jueves, abril 06, 2006
Los desajustes imperceptibles generan un cambio lingüístico
Juan José Flores Nava
A llá por 1988 Concepción Company Company (Madrid, 1954) se doctoraba en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Desde entonces, tenía muchas preguntas sobre cómo había cambiado el español a lo largo de varios siglos, pero muy pocas fuentes de información para responderlas. Hoy, las cosas son distintas.
Porque algunas de esas dudas acerca de cómo funcionaba el español antiguo, cuáles son los cambios que han ocurrido en la lengua castellana y dónde se hayan los quiebres cronológicos más importantes empiezan a ser resueltas con la publicación de la primera parte, en dos volúmenes, de Sintaxis histórica de la lengua española. La obra, editada por el Fondo de Cultura Económica y la UNAM, camina bajo la tutela, precisamente, de Company Company, con quien platica EL FINANCIERO.
-Estos dos volúmenes, con cerca de mil 500 páginas en total, son apenas el inicio de Sintaxis histórica de la lengua española. En ellos se trata únicamente "La frase verbal". Ante tal abundancia de información y datos sobre el español resulta extraño darse cuenta cómo es posible comunicarse sin conocer casi nada de lo que en el libro se dice.
-Entender esto es muy complejo pero también es básico para cualquier lingüista. Porque la lengua está conformada por una serie de estructuras muy básicas. Tenemos los sustantivos, que sirven para nombrar las cosas materiales y abstractas que nos rodean y que concebimos. Tenemos otras palabras que empleamos para indicar cómo esos sustantivos están en el mundo espacio-temporal, que son los verbos. Y después tenemos formas que unen estos dos mundos, que son las preposiciones, las conjunciones, las adjetivaciones y las modificaciones. Estos son los tres ejes que mueven la lengua.
-¿Cuál de estos tres ejes es el que más ha cambiado?
-El verbo, que es justamente lo que se aborda en la primera parte de la obra. Los sustantivos, que se estudian en la segunda parte de la Sintaxis histórica, casi no han cambiado. Lo que también ha cambiado enormemente es el pegamento de la lengua, como las conjunciones, las preposiciones y los adverbios, que abordaremos en la tercera parte.
-Tras conocer cómo ha sido la sintaxis histórica del español, ¿cuál encuentra como la característica más apa- bullante de la lengua?
-Su continuidad. Es mucho más lo que no cambia que lo que cambia.
-A pesar de ello, usted señala que "durante mucho tiempo no fue posible un análisis procesual de los cambios lingüísticos, sino que el foco de estudio era el cambio como transformación", como si la lengua se modificara a grandes saltos cada tanto.
-La lengua es una paradoja. Por un lado, tiene una gran continuidad, sin la que usted no podría, con un mínimo entrenamiento, leer un texto como El libro del buen amor, entenderlo y, ade- más, reírse con los chistes, refranes y dichos que hay en él. Todo ello a pesar de que es un libro escrito hace nada más ni nada menos que 800 años. Lo que ocurre es que los seres humanos no queremos cambiar nuestro sistema de comu- nicación. Lo que nos interesa es entendernos con los que están al lado, sean éstos nuestros nietos o nuestros abuelos. Pero al mismo tiempo, y muy paradójicamente, la lengua es una constante transformación imperceptible porque cada interlocutor o cada situación social y cultural motivan a un ajuste en los modos de hablar, con la única intención de lograr el éxito comunicativo. Asimismo, muchas veces la continuidad de la lengua es engañosa, ya que se mantiene sólo por fuera pues una misma palabra o expresión adquiere diferentes significados con el tiempo.
Y para no dejar la idea en el aire, Concepción Company Company decide poner un buen ejemplo:
-La palabra ciudad, al igual que pueblo o villa, en el español antiguo siempre se construía con artículos definidos: "la ciudad", "el pueblo", "la villa"; o con demostrativos: "esta ciudad", "este pueblo", "esta villa"; o con modificadores que indican que son entidades específicas, definidas. En el español actual usted puede decir "vivo en ciudad de México", sin ponerle un artículo. Esta diferencia sintáctica tiene que ver con el concepto de ciudad en el mundo medieval. En esa época las ciudades eran concretas, tangibles, tenían partes. Recordemos el consejo que Celestina le da a Calisto para que aborde amorosamente a Melibea cuando, con una metáfora muy bonita, le sugiere verla como si fuera una ciudad: "Ve y toca las puertas de la ciudad, que las ciudades están con piedras cercadas y a piedras piedras las vencen." Eso sería imposible en el siglo XXI. ¿Cuáles ciudades cercadas? Ha cambiado nuestra visión de lo que es una ciudad y con ella ha cambiado también la sintaxis para referirse a esa forma.
-¿De ahí viene el que la gente hable de "La Lupe" o "El Jorge"?
-Es que el artículo sirve para aproximar. A alguien que no conocemos no le ponemos un artículo para referirnos a él.
-Es el habla, entonces, y no la lengua escrita la que produce los cambios lingüísticos.
-Sí, la mayoría de los cambios se generan en la lengua oral. Incluso el habla tiene prioridad histórica si pensamos que, de las tres mil y pico de lenguas conocidas, sólo unas pocas tienen sistema de escritura. La mayoría son ágrafas y, sin embargo, son sistemas vivos capaces de comunicar cultura, emociones y sentimientos. En la lengua oral, a diferencia de la escrita, usted no puede borrar lo dicho. Eso la hace más flexible, etérea, por lo que va generando cambios imperceptibles. Lo podemos ver cuando el hablante no puede decir lo que quiere decir, pero el oyente infiere o supone cierta información que no está expresamente dada. Ese pequeño desajuste imperceptible es el que a la larga puede generar un cambio lingüístico.