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Además de médico, filósofo y catedrático, Parra fue periodista, historiador, diputado, senador, académico de la lengua y escritor. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de julio de 2012. (RanchoNEWS).- «Alfonso, cuídese de las sirenas, de las sirenas que usted evocaba en frases brillantes. Ponga rienda a su natural andar. Hay en usted un noble entusiasmo, casi frutal para la vida. Pero que no lo cieguen sus arrebatos».
Esto le recomendó el filósofo, escritor y catedrático Porfirio Parra y Gutiérrez (1854-1912), a su nombre y el de Justo Sierra, al entonces joven de 18 años Alfonso Reyes, a quien le daba clases de Lógica en la Escuela Nacional Preparatoria en 1907. Una nota de Virginia Bautista para el Excelsior:
«La anécdota se dio con motivo de una ceremonia en la que Reyes pronunció un discurso brillante, muy aplaudido, en la Sociedad de Alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria. Y al término, de manera discreta, Parra lo llamó aparte y le dijo que había platicado con Sierra sobre él y convinieron hacerle ese comentario con cariño», detalla el escritor e investigador Adolfo Castañón.
El experto en la obra de Reyes destaca que quien se convertiría en el gran pensador y caudillo cultural de la primera mitad del siglo XX mexicano recuerda con cariño y admiración a su preceptor en el Tomo XXIV de sus Obras Completas y en la correspondencia que mantuvo con el intelectual dominicano Pedro Henríquez Ureña, ambos miembros fundadores del Ateneo de la Juventud en 1909.
«Esto habla de que Parra, entonces de 53 años, era un viejo lobo, con mucho colmillo y había visto que Reyes tenía una gran facilidad de expresión, pero que tenía que ser controlada, dominada. Era uno de esos maestros del antiguo régimen, llamémoslo así, que era muy respetado por los del nuevo», agrega el crítico literario.
Castañón destaca que Parra, oriundo de Chihuahua y cuyo centenario luctuoso se conmemora hoy, fue un caso de médico eminente, con especialidad en anatomía, que giró hacia la filosofía y terminó convirtiéndose en una de las luminarias del positivismo mexicano.
«Discípulo de Gabino Barreda, fue uno de los profesores y estudiosos que trabajó en la reorganización de la educación pública del país a finales del siglo XIX. Su libro de texto Nuevo sistema de lógica inductiva y deductiva (1903) fue utilizado durante mucho tiempo en las escuelas», añade.
Además de médico, filósofo y catedrático, Parra fue periodista, historiador, diputado, senador, académico de la lengua y escritor. Tras escribir libros sobre sicología, filosofía, ciencia, lógica y sociología, dio vida a dos obras literarias: la novela Pacotillas, publicada en 1900, y la obra teatral Lutero; ambas poco conocidas por las nuevas generaciones.
«Su fuerte era la filosofía, en esta materia encontramos su principal aportación y aquí hay que revalorarlo. La parte literaria fue secundaria en el debate cultural de su trayectoria. Pero no es poca cosa que forme parte de la historia del pensamiento en México», indica Castañón.
El también miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, como Parra, quien tomó posesión de la silla III el 16 de marzo de 1896, piensa que tal vez haya por descubrir puntos de vista del filósofo positivista sobre la educación y la crítica literaria en las revistas que fundó, El Método y El Positivismo, o colaboró, como en La Libertad y la Revista de Instrucción Pública, entre otras.
Un eslabón intelectual
La historiadora Lourdes Alvarado apunta que la figura de Porfirio Parra representa un importante eslabón entre los forjadores intelectuales del siglo XIX y el XX, ya que es considerado uno de los más destacados discípulos de Gabino Barreda, el iniciador de la doctrina positivista en México y el primer director de la Escuela Nacional Preparatoria.
«Su vida y su obra nos brindan importantes datos para ahondar en ese capítulo de nuestra historia cultural para enriquecer y comprender el pensamiento de esa generación de mexicanos que, si bien colaboraron y sirvieron a la dictadura (porfirista), supieron conservar cierto sentido crítico y gran sentimiento patriótico. Pero, sobre todo, nos auxilia notablemente en nuestro intento por conocer el proceso educativo puesto en marcha por el Estado liberal a partir de 1867, cuyas metas, como se sabe, superaron las puramente docentes y conformaron un complejo programa de desarrollo nacional», indica en el libro Estudios de historia moderna y contemporánea de México.
Para el filósofo Carlos Rojas, Gabino Barreda, Porfirio Parra y Justo Sierra fueron los líderes del positivismo mexicano. «Parra defendió la lógica positivista como modo de dominio de lo real y rechazó tanto la lógica escolástica tradicional como la idealista lógica krausista. Su libro Nuevo sistema de lógica… fue la obra más lograda de ese pensamiento».
En cuanto a la obra literaria de Parra, quien conoció al poeta Manuel Acuña en la Escuela de Medicina, donde se graduó en 1878, tuvo un carácter singular. Como los poetas ilustrados que en los primeros años del siglo XIX se entusiasmaron con temas como la propagación de la vacuna, la invención de la imprenta o la agricultura, él exaltó el triunfo de la ciencia y el ingenio humano sobre la naturaleza.
Y en su única novela, Pacotillas, hace una crítica social a través de la historia de un joven idealista que vive para la libertad y la justicia y es derrotado por una sociedad corrompida.
Obras publicadas
Como autor se encuentran los libros:
Las localizaciones cerebrales y la psicología.
Estudios filosóficos, 1896.
Pacotillas, novela, 1900.
La ciencia en México, su evolución social, 1901.
Nuevo sistema de lógica inductiva y deductiva, 1903.
Lutero, obra teatral.
La Reforma en México: estudio histórico-sociológico. Obra premiada en el centenario del nacimiento de Benito Juárez, en 1906, y reeditada en 1948 con el título Sociología de la Reforma.
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