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Nuda veritas, 1899, obra del artista austriaco. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de julio de 2012. (RanchoNEWS).- Gustav Klimt (1862-1918) siempre amó a las mujeres, siempre. Aunque nunca se casó. Es natural que la mayoría de sus retratos sean femeninos, opina Alfred Weidinger, curador de la exposición protagonista del verano en Viena, en el Palacio Belvedere, con motivo del 150 aniversario del pintor austriaco. Una nota de Alondra Flores para La Jornada:
Damas de la alta sociedad que eran pintadas por encargo de sus esposos banqueros, al igual que alegorías femeninas exaltadas por la sensualidad, los ojos cerrados en un gesto perdido de éxtasis o con la mirada directa y rictus retador, cubiertas con detalladas ornamentaciones, intrincados decorados suntuosos en bajorrelieves. Muchas de sus imágenes fueron consideradas pornográficas en la época.
«Vivió con su madre en un departamento en Viena», hasta la muerte de ella en 1915. Reconoció a tres hijos, aunque tras su fallecimiento aparecieron varios más. «Por supuesto que amaba a las mujeres. Estos son espacios oscuros que tenemos sobre él, a los que nadie tuvo permitido entrar, su verdadera vida privada», dice en entrevista con La Jornada el experto en Gustav Klimt y subdirector del Museo Belvedere, uno de los recintos culturales más relevantes de Austria.
Un hombre muy tranquilo
Creador de lienzos resplandecientes en la Viena que incursionaba el siglo XX, Klimt llevó una vida reservada, los aspectos personales de su biografía permanecen en el misterio y sus pensamientos íntimos, todavía más. No así su obra, que ahora se despliega en la capital austriaca para celebrar a su famoso pintor, nacido el 14 de julio de 1862.
Un vanguardista, es lo que exactamente fue Klimt, sostiene Weidinger. «No fue un rebelde. Muchos quieren verlo como un rebelde, pero él simplemente hizo lo que siempre deseó. Fue de la vanguardia, por supuesto espectacular, algunas veces sus pinturas provocaban a las personas, pero ésa no era su misión. Un rebelde es activo, está enojado y usa un lenguaje pragmático. Ése no fue el tipo de Klimt, fue un hombre muy tranquilo».
El pintor simbolista murió el 6 de febrero de 1918, antes de que terminara la Primera Guerra Mundial y en el mismo año que sus contemporáneos Koloman Moser y Otto Wagner. También en coincidencia con un representante de una generación posterior de la que fue influencia: Egon Schiele.
El estilo artístico llamado modernismo, que en Viena se desarrolló con la Secesión, recibió un espacio especial en el Museo Belvedere con la exhibición que inauguró el año de efeméride y que clausuró el pasado marzo, titulada Gustav Klimt/Joseff Hoffmann, con la que se rindió tributo a los dos pioneros del modernismo que compartían la visión de que el arte estaba destinado a tocar todas las esferas de la vida.
De acuerdo con el experto, autor del libro Klimt, lo más importante que debemos saber del artista fue su aportación al arte decorativo, su principal misión. «No fue un pintor de la academia. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Viena, lo que marcó una gran diferencia».
Sin duda, El beso es la obra más popular y reproducida de Gustav Klimt. Una pareja en el momento de un tierno intercambio, ambos personajes con mantos dorados y floridos. Se dice que son el propio Klimt y Emilie Flöge, hermana de su cuñada, quien modeló en otras de sus pinturas y se dice que fue su amante, o al menos su gran compañera, a quién llamó en su último suspiro.
«¿Por qué es tan famoso? –prosigue Alfred Weidinger–, porque Klimt sabía sobre los iconos. Fue un gran seguidor de El Greco. Los símbolos son lo que está detrás de El beso. Le hubiera gustado utilizar verdaderas piezas de metal y joyería, pero no pudo, eran muy caras. Así que pintó el oro y las piedras preciosas. Eso lo hace especial».
La pieza fue adquirida en 1908, durante la Viena Kunstschu por la Modern Gallery, hoy Museo Belvedere.
«Solamente una vez en su vida utilizó los materiales que realmente deseaba». Fue en el friso del Palacio Stoclet, una mansión particular diseñada por Hoffmann para el banquero Adolphe Stoclet. «Realizó un gran mural de sorprendente trabajo multimedia, con el uso de materiales como mármol, oro real, joyería, un trabajo técnicamente maravilloso. Quería hacerlo con una mezcla de medios. Esa fue su misión».
El Belvedere posee la mayor colección de Gustav Klimt en el mundo y con motivo del 150 aniversario del pintor el 12 de julio inauguró la muestra Jubilee Exhibition: 150 years Gustav Klimt, que reúne las 24 obras que posee, incluidas El Beso y Judith.
Además, por primera vez se muestran en conjunto las dos obras recién adquiridas en marzo pasado: Sunflower (Girasol) y Family (Familia). Dos obras maestras que recibimos como un regalo de Peter Parzer, quien fue un importante coleccionista en Viena y las donó a nuestra colección.
La exposición en el Palacio Belvedere Alto, que concluirá el 6 de enero de 2013, a diferencia de otras en el pasado, no está dedicada a aspectos estéticos o al contexto histórico, sino que se concentra en las obras y el mensaje que cada pieza transmite al espectador, según se específica en la presentación.
«Es una especie de retrospectiva en la que tenemos la oportunidad de presentar aproximadamente 30 obras, lo cual es una gran cantidad», describió el curador desde Viena, a unas horas de la apertura de la exposición conmemorativa que comprende siete módulos temáticos.
Verano dorado en Viena
El primer módulo está dedicado a la familia, la cual fue muy importante para Klimt. Entre otros datos, conocer el papel que jugaron sus hermanos. Al igual que en el segundo, sobre La Compañía de artistas, la cual fundó en 1877 al lado de su hermano Ernst y su amigo Franz Matsch.
La Secesión de Viena, importante movimiento del que Gustav Klimt fue fundador en 1897 y que presidió ocupa el tercer módulo, organización con la que impulsó una nueva libertad en el arte y que abandonó en 1908. «Al tiempo su arte, al arte su libertad», se grabó en el edificio sede. Fue en ese periodo cuando recibió el encargo de decorar la universidad y surgieron los fuertemente criticados «cuadros de la facultad».
El periodo dorado también está representado, con obras como el El beso, Salomé, Judith y Serpientes acuáticas, pinturas que Klimt realizó entre 1898 y 1909, inspirado en los mosaicos bizantinos cubiertos con hojas doradas.
El cuarto módulo es el paisaje. «Cada año Klimt pasaba el verano en Attersee, pequeño lago a las afueras de la capital austriaca; una región muy tranquila en esa época, donde hizo muchas de sus pinturas», explica Weidinger.
Después, un espacio concentra el retrato y la mujer, «por supuesto», dice el historiador del arte, pero también fotógrafo enamorado de África y sus últimos reyes. «Puedo entender por qué pintaba mujeres –mientras suelta una risa cómplice al otro lado de la bocina–; muchos me preguntan qué pasaba con Klimt y las mujeres: él fue un hombre. Yo también pintaría mujeres. Lo mismo ocurrió con Hans Makart, otro importante pintor austriaco. No hay diferencia».
Finalmente, la retrospectiva que «sigue los pasos de su vida» culmina con las obras que realizó durante la guerra, su muerte en 1918 y a otros artistas sobre los que ejerció influencia, entre ellos Oscar Kokochka (1886-1980) y Egon Schiele (1890-1918).
Este verano, Viena florece en dorado con una explosión del arte de Klimt.
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