluso los llevarían a la muerte en una de sus cintas–, choques, disparos y muchos divertidos etcéteras.
Cuando Oliver Hardy murió el 7 de agosto de 1957 Stan Laurel evito asistir al funeral. Al día siguiente declaró a la prensa: «¿Qué puedo decir? Era como un hermano para mí. Éste es el final de la historia de Laurel y Hardy». Pero la historia ha continuado medio siglo después, porque la risa franca sigue surgiendo ante sus películas, como De bote en bote, Marineros a la fuerza, Dos fusileros sin bala, La caja de música, Dos bobos en Oxford, Dos pares de mellizos y otras.
El matrimonio mejor avenido del cine
Imposible hablar de Hardy sin referirse a Laurel y viceversa. Esto lo explica José de la Colina, escritor apasionado del cine, por el hecho de que «son el matrimonio mejor avenido del cine. Eran el violín y el arco del cine cómico, es decir cada uno respondía perfectamente al otro. Para todo el mundo eran como los tíos de uno y se les veía con cariño. No sólo eran para reírse, los aceptaba uno como amigos, como conocidos. A través de todas sus películas, peleándose, golpeándose y haciéndose toda clase de trampas, sobre todo el Gordo al Flaco, hicieron una epopeya de la amistad. Siempre eran los grandes amigos y estaban juntos en todas las situaciones».
Ambos, agrega De la Colina, fueron grandes cómicos, herederos de la gran escuela del cine cómico de Max Sennet. «Hicieron mucho cine silencioso con Hal Roach y luego lo hicieron sonoro. Fueron cómicos que supieron pasar al cine sonoro. En una época se les despreciaba un poco porque se les veía como cómicos para niños y para matiné infantil, pero creo que hay más que eso».
Sobre Oliver Hardy, el escritor recuerda que comenzó como un excelente barítono y que deseaba hacer papeles serios en el cine. «Pero como era tan gordo lo utilizaron para comedias. Stan decía siempre que había sido una suerte que además de haber sido pareja cómica habían sido pareja de amigos. Por eso digo que fueron el matrimonio mejor avenido. Curiosamente hicieron una película en donde se reúnen con sus esposas y en una de las escenas la esposa de Stan es Oliver vestido de mujer, es decir que el flaco está casado con una gorda, y el gordo está casado con una flaca que es Stan como mujer».
Laurel & Hardy-The Dentist 1931
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