El coleccionista se encarga personalmente del mantenimiento de los aparatos. (Foto: Gustavo Mendoza Lemus)
C iudad Juárez, Chihuahua, 11 de noviembre 2010. (RanchoNEWS).- La casa de don Marco Polo Amador Jiménez, en Monterrey, es como un museo dedicado a narrar la evolución del arte fotográfico, pues cuenta con 250 cámaras, algunas de finales del siglo XIX. Una nota de Gustavo Mendoza Lemus para Milenio:
Quizá no exista otro sitio en Nuevo León en donde pueda ser contada la historia de la fotografía que en la casa de don Marco Polo Amador Jiménez.
En ella existen más de 250 cámaras fotográficas, siendo la más antigua de 1898; también daguerrotipos –o las primeras fotografías en metal– tomados a mediados del 1800.
Y por si fuera poco, entre sus tesoros cuenta con la primera cámara digital retirada del mercado por «obsoleta»: una Minolta de 1990, cuya marca desapareció en 2006.
Don Marco es un coleccionista de cámaras fotográficas, cuya afición comenzó hace unos 40 años pero que desde siempre le ha dado «por conseguir cámaras antiguas», aunque después las vendía.
«Un día decidí que estaba haciendo mal al conseguir y luego vender las cámaras, así que mejor las coleccioné», recuerda el fotógrafo profesional.
La historia en un solo hombre
El artefacto fotográfico más antiguo que don Marco posee es una cámara 8 por 10 (de los antiguos cajones con velo) que data de 1898.
De entre su chaleco extrae una cámara personal, que bien podría ser una digital actual con todo y su lápiz touch screen. Pero no, ésta es de 1904 que utiliza un rollo 127 (el cual es difícil de conseguir) y cuyo «lápiz» no es más que un alambre con una peculiar función.
«Con este lapicito el fotógrafo habría un compartimento de la cámara y escribía sobre el rollo, ya sea una fecha o un nombre. Me dicen que el rollo se puede comprar en Nueva York, pero pues la verdad no he podido conseguirlo», apunta.
Pero más allá de las fechas y datos históricos, sus cámaras tienen un valor especial: los nombres de quienes fueron sus dueños.
Así, el coleccionista posee cámaras de fotógrafos históricos de Monterrey como Eugenio Espino Barros, Fausto Tovar, Manuel M. López o de Constantino de Tárnava, pionero de la radio en México.
«Incluso tengo una cámara que me regaló el señor Constantino de Tárnava, que era muy buen fotógrafo», afirma el coleccionista.
Quiere conformar un museo
La antigüedad y prestigio de estas cámaras han llevado a que la colección de don Marco se haya exhibido en el Museo Metropolitano y en el Museo de Historia Mexicana.
Sin embargo, su ilusión es abrir un espacio dedicado a la historia de la fotografía en el Barrio Antiguo aunque por ahora es sólo una aspiración.
«A la gente le gustan mucho, pero por ahora no tengo el contacto para empezar algo así», señala.
El coleccionista afirma tener en perfecto estado sus más de 250 cámaras. Cada cierta temporada, don Marco Polo las abre, las limpia, y las vuelve armar; dejándolas a todas en perfecto estado.
«Todas funcionan perfectamente, lo malo es que para muchas ya no se fabrican los rollos. En mi casa me dicen que para qué quiero tanto mugrero. Ellos lo ven así, como mugrero, por eso quisiera el museo», comenta.
Sentado en medio de un banquito, don Marco Polo se ve rodeado. A un costado, tiene una cámara de placa 4 por 5 y al otro, una 8 por 10, ambas de la marca Espino Barros. Y al frente, al fotógrafo retratándolo para esta nota.
«Lo digital nos rebasó»
No hay más para aquellos que crecieron sabiendo calcular la entrada de luz y seleccionando la velocidad adecuada, la fotografía digital los ha desplazado.
Para un profesional que ha trabajado como retratista o fotógrafo de publicidad con las diferentes empresas regiomontanas, la fotografía digital simplemente vino a desaparecerlos.
«Lo digital nos rebasó bastante, pues ahora mucha gente tiene no sólo una sino varias cámaras digitales en su propia casa. Incluso, los rollos ahora son demasiado caros, antes nos constaban 15 pesos y hoy rondan los 80 o 100 pesos», describe.
Para este fotógrafo, iniciado en el arte del retrato en 1957, aún hay esperanza. Y esta esperanza radica en que lo digital aún no supera en calidad a la fotografía de placa.
Incluso, las fotografías en blanco y negro tomadas mediante un rollo le llevan algunos años de distancia a lo que tratan de imitar las cámaras digitales. Aunque no saben cuánto les durará esta ventaja.
«Ahora quedamos muy pocos. Entre los estudios que toman retratos con placas, retocadores y restauradores de negativos, si acaso seremos unos 30 en todo Monterrey», asegura, con una cifra que seguro será historia en los próximos años.
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