Rancho Las Voces: Textos / Javier Villán: «Malditos cómicos»
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miércoles, julio 25, 2012

Textos / Javier Villán: «Malditos cómicos»

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Margarita Xirgu y Enrique Borrás, en el Teatro Romano de Mérida, en 1933. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de julio de 2012. (RanchoNEWS).- Reproducimos el texto de Javier Villán publicado en El Mundo. Auténtico furor iconoclasta ha causado en algunos escribidores la protesta de los cómicos por el desmadre del IVA; un 21% que acabará con el teatro de base, con las pequeñas compañías y aún con las grandes. La protesta, como ya es habitual, se ha cargado a la cuenta de farandules izquierdistas y sediciosos; o a gandules que quieren vivir de la sopa boba del Estado.

¡Pobres cómicos! Los llamaban cómicos de la legua por no tener entrada intramuros y les negaban enterramiento en sagrado por licenciosos. Les costó entrar en los palacios, salvo en los de Hamlet y allí dieron pruebas de mesura y templanza para regocijo del Príncipe de Dinamarca y temor de Claudio, el rey asesino. Ahora, los cómicos, con ceja o depilados, suscitan las iras de quienes probablemente no van nada al teatro y muy poco al cine: insolidarios y rojos vienen a llamarlos por una protesta generalizada, pero que es necesario objetivar en alguien más visible que un menestral o un amanuense.

De los apaños ilusionistas de un Zapatero remendón y un Rajoy incompetente que los multiplica, se quiere responsabilizar a los cómicos, que siempre vivieron de sus manos y de su hambre; ¡que apoquinen como todo hijo de vecino! Claro que apoquinarán como han apoquinado siempre, faltaría más. Pero hacer de los derroches de la Villa y Corte y de algunos desmanes creativos injustificables un argumento de destrucción masiva es una barbaridad.

Una sociedad sin teatro, es una sociedad muerta; un teatro abandonado al libre mercado es un cadáver porque el mercado no es libre ni es un modelo de competitividad equilibrada. Basta echar un vistazo en torno nuestro.

El nazismo como ideología y como práctica política es una aberración; ni siquiera necesitó recurrir al estalinismo para abominar de tan siniestro engendro; se basta a sí mismo; pero como demagogia estupefaciente, como dialéctica intestinal me produce una perpleja fascinación desde que lei Mein Kamp. Hacer de los actores chivos expiatorios de una situación de catástrofe es un contradiós y gravarlos con el 21% de Iva es un contradiós y un contracristo. En la caverna, de la que algunos escribidores parecen no haber salido, también había teatro como primario gesto de comunicación.

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