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El coreógrafo brasileño. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 18 de julio de 2012. (RanchoNEWS).- Cuando Bruno Beltrao debutó en Buenos Aires en 2005, en el marco del Festival Internacional de Buenos Aires, no pasó inadvertido. Con sólo 25 años presentó Telesquat, una propuesta que articulaba la danza callejera con un dispositivo de pantallas, voces y tecnología, generando un bombardeo de luces, sonido y movimiento, como un zapping caótico. Ese entramado potente abordaba el impacto de las imágenes y la televisión en la subjetividad. Siete años más tarde está de vuelta con H3, su último espectáculo, ovacionado en los festivales de danza y de teatro de Europa y Estados Unidos, donde sorprendió a la crítica. La cita para conocer lo nuevo del coreógrafo brasileño y su troupe de diez jóvenes bailarines es hoy a las 21.30 en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín (Corrientes 1530), única función como apertura oficial de Panorama Sur, la plataforma de artes escénicas que se desarrolla durante un mes con obras, un ciclo de clases magistrales, workshops y un seminario para dramaturgos. Una nota de Carolina Prieto para Página/12:
Según se anuncia, el Grupo Da Rua desplegará un vendaval de potencia y velocidad, mezclando danza urbana con elementos de otras disciplinas y derribando unos cuantos estereotipos del género. Esa amplitud caracteriza a Beltrao: la libertad para zambullirse en terrenos inexplorados y animarse a fusionar un género tan codificado como la danza callejera con elementos ajenos. El mismo tiene una mirada crítica del street dance: «Odio esa actitud cerrada y hermética del hip-hop. El diálogo entre un bailarín y otro parece un ping-pong en el que nadie escucha al otro. Y encima hay una mirada de inspector, como queriendo ver que nada se contamine. Yo busco justamente lo contrario», cuenta el artista, considerado una de las figuras centrales de la danza contemporánea brasileña. Recién llegado al país, Beltrao dialogó con Página/12 sobre su concepción de la danza y sobre el trabajo que ofrecerá al público local. Dice al respecto: «H3 continúa el camino que iniciamos con H2 en 2005, cuando encaramos una búsqueda distinta de lo que veníamos haciendo hasta ese momento, que eran trabajos más cerebrales. Con H2 viramos hacia algo mucho más físico, más anclado en el gesto, en el vocabulario del movimiento. En los dos espectáculos nos interesó dislocar algunos elementos muy codificados del hip-hop, por ejemplo el top-rock, esas danzas introductorias, de pie, previas a los momentos de virtuosismo y destreza. Y llevar esos elementos hacia otros lados, descentrarlos».
¿Por qué H2 y H3? ¿A qué aluden esos títulos?
H2 es una expresión típica del hip-hop, alude a las dos hache del término. H3 se llama así porque es la continuación de esa primera obra, pero no quiere decir nada. Y me gusta que así sea: es un espectáculo muy abstracto, pero con propósitos concretos como profundizar el trabajo con el espacio y romper la frontalidad. Otro objetivo es la búsqueda de contacto físico, algo que en danza urbana no sucede por más que las personas bailen en el mismo lugar. Los primeros quince minutos de la obra son distintos dúos y aparece esa novedad que es el contacto, el encuentro.
Usted se formó en danza callejera y también en contemporánea. ¿H3 fusiona ambas?
Es muy difícil definir los géneros. No sabría cómo hacerlo, no me gusta. ¿Qué sería hoy la danza urbana? ¿Qué expresiones populares quedan afuera? Es imposible saberlo, y más aún si pensamos en danza contemporánea. Más que las definiciones, me interesan las preguntas y promover el encuentro de cosas que parecen distantes. Unir la danza con algo que me sorprende en un diario o con algo que proviene del campo de la filosofía, o con elementos de otras disciplinas físicas. Creo que con H3 nos acercamos a algo parecido a un sistema orgánico como la vida, que va mutando. Me atrae que el espectador no pueda predecir lo que viene después.
¿Cómo describe el proceso de trabajar con una danza nacida en las calles y llevarla a un escenario?
Hay cosas que se ganan y otras que se pierden. Es inevitable. Ganamos porque al estar arriba de un escenario, entramos en diálogo con una herencia escénica, con lo que cada uno sabe o vio de teatro o danza en su vida. El peligro es la pérdida de espontaneidad: que la danza se cristalice en un espectáculo escrito, matando la vitalidad del gesto. Cuando la danza deviene coreografía pura, pierde vida. En el sentido de las ganancias, en H3 usamos recursos especialmente pensados para este trabajo, como una música compuesta con momentos tranquilos y con otros en los que se dispara. Y la escena está vacía, lo único que la delimita es una especie de hilo que es una fibra óptica que se enciende. Hay un momento en que esa línea ya no permanece quieta, se mueve y altera el espacio, como si el mismo espacio se proyectara en distintas direcciones.
¿Cómo fue el proceso de creación de la obra?
Fueron cruciales la improvisación y el material que aportaron los bailarines Alex Progenio, Bárbara Lima, Bruno Duarte, Eduardo Hermanson, Joseph Antonio, Luiz Gadelha, Mickael Ramos, Ronielson Araújo, Thiago Lacerda y Thiago Almeida. En los dúos que abren el espectáculo aparece una fuerte sensación de amenaza, como si algo violento estuviera ahí, a punto de estallar. Fue algo que surgió espontáneamente. Empezamos a improvisar y surgió esa amenaza de algo violento, pero que nunca pasa. No fue algo que yo pedí desde la dirección. Después de esa primera parte hay un trabajo de todo el elenco que empuja la energía a un punto todavía más alto, como cuando los chicos corren de espaldas hacia atrás. Algo que tampoco fue pensado previamente sino que es una práctica muy familiar para uno de los intérpretes, que practica patín.
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