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Vladimir Nabokov escribiendo en la cama. (Foto: Carl Mydans)
C iudad Juárez, Chihuahua, 14 de febrero, 2008. (RanchoNEWS).- La supervivencia de la última novela de Nabokov, guardada en un banco suizo, depende de su hijo. El autor de Lolita ordenó en su testamento que la obra, titulada Laura, fuera destruida, un entrega de EFE nos informa:
Salvar o destruir –como quiso el autor– la última e inconclusa novela de Vladimir Nabokov (1899-1977), es el dilema que divide actualmente a los numerosos admiradores de la obra del autor de Lolita.
Es una cuestión que tendrá que resolver –si no la ha resuelto ya– su hijo y heredero Dmitri, el único que tiene la llave del depósito del banco suizo donde se guarda el original de Laura.
Las pocas personas que han visto el manuscrito lo describen como una obra técnicamente brillante, pero la cuestión es si Dmitri cumplirá el deseo testamentario de su padre de que se destruyese el manuscrito.
Según éste, «Laura habría sido la novela más brillante de mi padre, la destilación más concentrada de su creatividad, pero cuya publicación en estado incompleto él prohibió expresamente».
Preguntado por el diario The Times por qué el propio autor no destruyó el manuscrito, Dmitri responde: «Tenía prisa por seguir su inspiración, y no sabía cuántos días le quedaban de vida. De haberlo sabido, tal vez habría actuado antes de morir».
Dmitri agrega en sus respuestas enviadas por correo electrónico al periódico británico que su padre «dejó perfectamente claro que no deseaba que algún libro inconcluso perturbara su memoria».
El hijo de Nabokov, que se refiere a su «deber filial» en relación con la posible destrucción del libro, dice, sin embargo, que es exagerado afirmar que se enfrenta a un conflicto como el del príncipe Hamlet.
«Es más bien una especie de zumbido interrogatorio que de vez en cuando emerge a la superficie de mi conciencia, pero tengo muchas otras cosas en que pensar», explica Dmitri.
Preguntado cómo destruirá Dmitri el original, incinerándolo, rompiendo sus páginas, aquél responde enigmáticamente : «Tal vez lo haya hecho y prefiero no revelar el método».
Un primo carnal de Dmitri, Ivan Nabokov, que estudió con él en la Universidad de Harvard y trabaja ahora como editor en Francia, dijo a The Times que hace tiempo que no habla con su pariente de ese asunto y que creía que la cuestión había quedado ya resuelta.
Según ese primo, «Laura es un fragmento, inconcluso e inédito y en mi opinión debería destruirse. No creo que su publicación le hiciese un favor» a Vladimir Nabokov.
Según Ivan Nabokov, los expertos universitarios que abogan por su publicación son como parásitos egoístas: «(Nabokov) no quiso que se publicara. Su filosofía estética es que una obra de arte es algo que hay que bruñir y perfeccionar».
Brian Boyd, el más respetado biógrafo de Nabokov, a quien la esposa del escritor, Vera, fallecida en 1991, mostró algunos fragmentos de Laura hace muchos años en un hotel suizo, aconsejó en su día tanto a ella como a su hijo que no la publicaran, pero mientras tanto ha cambiado de opinión.
Novela «fascinante»
«He vuelto a leer (la novela) en mejores circunstancias y creo que es fascinante, explicó Boyd a The Times. Ha quedado en estado muy fragmentario (...) Logra cosas muy brillantes con la prosa (...) Es una proeza técnica, como las últimas obras de Shakespeare en las que utiliza su técnica de forma muy, muy concentrada».
El texto es «tan grotesco de alguna forma y tan poco apetitoso, aunque de modo muy distinto, como Lolita. Es un tipo de escritura que provoca admiración y temor reverente, pero con la que cuesta identificarse», agregó.
Según The Times, Laura tiene como protagonista a Philip Wild, que está casado con Flora, una mujer sexualmente muy promiscua, y su tema, recurrente en la obra de Nabokov, es la muerte y lo que hay detrás.
En la novela, Wild consigue desaparecer mediante un proceso de meditación profunda. El libro comienza con una fiesta y siguen cuatro escenas continuas después de las cuales la obra se torna fragmentaria.
Quienes se muestran contrarios a su destrucción recuerdan los casos de Virgilio, que pidió antes de morir que quemaran su Eneida, solicitud que no quiso atender el emperador Augusto, o de Franz Kafka, que expresó el mismo deseo, afortunadamente no cumplido por su amigo Max Brod.
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