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Algunas piezas presentan etapas menos conocidas de su arte. (Foto: Alma Rodríguez Ayala)
C iudad Juárez, Chihuahua, 10 de mayo 2011. (RanchoNEWS).- Cuando se recorre la exposición Chucho Reyes, que exhibe el nuevo Centro Cultural Ex Capilla de Guadalupe, la mayor sorpresa es cómo, a más de medio siglo de que fueron creados, aquellos temples sobre papel de china conservan la riqueza de color que pocos, como Reyes, reunieron con tanta espontaneidad y pasión. Una nota de Sonia Sierra para El Universal:
Las 50 piezas que incluye la exposición forman parte de un conjunto de 194 que Reyes regaló a su amigo, el arquitecto Luis Barragán.
Se trata de un acervo único que conserva, protegido en carpetas de papel antiácido, cajas negras y clósets oscuros, la Casa Luis Barragán, y que, salvo por cuatro de las obras que estuvieron en otras exposiciones, hasta ahora se muestra por primera vez al público.
La exposición deja ver gallos, caballos, ángeles y calacas, tal vez la faceta más conocida de Reyes, pero también es una ocasión singular para apreciar distintas etapas de su trabajo y exploraciones menos conocidas como es el caso de obras eróticas, dedicatorias a Barragán, piezas de arte abstracto y obras que recuerdan a Henri Matisse.
José de Jesús Benjamín Buenaventura de los Reyes y Ferreira, quien nació en Guadalajara en 1880, creó obras en las que se percibe la fragilidad del soporte en contraste con la fuerza de los colores y el trazo. El artista llegó a la ciudad de México en 1938, cuando tenía 58 años, y produjo en esta ciudad la mayor parte de su obra.
«El 85% lo realiza estando ya en esta ciudad, cuando vive en su casa de la calle de Milán», explica Zoraida Gutiérrez Ospina, subdirectora de la Casa Luis Barragán y curadora de la exposición.
«Las piezas marcan tres periodos de Reyes, la primera etapa son dibujos muy naif, de trazos muy sencillos, que forman frutas, cacatúas, animales, mucho es el juego del telón y la fiesta; fue lo primero que él empezó a realizar. Hay una segunda etapa, donde pinta ángeles, vírgenes y cristos. La tercera etapa presenta elementos más trabajados: hay gallos, payasos, caballos, hasta una obra totalmente abstracta».
Una de las piezas centrales de la muestra es el rompecabezas de una calaca, también parte de la colección, hecho en cartón; es una pieza que data de los años 40. Figura además un temple que Rosa Covarrubias legó a Barragán y que había sido un regalo de Reyes para Miguel y Rosa Covarrubias.
La ruta de dos amigos
Zoraida Gutiérrez relata que desde pequeños Reyes y Barragán se conocían en Jalisco; luego, en la Ciudad de México, se reencontraron.
«Reyes se convierte en el maestro del color para Luis Barragán; la aplicación del color en su arquitectura, que viene del arte popular mexicano, es gracias a Chucho Reyes».
A lo largo de la muestra, varias obras son testimonio de esa amistad y aparecen con una dedicatoria a Barragán, con la firma, «para don Luis Barragán, amigo y arquitecto». Además, con Barragán –relata la curadora– Reyes trabajó de cerca en el proyecto de urbanización del Pedregal de San Ángel.
El manejo del color es algo muy innato en las obras de Reyes:
«Es natural, viene de una cuna de anticuarios, de hecho era la casa que recibía lo que llegaba de la Nao de China a Guadalajara; él se dedicaba a hacer las envolturas de las piezas que se vendían y pintó esas envolturas; con esto se hizo famoso porque entonces la gente empezó a enmarcar esos dibujos y a buscar tener algunos».
Aunque existen óleos –la casa Luis Barragán tiene uno, sólo que no figura en esta muestra– Reyes casi siempre trabajó sobre papel de china, nunca en caballete. «Cuando descubrió ese material no lo soltaba; siempre tenía un rollo de papel de china bajo el brazo».
Sobre una mesa, el artista sacaba los papeles y ahí trabajaba. Utilizaba pliegos de papel de importados, hechos a base de arroz y con una cama de seda, en ellos colocaba sus mezclas de pintura, algunas veces con clara de huevo, una técnica de buena resistencia; también solía usar anilina.
«Reyes llega a ser tan importante en el arte mexicano como Juan Soriano o como Mathias Goeritz. Marc Chagall admiró la fuerza de la obra de Chucho Reyes. Es un artista que marca una época, que recupera mucho del arte popular mexicano, pero no se le puede llamar un artesano, es un artista. Fue muy prolífico. Su obra está por muchísimos lados, la regalaba mucho».
Influido por su padre en el gusto por la pintura, Reyes se formó desde muy joven en diversos oficios. A los 14 años fue aprendiz de un taller litográfico; fue empleado en una tienda, la casa Pellandini, donde trabajaba en la decoración de aparadores; también se dedicó a amortajar muertos, y hacía altares de muertos y de Dolores.
A los 29 años se asoció con un amigo para comprar maderas finas y fabricar muebles coloniales. En su casa de antigüedades, en Guadalajara, se daban cita artistas como Dr. Atl, Montenegro, Orozco y Anguiano, entre otros.
Reconocido también como coleccionista, se relata que en su casa en la calle de Milán, DF, tenía cuartos de distintos colores: la sala era amarilla; el comedor, rojo; el cuarto del piano era guinda, según cuenta la curadora.
«Era un personaje inquieto por encontrar el lado bello de las cosas, un vanguardista. Tomaba los pinceles de madera a mediana distancia, preparaba personalmente las tintas, sólo pintaba por el placer de hacerlo, nunca se consideró un pintor profesional», se cuenta en el guión de la exposición.
Pero el propio Reyes descreyó siempre de la crítica de arte. Sólo hasta 1950, motivado por Goeritz, presentó su primera exposición en Guadalajara. «A Chucho Reyes no se le ha dado el respeto que debería tener como artista contemporáneo y del siglo XX, que llegó a una abstracción absoluta a través del color. No ha sido como muy justa la vida con él. Fue asesor de casi todos los artistas en cuanto al color, la luz, los materiales; les enseñaba a ver de otra manera», dice la curadora.
Entre amigos
La exposición está acompañada por una serie de textos de escritores, artistas y amigos de Reyes, que se encargan de recalcar el poder la fuerza de la obra del artista y anticuario.
En 1980, el propio Barragán, al recibir el Premio Pritzker de Arquitectura exaltó la obra de Reyes: «Es esencial al arquitecto saber ver, quiero decir ver de manera que no se sobreponga el análisis puramente racional… Y con ese motivo rindo aquí homenaje a un gran amigo que con su infalible buen gusto estético fue maestro en ese difícil arte de ver con inocencia. Aludo al pintor Chucho Reyes, a quien tanto me complace tener ahora la oportunidad de reconocerle públicamente la deuda que contraje con él por sus sabias enseñanzas…».
Otro de los textos que recupera la exposición es el de Juan Soriano, quien reconoció a Reyes como un maestro: «Gracias a él hemos aprendido a ver la pintura de nuestro país y la del mundo entero en una lección de sensibilidad auténticamente mexicana».
Mathias Goeritz, por su parte, resaltó su influencia en la arquitectura y la estrecha amistad con algunos representantes de esta disciplina: «Lo que los arquitectos no podían dejar de admirar en él, no era solamente su sentido infalible para los colores, materiales y texturas; terminaron por deberle aun más por sus ideas plásticas y su instinto de los volúmenes y los espacios».
Y David Alfaro Siqueiros decía: «¿Un pintor folklorista? ¡De ninguna manera! ¡Eso sería una aberración! Chucho Reyes es un auténtico y gran creador de raíz popular; pero creador que no inventa un estilo popular o retrospectivista como todos los formalistas de hoy: el estilo popular le sale de adentro, del cuerpo, de la emoción, y no del intelecto o la cabeza. Así es “Mexicano” en forma integral y un ejemplo de estética para todos nosotrhttp://www.blogger.com/img/blank.gifos…»
En sus últimos años de vida, Jesús Reyes viajó por Europa y Oriente; el artista murió casi a los 100 años, el 6 de agosto de 1977.
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